PERALADA / Un maravilloso sueño en una noche de verano
Peralada. Auditori. 22-VII-2022. Festival Castell de Peralada. Purcell: The Fairy Queen. Xavier Sabata, Nicolas Brooymans, Ana Quintans, Judith van Wanroij, Mark Milhofer, Thomas Walker. Coro O Vos Omnes (director del coro: Xavier Pastrana). Vespres d’Arnadí. Director musical: Dani Espasa. Director de Escena: Joan Anton Rechi.
Se está poniendo verdaderamente difícil lo de ir a la ópera y enterarte de qué va la cosa. En su afán por ser originales y contar lo que no ha contado nadie antes, la mayor parte de directores de escena se ha instalado permanentemente en la extravagancia. Ante ello, solo caben dos opciones: que te den a la entrada un manual de instrucciones explicándote las intenciones del regista (también valdría un briefing antes de la función) o renunciar directamente a la comprensión y limitarte a disfrutar del espectáculo visual y, claro, de la música. Lo vivido anoche en el Festival de Peralada estuvo marcado por lo abstruso, pero fueron dos horas de trepidante disfrute. Todo estuvo tan calibrado que no hubo el más mínimo resquicio para la indiferencia. Sin embargo, dudo mucho de que, salvo una minoría, el público entendiera qué quería mostrar Joan Anton Rechi. A lo peor es que somos demasiado pretenciosos en nuestro afán intelectual y lo que hay que hacer es dejarse llevar en todo momento por las emociones, sin más.
Para empezar, The Fairy Queen quería ser un homenaje a la normalidad. A esa normalidad que nos ha hurtado (y nos sigue aún hurtando) la pandemia covídica. Dos años sin ópera, o con ópera handicapada por culpa del virus, es demasiado tiempo. Los personajes que desfilan sobre el escenario (o, mejor dicho, la caracterización de esos personajes) son los de óperas representadas en el festival ampurdanés en ediciones anteriores, y condenados al letargo por la emergencia sanitaria que hemos vivido: Don Giovanni, Turandot, Carmen, Escamillo, Papageno, Mefistófeles, Madama Butterfly, Tosca, Violetta, Pollione, Rigoletto, Solomé, un payaso (de Pagliacci), una valquiria wagneriana… La idea de Rechi tiene que ver con Pirandello y sus Seis personajes en busca de autor. Estos personajes buscan a su autor, que es el Poeta borracho de The Fairy Queen. Al final, el Poeta entrega a cada uno el papel perdido y todos se recuperan la felicidad. O parte de ella, pues para que la dicha sea completa también tienen que encontrar el amor. La magia juega una parte importante en esta semiópera de Henry Purcell, basada en la comedia de William Shakespeare El sueño de una noche de verano. Es la oscuridad de la noche, y víctimas de un hechizo de las hadas, cada personaje persigue a su pareja, pero son siempre parejas equivocadas, hasta tal punto que el atolondrado Escamillo acaba refocilándose sexualmente con el Poeta. El lieto fine hace que, por ventura, cada oveja encuentre la pareja que verdaderamente le corresponde (descacharrante baile de por medio, con la reina Isabel II liada con el Poeta borracho), y entonces la felicidad es completa para todos.
El Poeta borracho (el soberbio bajo francés Nicolas Brooymans, que volvió a impresionar con su vozarrón como hizo hace dos meses en Le Ballet Royal de la Nuit que tuvo en el Teatro Real de Madrid a cargo del Ensemble Correspondances) ayuda a sostener el hilo conductor de la trama, aunque el verdadero catalizador de esta es el contratenor (y actor, hay que recalcar esta otra faceta más que nunca) Xavier Sabata, que encarna a tres reinas inglesas: Isabel I, Victoria e Isabel II. O sea, las reinas de las hadas, que de eso se trata. Sabata recurre a una práctica habitual en el Barroco, que es la de insertar en una ópera arias o canciones de otras obras, para mayor lucimiento del artista. En ese caso, las inserciones son también purcellianas: Music for a while y Sweeter than roses. El contratenor catalán asume un cuarto papel, brevísimo pero introductorio: al comienzo de la ópera, un empleado de limpieza, escoba en ristre, aparece dando gritos en los pasillos del auditorio: “¡Qué hace tanta gente aquí! ¡No está permitido que haya tanta gente junta! ¡Tienen que dejar un asiento de separación!”… Es otra alusión a las medidas sanitarias derivadas de la pandemia.
Visualmente, esta Fairy Queen es un espectáculo fastuoso. A ello contribuye sobremanera el vestuario, debido a Gabriela Salaverri. La acción transcurre todo el tiempo en único escenario, un bosque umbrío (el responsable de la escenografía es Gabriel Insignares). Los personajes cantan y bailan (incluidos los miembros del coro) sin parar. No hay ni un segundo de tregua. La música de ese genio que es Purcell casa maravillosamente con el caletre literario de ese otro genio que es Shakespeare (aunque el libreto se deba, en realidad, a Thomas Betterton, basado en El sueño de una noche de verano). Los momentos coreográficos son memorables, con obvia notoriedad de los bailarines Mar Gómez y Xavi Martínez.
Pero lo musical no es menos relevante que lo visual. Los solistas vocales lo bordan: las sopranos Ana Quintans (caracterizada de Madama Butterfly) y Judith Van Wanroij (Tosca), los tenores Mark Milhofer (Escamillo) y Thomas Walker (Don Giovanni) y los ya mencionados Brooymans y Sabata. Las diversas nacionalidades (portuguesa, holandesa, inglesa, irlandesa, francesa y española) dan pie a que Rechi incluya una divertida alusión al Festival de Eurovisión. La reina Victoria (Sabata) ejerce de maestra de ceremonias (introduciendo a los concursantes en inglés y francés, con ese tonillo eurovisivo que ya todo el mundo conoce): Van Wanroij canta a la primavera; Milhofer, al verano; Walker, al otoño y Brooymans, al invierno… El jurado, integrado por los coristas, emite sus votos: todos ceros para los tres primeros, y todo dieces para el último, que se proclama vencedor del concurso. Es lógico: hay que halagar al Poeta para que este les devuelva los papeles perdidos. Sería injusto destacar a unos sobre otros, porque todos frisan la excelencia, pero sería igualmente injusto no hacer una mención aparte a la adorable Ana Quintans, que está para subirla a los altares.
El coro (O Vos Omnes, dirigido por Xavier Pastrana) es prodigioso. Ya me habían hablado de su excelencia hace algunos años, pero no había podido escucharlo hasta ahora. Se quedaron cortos en los elogios: estamos, sin duda, ante una de las mejores formaciones corales de cámara de nuestro país. Y eso que su actuación se ve aquí enormemente dificultada por estar todo el tiempo actuando y bailando, además de cantando.
¡Y qué decir de Vespres d’Arnadi! No me cansaré tampoco de decir que es una de las mejores formaciones historicistas que hay ahora mismo en todo el mundo. El mérito se debe en gran medida a ese genio humilde llamado Dani Espasa, que, cual rey Midas, todo lo que toca acaba convertido en oro. Cada cosa está siempre en su sitio. No vayan a escuchar a esta orquesta intentando cazarla en un renuncio, porque fracasarán irremediablemente en su empeño. Magnífica, como siempre, la concertino, Sylvan James, especialmente en el aria en la que su violín dialoga con la sensual voz de Quintans. No obstante, hay que dejar constancia de que la amplificación (aconsejable, al tratarse de una representación al aire libre) no fue todo lo perfecta que lo fue el pasado año aquí, con el Orlando haendeliano, y que ello fue en detrimento de la labor del bajo continuo, cuyos matices no pudieron ser debidamente apreciados por culpa de la megafonía (¿falta, acaso, de más rodaje en los ensayos junto a los técnicos de sonido?).
Eduardo Torrico
(Fotos: Miquel González)