PARÍS / ‘Don Quichotte’ de Massenet ovacionado en la Ópera Bastilla
París. Opéra de Paris Bastille. 10-V-2024. Gaëlle Arquez, Christian Van Horn, Etienne Dupuis, Emy Gazeilles, Marine Chagnon, Samy Camps, Nicholas Jones, etc. Dirección musical: Patrick Fournillier. Dirección escénica: Damiano Michieletto. Jules Massenet: Don Quichotte.
“Comedia heroica” compuesta en 1908-1909, Don Quichotte fue la sexta obra encargada a Massenet por la Ópera de Monte-Carlo, donde se estrenó el 24 de febrero de 1910, con el famoso bajo ruso Fiódor Shaliapin, para quien fue escrita, en el papel principal, y la contralto francesa Lucy Arbell como Dulcinea. Ha habido muchas adaptaciones de la novela de Cervantes. La ópera de Massenet, por ejemplo, se basa en la obra Le Chevalier de la longue-figure, del dramaturgo francés Jacques Le Lorrain, de 1906, de la que Eugène Henri Cain extrajo el libreto.
Don Quijote, un Hidalgo obsesionado por la literatura épica, cuyos libros colecciona obsesivamente en su biblioteca, ha llevado a Damiano Michieletto a ambientar la acción en una moderna biblioteca, predominantemente blanca, del tamaño del escenario de la Ópera Bastilla, diseñada por el escenógrafo Paolo Fantin, en cuya pared se proyectan los sueños de Don Quijote. Acogido triunfalmente por el público, el mensaje del director veneciano es claro. Don Quijote, héroe atípico, es un solitario idealista al que sólo comprende su escudero Sancho, pero cuyo valor y bondad son tan radiantes que le salvan de las turbiedades de sus contemporáneos y de las situaciones más delicadas. Dulcinea, en cambio, está llena de fatuidad. Vive en un mundo artificial rodeada de una multitud de fogosos pretendientes y bailarines. En el acto final, el caballero, caído en desgracia después de que Dulcinea le haya revelado quién es en realidad, fallece discretamente en el sofá de su biblioteca, con la mirada fija en una estrella que aparece en la pared de su biblioteca y que confunde con el rostro de su amada, mientras que el único que le llora es su ayudante de cámara, que abre el libro de recuerdos L’Île des rêves que le legó su amo mientras resuena la voz de Dulcinea.
Habitual de la Ópera de París, la mezzosoprano Gaëlle Arquez es una brillante Dulcinea de timbre ardiente: sensual, vivaz y traviesa, con un físico tan armonioso como su voz en este papel ingrato donde tan difícil es imponerse, lo que la cantante francesa consigue con serenidad. Christian Van Horn, brillante actor, tiene la estatura larguirucha y esbelta que corresponde al protagonista, combinada con el garbo y la generosidad del personaje. La voz es seductora, el timbre es oscuro, y uno olvida rápidamente las imprecisiones en la articulación de la lengua francesa. El barítono quebequés Etienne Dupuis es un Sancho sobrio pero carismático, poderoso y comprometido pero demasiado serio y consciente para consolar a su amo. Más anecdóticamente, el resto del excelente reparto está formado por miembros de la compañía lírica de la Ópera de París y el homogéneo Coro de la Ópera de París.
Dirigida de manera idiomática por el director de orquesta francés Patrick Fournillier, actual Director Musical de la Ópera Nacional Polaca Teatr Wielki de Varsovia y gran conocedor de Massenet (en su honor creó en 1990 la Biennale internationale Massenet en la Ópera de Saint-Etienne, ciudad natal del compositor, que se prolongó hasta 2015). La Orquesta de la Ópera de París se comprometió sin reservas con esta partitura, hasta el punto de embriagarse con la escritura a menudo opaca y llamativa de la obra, a la que hizo sonar excesivamente poderosa, rozando la saturación, pero dando lugar ocasionalmente a delicias de timbres y ritmos ibéricos, con mucho «color local» pero desplegados sin artificios por la orquesta en el foso. Hecho poco frecuente en la Ópera de París, toda la producción –cantantes solistas, coro, director, director y su equipo– fue aclamada al final de la representación…
Bruno Serrou
(fotos: Émilie Brouchon/OnP)