PÉSARO / Il viaggio a Reims: El vivero de cantantes noveles aprende el oficio
Pésaro. Auditorio Scavolini. 19-VIII-2024. Viktoriia Shamanska (Corinna), Almaviva), Yiqian Heng (Marchesa Melibea), Marina Fita Monfort (Contessa di Folleville), Kilara Ishida (Madama Cortese), Bryan López González (Cavalier Belfiore), Marcelo Solís (Conte di Libenskof), Francesco Leone (Lord Sydney), Aleksei Makshantsev (Don Profondo), Gonghao Zhang (Barone di Trombonok), Dario Sogos (Don Alvaro), Giuseppe di Luca (Don Prudenzio). Orquesta Sinfónica Gioacchino Rossini. Director musical: Davide Levi. Director de escena: Emilio Sagi. Rossini: Il viaggio a Reims.
Una de las particularidades del Rossini Opera Festival es su Festival Giovane, que es el colofón de la Accademia rossiniana, donde cantantes jóvenes profundizan en técnica y el estilo canoro del cisne de Pesaro. En este 2024 los tenores ya retirados Luca Canonici y Ernesto Palacio, éste último también sobreintendente del certamen, han llevado las riendas del proyecto, que siempre cristaliza en Il viaggio a Reims, cuyas dos funciones permiten coger tablas a cantantes tiernos que aún han de soltarse y foguearse. Para muchos, que están aún en los llamados opera studios de muchos teatros de variada geografía, tocar escenario en Pesaro es una oportunidad de aprendizaje, contactos y visibilización. La escenografía de 2001 concebida por Emilio Sagi, con vestuario de Pepa Ojanguren e iluminación de Fabio Rossi, es ya todo un clásico, si bien ya se habla del proyecto de un nuevo montaje que “jubile” la que ya ha corrido por medio mundo.
El director Davide Levi dirigió desde el foso del Auditorio Scavolini el dramma giocoso con libreto de Luigi Balochi estrenado en el parisino teatro de los italianos el 19 de junio de 1825 con motivo de la subida al trono de Carlos X, el último Borbón francés. Cumplió con las expectativas pedagógicas que se esperan de cualquier director musical y concertador que colabore en el proyecto, ya que no sólo mimó los volúmenes orquestales para que no taparan unas voces en construcción, sino que dio seguridad en las entradas y los tempi a intérpretes que han de lidiar con una dirección escénica que les exige estar en constante movimiento.
Un moderno balneario, con omnipresencia del color blanco para el atrezo formado por sillones donde echar una cabezadita y un constante trasiego de trabajadores y clientes aristócratas, da cuerpo a una trama que en su primera parte tiene mayor interés argumental, en cambio en la segunda, todo lleva a una fiesta en la que los asistentes cantan un tema de su país de origen y se termina con un número colectivo de alabanza al nuevo rey coronado, aquí personificado por un niño.
Del reparto, sección femenina, destacaría la Corinna, la poetisa improvisadora que tiene dos excelentes páginas de lucimiento, “Arpa gentil” y la loa improvisada tras elegir uno de los temas propuestos por los invitados, “All’ombra amena”, de la soprano Viktoriia Shamanka, por su voz cálida, homogénea y muy buena dicción, que aprovechó muy bien esos caramelos compuestos por Rossini. La Contessa di Folleville de la soprano Marina Fita Monfort también fue de interés, aunque como toda soprano lírico-ligera joven, tiene una zona aguda hiperdesarrollada y un centro muy pequeño que esperemos se expanda. La Melibea de la mezzosoprano Yiqian Heng combinó brillantez arriba y un centro-grave amplio, además de tener vis cómica. Kilara Ishida fue una Madama Cortese muy bien llevada, aunque debería frasear con más variedad para no resultar monótona.
De la sección masculina fueron interesantes el Cavalier Belfiore del tenor Bryan López González, por voz que corría bien en todos los extremos, aparte del palmito lucido en su maniobra de tosca seducción a Corinna. El Don Profondo del bajo Aleksei Makshantsev tuvo un buen canto silábico de clara extracción buffa. El resto, salvo un tenor que no tuvo su mañana en los ataques a la zona más aguda y en el cuidado de las dinámicas, tuvo un notable rendimiento.
Con páginas gloriosas y deslumbrantes como el Gran pezzo concertato a 14 voci que cierra el primer acto, “Ah, qual colpo inaspettato” se evidenció que, descontadas las ganas individuales de lucirse que se tienen al inicio de una trayectoria lírica, en un festival giovane lo importante es el trabajo individual que se convierte en grupal, pues familiarizarse con el oficio es el objetivo principal, aparte del escaparate a público, agentes, críticos y programadores.
Josep Subirá