PÉSARO / Daniela Barcellona: Salvada por Tosti y la ópera
Pésaro. Teatro Rossini. 21-VIII-2024. Daniela Barcellona, mezzosoprano. Alessandro Vitiello, piano. Canciones de Manuel de Falla, Francesco Paolo Tosti, Gioacchino Rossini y arias de ópera de Ambroise Thomas y Gaetano Donizetti.
El último de los llamados “conciertos de belcanto”, que en la mayoría son recitales de voz y piano, de la edición 2024 del Rossini Opera Festival contó con la mezzosoprano Daniela Barcellona, una de las intérpretes con amplia trayectoria en el certamen, como comentó llegado el momento.
Acompañada por su marido Alessandro Vitiello, el recital comenzó con las Siete canciones populares españolas, de Manuel de Falla, lo que es de agradecer y muestra la consideración que al compositor gaditano se le tiene fuera de nuestras fronteras. Tan solo en la “Jota” pudo ir más allá de un mero calentamiento de la voz, pues la voz aún no corría fluida y la dicción en centro y grave se veía comprometida, entendiéndosele más bien poco. Con Tosti y el ciclo Las cuatro canciones de Amaranta, fue elevándose la temperatura vocal, emocional y de conexión con el público, gracias a “L’alba separa dalla luce l’ombra” y “Che dici, o parola del Saggio?” donde Barcellona aportó esa calidez aterciopelada que aún conserva si canta con la suficiente tranquilidad. Del volumen I, Álbum italiano, de los Péchés de vieillese, cantó “La regata veneziana”, donde le echó ganas, pero la variada atmósfera de las diversas partes no fue de la mano de la deseable homogeneidad entre agudo y centro grave, con algunas notas secas.
Si en el apartado meramente cancionístico, estuvo irregular, todo cambió cuando llegaron las arias de ópera. Antes tuvo Vitiello momento para lucirse en la Polonesa en do sostenido menor, op. 26, nº 1, de Chopin, donde solo fugazmente reveló gran clase interpretativa, estando mucho más cómodo en el otro Chopin de la velada, con la Polonesa en la mayor, “Militar”, op. 40, nº 1, en la que la brillantez de la pieza congenió más con él y le permitió no solo dar respiro a su esposa sino también complementar el romanticismo del repertorio en ese momento del recital.
Daniela Barcellona dedicó la completa cavatina de Tancredi “Oh, patria… Tu che accendi in questo core… Di tanti palpiti” al director Gianluigi Gelmetti, con el que preparó su debut en 1999 en el Rossini Opera Festival con dicha ópera. Fuera por la potencia de las experiencias vividas y recordadas o por su dominio estilístico, su Tancredi propulsó el nivel del recital, pues qué lección de fraseo dispensó, qué notorio fue el reproche del personaje por cómo le había tratado su país y la esperanza en que todo cambiaría al volver a ver a su amada. La voz rejuveneció y en la emisión calibró muy bien para pasar de un recitativo con frases graves a otras más centrales en aria y cabaletta.
Ahondó en la melancolía con la bellísima aria de Mignon, de Ambroise Thomas “Connais-tu le pays?”. Supo encontrar unos colores luminosos en esa evocación de la natal Italia y ejemplificó que el recital iba hacia arriba bien rápido, pues terminó oficialmente con la escena del tercer acto de La favorite, de Donizzeti. Su Léonor demostró un buen control de la voz aunque en la cabaletta “Mon arrêt descend du ciel” hubo notas con alguna incomodidad en la ejecución. Estuvo más dominadora en recitativo y aria, donde los colores sombríos y agitados del personaje tuvieron buena cabida en la voz ya muy expresiva y ardiente de la mezzosoprano de Trieste.
Con el público totalmente entregado, concedió dos bises, bien lucidos, aunque hay que decir que uno más conveniente que otro estas alturas de su trayectoria. Primero, la habanera de Carmen, de Bizet, en la que jugó mucho con el ritmo y el fraseo más que en la homogeneidad del canto; y segundo, el aria “Acerba voluttà” de Adriana Lecouvreur, de Cilèa, donde a piano se percibió una mayor comodidad en la sección central, “O vagabonda stella d’Oriente” que en el ataque de la primera. El peso de la voz, su amplitud en el centro, más que en el grave, casi siempre enmascarado, permitieron cerrar en olor de multitudes el recital, de una curva afortunadamente ascendente.
Aunque la voz ya no esté en su mejor momento, como intérprete sigue siendo emocionante sobre todo cuando se escoge con inteligencia el programa, que en esta ocasión se salvó gracias a la selección operística.
Josep Subirá
(fotos: Amati Bacciardi)