Patrick Alfaya (Director artístico de la Quincena donostiarra): ‘La Quincena de este año está colmada de estrellas, pero no es la mejor’

De casta le viene al galgo. Patrick Alfaya (Madrid, 1971) habla claro, directo. Sin tapujos ni rodeos. Se lanza y se moja, como siempre hizo su padre, el escritor y periodista Javier Alfaya. En esta entrevista, el director artístico y gerente de la Quincena de San Sebastián desde 2009, habla de ella, y particularmente de su octogésima segunda edición, que comienza mañana domingo con un concierto de Yuja Wang junto a la Filarmónica de Luxemburgo y su rutilante titular, el valenciano Gustavo Gimeno. También de sus problemas y objetivos. Del pasado y del presente. Y, ¡cómo no!, de la situación de la música en España, del centralismo “esclerotizador” y de la ignorancia musical de la “intelectualidad” española. “No puede ser que en España un doctor en historia, en filosofía, no sepa quién era Bach”, dice con más razón que un santo. Se confiesa “apasionado” de la literatura, la música y la historia. Mira a Madrid de reojo: “La verdad es que no sé si la Quincena es una etapa o un destino en mi vida, pero lo que sí le digo es que en la periferia de España se están haciendo cosas muy interesantes”.
A pesar de la difícil situación internacional y la consecuente problemática de los desplazamientos, la realidad es que mañana domingo comienza una edición de campanillas de la Quincena de San Sebastián, cargada de grandes nombres y conjuntos de la interpretación contemporánea. Quizá, incluso no sea aventurado afirmar que es la mejor desde su fundación en 1939. ¿Está de acuerdo con esta visión tan positiva?
Agradezco el cumplido, pero no estoy de acuerdo. No hay un mejor año de la Quincena, hay muchas magníficas ediciones. Sin lugar a dudas, tenemos una edición que sorprende por los solistas de relumbre anunciados, es una de las ediciones con más estrellas. Sin embargo, en los 82 años de Quincena ha habido conciertos memorables. Simplemente con ver el listado de intervinientes en las primeras décadas de la Quincena: la Filarmónica de Berlín, Beniamino Gigli, Mario del Monaco, Argenta, Victoria de los Ángeles, di Stefano, Alicia de Larrocha, Montserrat Caballé, Domingo, Magalov, Celibidache… uno se hace a la idea. Este va a ser un muy buen año, pero no creo que sea el mejor, porque no hay una mejor edición. ¡Ah! Y la próxima edición siempre será mejor.
¿Cuestión de presupuesto, eficacia en la gestión, buenos contactos…? Imagino que el atractivo que para cualquier artista supone visitar Donosti también remará a favor…
Es una mezcla de muchos elementos, pero evidentemente el encanto de Donosti juega a nuestro favor, como también el hecho de que el primer recital de Yuja Wang en Madrid, y puede que en España, al igual que el primer recital de Mitsuko Uchida en España, los organicé yo en las series de Scherzo. A Sokolov lo he invitado quince años seguidos a Madrid también a este ciclo. Además de que, en los años que pasé en Galicia, este gigante ruso tocó varias veces con la Sinfónica de Galicia.
A esto hay que sumar el que en Quincena procuramos generar una relación entre los artistas y el público invitándoles año tras año. Por ejemplo, desde que llegué a Donosti, tanto a Ivan Fischer con la Orquesta del Festival de Budapest como a Yannick Nézet-Séguin con Róterdam [Filarmónica de Róterdam] los he invitado en, al menos, tres ediciones, y ambas formaciones y maestros han sido residentes en Quincena interpretando diferentes programas durante casi una semana de estancia en la ciudad. Esa continuidad crea una relación artística estupenda entre orquesta, público y ciudad. Todo ello contribuye a que Quincena sea un festival atractivo.
Tengo entendido que la Quincena es el festival español en el que los ingresos por taquilla más aportan al presupuesto global. ¿Esta servidumbre no obliga a programar de un modo más popular, incluso “demagógico”, como ocurre en Estados Unidos, donde la música contemporánea y las cosas “raras” están casi vetadas por la inapelable censura de la taquilla?
Es verdad que la Quincena tiene una fuerte dependencia de taquilla, y efectivamente condiciona la programación. Sería absurdo negarlo, pero es un mal común a todo el panorama musical, e incluso sin la esclavitud de la taquilla sería muy difícil romperlo porque el mundo de las giras manda, y poner de acuerdo a muchos festivales supone que todos cedemos, sea poco o mucho. Además, si comparo con muchos otros festivales, tanto españoles como del resto de Europa, en bastantes ocasiones Quincena es más atrevida. ¿Por qué? Pues, porque a pesar de la dependencia de la taquilla, el público confía en la programación. Por poner un ejemplo, hace años Paavo Järvi estaba de gira con su orquesta, y proponía dos programas: uno con la Quinta de Mahler y otro con la Inextinguible de Nielsen. Para sorpresa de Järvi, optamos por Nielsen, y se agotaron las entradas, aunque este autor nunca se había tocado en Quincena.
El año pasado fue uno de los pocos festivales, junto con el de Granada y alguno más, que no se amilanó ante la pandemia y logró sacar, a última hora y contra viento y marea, una edición más que digna, excelente. ¿No temió que en cualquier momento todo se viniera abajo y cosechara el fracaso más estrepitoso de su carrera como gestor?
Pues sí, muchos días me preguntaba si hacia lo correcto y si íbamos a poder seguir, dadas las restricciones, el número creciente de infectados… Al igual que la literatura y la música, la historia me apasiona. Por desgracia, la humanidad ha pasado situaciones mucho peores que la actual, pero la vida debe continuar, y la música tiene que continuar. Evidentemente con toda la prudencia, y si algo se debe suspender se suspende, no pasa nada, hay que relativizar algunas cosas, de lo contrario la presión no te deja vivir.
Impacta y deslumbra esta octogésima segunda edición. Festival de estrellas. Yuja Wang, Grígori Sokolov, Gustavo Gimeno, Julian Rachlin, Elisabeth Leonskaya, Mitsuko Uchida, Anne-Sophie Mutter, Leonidas Kavakos, Stephen Hough, Ivan Fischer… ¿Cómo se cocina todo?
Con el historial de Quincena, con el estupendo equipo de Quincena, y habiendo trabajado con muchos de estos artistas durante muchos años. A Kavakos lo conocí con veinte y pocos, e hicimos un viaje loco juntos de Madrid a Úbeda; Gustavo es como de casa porque su hermano, Rubén Gimeno, también estupendo músico, estuvo conmigo en Galicia… Todo esto facilita las cosas.
¿Qué papel ha de desempeñar la música contemporánea, la creación autóctona y los intérpretes de la tierra en un festival de carácter público?
Tenemos un ciclo de música contemporánea, pero también en otros ciclos (por ejemplo, órgano o la jornada inaugural) todos los años hacemos encargos y, en consecuencia, estrenos. Por lo general, aunque no exclusivamente, los estrenos son de compositores locales. Respecto a “intérpretes de la tierra”, debemos de ser el festival con más artistas locales, y eso sin tener en cuenta a los coralistas de manera individual. En 75 conciertos caben muchos artistas del país. Tengamos en cuenta que Euskadi es una de las zonas de España donde la música se ha vivido durante generaciones de manera popular, principalmente gracias al movimiento coral. Esto ha supuesto que haya un número importante de músicos locales de calidad.
Una de las características de la Quincena es la abundancia de ciclos que envuelve la programación, como los de órgano, música antigua, contemporánea, el de cámara y el de jóvenes intérpretes. ¿La función de estos ciclos es envolver vistosamente la programación estelar o son fruto del convencimiento de la que la música no acaba ni termina en un gran concierto de relumbrón?
Todas las representaciones merecen el mismo respeto y cariño, y en muchos casos son las “pequeñas joyas” los conciertos más satisfactorios. En el Claustro del Museo San Telmo se han dado conciertos maravillosos, en el convento de Santa Teresa, en Arantzazu… Creo que una de las cosas más inteligentes que llevaron a cabo mis tres predecesores es el haber puesto en marcha estos ciclos que en muchos casos son ciclos de conciertos fuera de San Sebastián. El que Quincena esté presente en los pueblos de Guipúzcoa y Álava, y también todos los años en Leyre (Navarra) y el Senpere (País vasco francés) es fundamental, genera vínculos con el territorio. Creo que hay que huir del hipercentralismo a todos los niveles, y en la música también. Siempre digo que Quincena es un festival de corazón donostiarra y de cuerpo vasco.
La danza y la decidida apuesta por el público infantil son nuevas apuestas de una programación que parece inclinada a cubrir todos los sectores y públicos. Tal vez queda una asignatura pendiente, la ópera escenificada. ¿Cuándo llegará la ópera con escena a la Quincena?
La ópera muy probablemente vuelva en 2022. Hemos tenido que dejar de hacer ópera porque el coste era inasumible para tan poco público. Además, por cuestiones económicas, Quincena tiene que hacer la ópera en alianza con otros festivales o teatros, y ahora las cosas están muy paradas.
Otro aspecto remarcable es la triple presencia de Gustavo Gimeno, tanto con su orquesta de Luxemburgo como con la Euskal Herriko Gazte Orkestra (EGO). Sorprende esta importante presencia de Gimeno, cuyos conciertos en España casi se cuentan con los dedos de una mano. ¿Qué ha hecho para vincularlo tan estrechamente a la Quincena?
Es un lujo que Gustavo sea el director residente este año, y se implique a fondo dirigiendo a la EGO. Gustavo ha dirigido en Quincena varias veces, y tanto él como la Filarmónica de Luxemburgo y el equipo administrativo tienen una relación fantástica con todo el equipo de Quincena. Esto ha creado una confianza seductora. Además, Gustavo es amigo, al igual que su hermano Rubén, que también ha dirigido en Quincena (hace unos años, a la ONE).
Usted ha sido monaguillo antes que fraile. Antes de recalar en Donosti, fue gerente de la Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya, de la Sinfónica de Galicia, responsable del Ciclo de Grandes Intérpretes de Scherzo, etc. ¿Colma Donosti, la Quincena, sus ambiciones profesionales? En otras palabras, ¿la Quincena es una etapa o la culminación de un destino?
No lo sé, pero aquí me siento muy cómodo. No soy una persona que necesite ir “a la gran ciudad”; cuando me ofrecieron ser responsable de la Orquesta Nacional dije que no porque el proyecto no me seducía; mucha gente no lo entendió, pero es que yo creo que en la periferia de España se están haciendo cosas muy interesantes y, en parte, las ciudades grandes se están esclerotizando.
En en sus 82 ediciones de existencia, la Quincena únicamente ha tenido cuatro directores, algo inaudito en el movedizo patio musical español.
Así es. ¡Y los dos primeros fueron padre e hijo!, los Ferrer; primero Francisco Ferrer Damborenea, el fundador, y después Francisco Ferrer Monreal! Luego llegó José Antonio Echenique, que sigue estrechamente vinculado a Quincena, y finalmente yo, en 2009.
Imagínese que está de vinos con un amigo y éste le dice que le recomiende tres conciertos de la actual edición…
Mitsuko Uchida, una de mis pianistas favoritas y una persona encantadora; Stephen Hough, también maravilloso pianista y además haciendo un programa español: Mompou (curioso que el genio de Mompou sea mucho más reconocido fuera de su tierra que en España, puro cainismo e ignorancia), y el Conductus Ensemble.
Otro amigo le aconseja, casi le reprocha, que tendría que haber más música vasca y folclórica. También más intérpretes de la tierra.
Creo que nadie puede reprocharnos eso. Por fortuna hay muchos intérpretes vascos, y los tenemos en programación no porque sean vascos: los programamos porque son excelentes artistas. Música folclórica siempre hacemos, y muchos otros festivales no.
Usted está reconocido como una de las mentes más lúcidas e internacionales de la música en España. ¿Cómo ve el futuro de la música? ¿No piensa que la aprofesionalizada gestión de muchos responsables de orquestas y auditorios tira por tierra la enorme labor de creación de auditorios, teatros y orquestas que con el empuje de casi todos se desarrolló en España durante los años ochenta y noventa?
El panorama musical no va bien. Hace treinta años había que importar músicos para formar orquestas, ahora exportamos talento musical. La democracia, la UE y el ascenso del nivel de vida ha permitido que subiese el nivel de educación musical. Ahora bien, si no creamos público (necesitaríamos que la gente salga de las escuelas e institutos con ciertos conocimientos musicales; no puede ser que en España un doctor en historia, en filosofía, no sepa quién era Bach), ¿dónde van a ir estos jóvenes, de qué van a vivir? Y una de las claves es la descentralización: no puede ser que casi el 80% del presupuesto del INAEM sea para Madrid y Barcelona; así no se hace ni país ni futuro.
Como usted apunta, en los años 90 y principios del siglo XXI hubo una efervescencia musical en España que me temo se está agotando, y ahora, para muchas administraciones, las orquestas se han convertido en un “problema” que se quieren quitar de encima y que no entienden, no saben para qué sirve una orquesta. Desde el mundo de la música tenemos que hacer más pedagogía, explicar cuál es la función de la música y la cultura en general.
Por otra parte, y permítame que me explaye un poquitín, la interferencia en el mundo de las artes escénicas de ciertos políticos que no han ido a un concierto en su vida es inaceptable. Eso es una de las cosas que me gustan de Quincena; nadie interfiere con nuestro trabajo, y además los políticos locales son rigurosamente respetuosos del festival, y lo que es más ¡vienen a conciertos!
Justo Romero
(Foto: Quincena Musical de San Sebastián)