Pastillas de éxito sinfónico
Muchos aficionados saben que el inefable Sir Thomas Beecham hizo su carrera partiendo de una privilegiada posición económica, producto de la herencia de un exitoso negocio farmacéutico de su abuelo, del mismo nombre. Probablemente no tantos conocen un poco más de detalle sobre esta historia, que empezó con pastillas y terminó con sinfonías. El abuelo Thomas Beecham (1820 – 1907) fue en su infancia pastor, y aprendió rudimentos de la medicina de herbolario mientras desarrollaba ese trabajo.
En 1842, el emprendedor Beecham se inventó un remedio basado en tales fundamentos, las llamadas Beecham Pills (Píldoras Beecham), uno de cuyos anuncios encabeza este artículo. Las Beecham Pills se anunciaban como un “laxante suave” y contenían jengibre, aloe y jabón. Con el rimbombante lenguaje con el que se anunciaban muchos remedios de la época, que hoy nos saca una sonrisa, las Beecham Pills proclamaban ser una “medicina maravillosa” (wonderful medicine) para una indicación verdaderamente singular: “bilious and nervous disorders” (literalmente, “trastornos biliares y nerviosos”). Hoy traduciríamos tal indicación más bien como “indigestión o estreñimiento”, sin que la parte de “nervous disorders” quede clara, más allá de que el concepto de “trastorno nervioso” o de salud mental que había en la Inglaterra victoriana era, cuando menos, exótico, como lo era que se pensara que esta pastilla podía remediarlo.
En el aspecto digestivo, la cosa tenía su fundamento, porque los ingredientes habían sido probados anteriormente por separado: el jengibre había probado su eficacia para el malestar digestivo, el aloe se usaba como antioxidante para aliviar el estreñimiento (la larga carrera de esta planta en el ámbito medicinal ha conocido en nuestros días el extremo guasón; el otro día me contaron que a cierto político corrupto, conocido recientemente por acumular inmuebles, le llamaban Aloe… porque cada día se le descubrían nuevas propiedades) y el jabón, como el lector avisado no habrá tardado en adivinar, proporcionaba la parte suavemente laxante del combinado. El anuncio, en su desenfrenada grandilocuencia, iba más allá: “recomendado por los médicos como la mejor y más segura medicina para la familia, apta para todos los enfermos de cualquier edad”, y la proclamaba como de “inestimable valor para cualquier hogar”.
Sea como fuere, lo cierto es que las píldoras cumplieron eficazmente su propósito de alivio digestivo, y su éxito convirtió a Thomas Beecham en un exitoso empresario del negocio farmacéutico. Dejó a su muerte la nada despreciable fortuna de casi 87.000 libras de la época. Una pasta, oiga. Su hijo mayor, Sir Joseph Beecham, elevado por la corona a la categoría de baronet en 1914, mantuvo y expandió el negocio farmacéutico. En cambio el hijo de Sir Joseph, Sir Thomas, pronto convertido en director de orquesta y asimismo nombrado baronet por la corona en 1916 (por sus méritos musicales y no por herencia), decidió que aquello de las pastillas no iba con él, que más bien prefería las corcheas con puntillo (y las señoras de buen ver, como es bien sabido; de casta le viene al galgo, porque su abuelo se había casado tres veces).
Ni corto ni perezoso, vendió el negocio, que sin embargo mantuvo el nombre, e invirtió el dinerillo en crear orquestas (la Beecham Symphony Orchestra en 1909, la London Philharmonic en 1932 y, finalmente, la Royal Philharmonic en 1946), además de su propia compañía de ópera (la Beecham Opera Company, 1915). Como cualquier humano sabe, la mejor manera de dilapidar una fortuna es justamente financiar una compañía de ópera, pero el bueno de Sir Thomas, con su extraordinario talento musical, logró hacer de su carrera un éxito y tanto la London Philharmonic como la Royal Philharmonic… ahí siguen.
También siguió, naturalmente, el negocio del abuelo, en otras manos, aunque con el nombre Beecham. Los lectores no introducidos en el mundo de la medicina y la farmacia tal vez no conozcan estos otros detalles, y por ello creo que será curioso relatarlos. Las Beecham Pills se comercializaron hasta ¡1998!, y el negocio, que fue cambiando de nombre, mantuvo al principio el carácter de empresa dedicada a los llamados “productos de mostrador” o medicamentos sin receta, como pastas de dientes y demás. Una parte importante en la expansión de Beecham fue la compra de la empresa que fabricaba la Sal de Frutas Eno en 1938, otro remedio digestivo (producido en 1850 por James Crossley) que se hizo popular en el mundo a través de los marineros, que lo encontraban especialmente útil en la recuperación de las resacas.
Más adelante, en los años 50, los nuevos propietarios de la empresa decidieron dedicar recursos a la investigación, y el descubrimiento del núcleo de la penicilina, el conocido como 6-APA (ácido 6 amino penicilánico), permitió la síntesis de distintos antibióticos de esa familia, de los que hoy en día, la Amoxicilina es el más conocido. En décadas posteriores, Beecham, como otras farmacéuticas, se vio implicada en distintas operaciones de fusión, con los consiguientes cambios de nombre. En la última (de momento), SmithKline Beecham y GlaxoWellcome se unieron en 2000. La nueva empresa eligió el nombre de GlaxoSmithKine. Con ella, desapareció el nombre de Beecham. Pero aquello que empezó con unas pastillas para el malestar digestivo, acabó alumbrando uno de los mejores talentos de la dirección orquestal del siglo XX y permitió a ese inquieto emprendedor que fue Sir Thomas Beecham crear orquestas que aún disfrutamos hoy en día. Lo que se dice unas pastillas de éxito sinfónico.
Rafael Ortega Basagoiti