¿Plagió Mahler sus dos primeras sinfonías?
HANS ROTT: Sinfonía en Mi menor;
MAHLER: Blumine;
BRUCKNER: Symphönisches Präludium
Bamberger Symphoniker. Dir.: Jakub Hrusa. DEUTSCHE GRAMMOPHON
A finales de la década de 1980 se alzaron algunas voces que cuestionaban la completa autoría de Gustav Mahler de sus dos primeras sinfonías. El asunto surgió tras el lanzamiento de una grabación de una Sinfonía en Mi menor escrita por Hans Rott, un compañero de estudios de Mahler en el Conservatorio de Viena. Parecía evidente que la sinfonía de Rott contenía frases que luego aparecen cuasi literalmente en las dos primeras sinfonías de Mahler, especialmente en la segunda.
He aquí lo que sabemos: Mahler y Rott fueron amigos e incluso compartieron, durante un breve periodo de tiempo, un apartamento en Viena a finales de la década de 1870. Rott escribió su sinfonía en 1880. Meses más tarde fue encerrado en un hospital psiquiátrico tras asegurar que Johannes Brahms quería volar por los aires el vagón de tren en el que viajaba. Rott murió, con 25 años, en 1884. La Primera sinfonía de Mahler se estrenó cinco años después.
Los pasajes en cuestión se encuentran en los movimientos tercero y cuarto de la sinfonía de Rott. El scherzo contiene algunos de los jolgorios pastorales de la Primera de Mahler, así como algunos conocidos fogonazos de trompeta, pero las mayores influencias se encuentran en el finale, donde las llamadas de trompa de la Sinfonía ‘Resurrección’ y varios tensos preámbulos son claramente anticipados por Rott. Mahler escribió esta sinfonía diez años después de la muerte de su compañero de estudios.
¿Cómo se explica la transmisión? Está claro que los dos adolescentes, alumnos ambos de Anton Bruckner, tomaron algo del trabajo escolar del otro, conscientemente o no. Mahler atribuyó su inmersión en su sinfonía Resurrección a la asistencia al servicio fúnebre en memoria de Hans von Bülow en Hamburgo (en 1894). Es posible que esta solemne ocasión le recordara también la trágica muerte de Rott, casi una década antes. En un comentario que por esa misma época realizó a una amiga, Mahler reconoció que Rott era “el fundador de la nueva sinfonía tal y como yo la entiendo”.
Nunca sabremos más. Dos grabaciones, la de Gerhard Samuel en Cincinnati y la de Paavo Järvi en Frankfurt, demuestran de forma bastante concluyente que la sinfonía de Rott es más pequeña que la suma de sus partes. Tres temas mahlerianos destacan como solitarias acacias en un desierto bruckneriano, repleto de gestos grandilocuentes pero con escasa significación. Esta nueva grabación, realizada por Jakob Hrusa y la Sinfónica de Bamberg, es con diferencia la mejor interpretación hasta la fecha, así como la más convincente. Bamberg cuenta con unos metales temibles y unos violinistas excepcionalmente sensibles y totalmente entregados a esta obra.
Dicho esto, el oyente sigue sometido a casi una hora de huera cháchara rottiana en torno a la fascinante genialidad de los temas de Mahler. Rott, por sí solo, no era capaz de producir coherencia.
Hrusa añade al programa del disco una brillante lectura del movimiento Blumine que Mahler retiró de su Primera sinfonía, y un preludio sinfónico de Bruckner que alarga la clase otros seis minutos. En conjunto, es altamente instructivo e intermitentemente apasionado. Hrusa ha sido nombrado hace unos días próximo director musical de la Royal Opera House, Covent Garden. Se trata claramente de un hombre que piensa en profundidad en las fuentes y conexiones musicales. Estamos ante un disco que ningún mahleriano puede ignorar.