Parte sustancial de la creación de Walton

WALTON: Cuarteto con piano. Toccata para violín y piano. Tres piezas para violín y piano. Sonata para violín y piano / Mattew Jones, violín / Sarah-Jane Bradley, viola / Tim Lowe, violonchelo / Annabel Thwaite, piano / NAXOS 8.573892 (1 CD)
Las obras recogidas en este disco abarcan parte sustancial de la creación de William Walton, pues fueron escritas entre 1919 y 1950, es decir, abarcan desde los casi juveniles inicios hasta el momento de arranque de la definitiva madurez del autor de Lancashire. Las dos obras que marcan el inicio y el final de la andadura que se nos propone aquí son piezas muy interesantes. El Cuarteto con piano, estrenado en 1929 y revisado más tarde, posee un impulso de primera hora anterior a esa inmersión modernista del compositor de la mano de los Sitwell que llegará precisamente en torno a la fecha de su estreno. Un muy bien desarrollado movimiento inicial y un magnífico tiempo lento son lo mejor de la partitura.
La Sonata para violín y piano, de 1949, es el ejemplo de una sabiduría compositiva, y de un oficio, y hasta de un estilo, que sabe a dónde quiere llegar en la asunción de unas ideas ya asentadas. La obra la estrenarían nada menos que Yehudi Menuhin y Louis Kentner, aunque el propio Matthew Jones nos avisa en las notas al programa de que ambos ilustres intérpretes confundieron algunos signos de la partitura y desvirtuaron sin querer las instrucciones de Walton, que en esta grabación son fielmente seguidas una vez editada la partitura definitiva. Sin duda lo mejor de la obra es su segundo movimiento, una serie de variaciones que inciden en una forma que siempre le gustó a Walton y que muestra su dominio de la materia.
Junto a estas dos obras mayores en extensión, el disco reúne otras que lejos de ser inferiores se muestran como complementos de gran interés. Así sucede con la Toccata, estrenada en 1925, que no gustaba nada a su autor, hasta el punto de que no se volvería a interpretar hasta 1992, es decir, nueve años después de su muerte. De las aquí recogidas es seguramente la pieza más ligada a esa semivanguardia que en su día le interesó a Walton —y quién sabe si por eso mismo quedó preterida—y ya su propio título remite a una libertad de planteamiento que fía mucho en la competencia de los intérpretes y en su ductilidad para pasar de un episodio scherzante a otro mucho más lírico.
Completan el disco las Dos piezas de 1951, que rememoran su música para películas. Una de ellas cita brevemente un fragmento de la escrita para Henry V y están dedicadas a Lawrence Olivier y Vivian Leigh. Todo el conjunto está magníficamente tocado por unos cuantos intérpretes que conocen muy bien esta música —y aledañas— como han demostrado en otras ocasiones para el mismo sello.
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