PARÍS / ‘Armide’, última tragedia lírica de Jean-Baptiste Lully, conquista la Opéra-Comique
París. Opéra-Comique. Salle Favart. 21-VI-2024. Ambroisine Bré, Cyrille Dubois, Edwin Crossley-Merver, Anas Séguin, Lysandre Châlon, Enguerrand de Hys, etc. Chœur de chambre Les Eléments. Les Talens Lyriques. Dirección musical: Christophe Rousset. Puesta en escena: Lilo Baur. Lully: Armide.
Armide es la duodécima y última tragedia musical en cinco actos con prólogo completada por Jean-Baptiste Lully (1632-1687) en colaboración con su libretista preferido Philippe Quinault (1635-1688) desde el estreno de Cadmus et Hermione en 1673. Armide es, pues, un verdadero logro. La trama es compacta, sin digresiones ni acciones secundarias de ningún tipo, los recitativos son ariosos, y la orquesta adquiere un carácter altamente dramático y un lugar central a la par que el canto, al que anuncia, apoya y comenta.
El tema elegido por el propio rey Luis XIV se ha puesto en música a menudo, y el programa de la Opéra-Comique enumera una treintena de títulos. El libreto fue retomado casi sin cambios en 1777 por Christoph Willibald Gluck (1714-1787). Adaptación del poema épico Gerusalemme liberata (1580) del poeta italiano Torquato Tasso (1544-1595), el texto narra los malogrados amores de la cautivadora maga Armide con el caballero Renaud. Armide, princesa musulmana de Damasco, recibe de su tío Hidraot, rey de la ciudad, el encargo de luchar contra el ejército cruzado cristiano de Godofredo de Bouillon, que intenta conquistar Jerusalén. Armide seduce a varios caballeros, matándolos o haciéndolos prisioneros.
Para esta producción, la directora de escena suiza Lilo Baur adapta su anterior producción de Armide de Gluck, representada en el mismo escenario en noviembre de 2022, con la acción desarrollándose a la sombra de un enorme árbol muerto, elemento central diseñado por el escenógrafo Bruno de Lavenère y sobriamente iluminado por Laurent Castaingt, alrededor del cual Armide y su séquito son amazonas inquietas en busca de pelea, mientras que los encantadores paisajes y la destrucción del palacio quedan completamente oscurecidos. La dirección de actores es muy minuciosa, y los ballets diseñados por la bailarina Claudia de Serpa Soares no restan continuidad a la trama.
En la orquesta, la dirección dinámica y contrastada de Christophe Rousset da un ímpetu comunicativo a la obra, que canta y florece a voluntad, captando la atención del público en todo momento. Les Talens Lyriques son perfectos en su cohesión y virtuosismo, ofreciendo una visión dramática de la obra, en particular en la passacaglia donde se funden la danza y el rigor trágico. En el escenario, el coro de cámara Les Eléments se mueve a sus anchas, preciso, homogéneo, actor comprometido con una elocución límpida. Como los cantantes solistas, todos comprensibles, su articulación francesa pura e inteligible, y todo el reparto hablando un francés perfecto, que nos permite saborear el bello texto de Quinault. Ambroisine Bré es una Armide combativa, tal vez demasiado sólida y agresiva dada su impecabilidad y fragilidad, pero su canto es cálido y sus agudos radiantes. A pesar de algunas asperezas vocales, Cyrille Dubois es un delicado Renaud, de voz felina y soberana proyección. El rey de Damasco, Hidraot, está interpretado por un majestuoso Edwin Crossley-Mercer, al igual que Lysandre Châlon en los papeles de Aronte y Ubalde, cuyo timbre es radiante, mientras que Anas Séguin interpreta a Haine con aplomo y humor comunicativo, Enguerrand de Hys es Artémidore con un registro grave ligeramente exagerado, mientras que el tenor Abel Zamora, miembro de la Académie de l’Opéra-Comique, destaca en el personaje secundario del rico Amante. Por último, Florie Valiquette (Gloire/Sidonie/lucinde/la Bergère) y Apolline Raï-Westphal (Sagesse/Phénice/Mélisse/la Nymphe) brillan en la diversidad de sus personajes.
Bruno Serrou
(fotos: Stefan Brion)