PAMPLONA / Orquesta Sinfónica de Navarra: elogio de la duda
Pamplona. Auditorio Baluarte. 17-II-2022. Orquesta Sinfónica de Navarra. Cristina Montes Mateo, arpa. Director: Christian Vásquez. Obras de Montsalvatge y Brahms.
Con el subtítulo “La renovación de lo clásico”, la Orquesta Sinfónica de Navarra (OSN) presentó su sexto concierto de abono de la temporada 2021-2022. Al frente, el director caraqueño Christian Vásquez y como solista, la arpista sevillana Cristina Montes Mateo, coetáneos de 1984.
Renovarse a través de un pensamiento autocrítico fue una tarea que Xavier Montsalvatge, miembro destacado de la ‘generación perdida’ (generación sin rumbo cabría decir), ejerció tanto en su faceta creativa como en la de crítico musical en medios como La Vanguardia o el seminario Destino. En el Concierto-capriccio para arpa y orquesta pueden escucharse atisbos de sus diversas etapas compositivas, que incluyen la combinación de lo atonal y lo politonal, el neonacionalismo español o la influencia de aquello que sucedía en Francia. El compositor gerundense experimentó con la interculturalidad en su etapa ‘antillanista’, influida por su visión de la música proveniente del subcontinente americano.
En la ejecución, Cristina Montes Mateo mostró la diversidad de colores y timbres del arpa sinfónica, además de exhibir usos menos habituales que la obra de Montsalvatge exige, como la percusión o el uso efectista de los pedales. Siempre protagonista, el arpa sonó precisa en la rítmica constante del primer movimiento, transparente en el segundo y tan brillante como una galopa guaraní, que lo es, en el tercero. Trasladar el arpa criolla al género sinfónico, la cita textual en la melodía paraguaya El pájaro campana a la textura orquestal, no debió de ser una decisión fácil para el compositor catalán, ni por los aspectos técnicos ni por los estéticos. Bajo la dirección de Vásquez, clara en el gesto, la OSN y Montes estuvieron brillantes. Como propina, la solista interpretó el bello Viejo Zortzico de Jesús Guridi.
Brahms se encontraba en plena madurez compositiva cuando en tan solo 4 meses compuso la Tercera sinfonía, su “Heroica” en palabras del director del estreno, Hans Richter. El peso que la música de Beethoven ocasionó en la composición musical del XIX determinó que incluso grandes como Brahms dudasen y tardaran en adentrarse en el género sinfónico. Su recepción crítica, vista su obra como un sostén de lo clásico frente a la ampulosidad wagneriana debió influir en el compositor de Hamburgo, que en obras como su tercera sinfonía parece situarse en una delgada línea entre lo clásico y lo romántico. Este equilibro de estéticas exige suma delicadeza, aspecto que la OSN con Christian Vásquez al frente supo mantener.
Escrita en cuatro movimientos, predomina en la obra el constante diálogo entre las tonalidades mayor y menor, creando una alternancia de colores armónicos que parece reflejar la personalidad dubitativa de Brahms, su introversión e inseguridad. La OSN sonó bien ensamblada y profunda, con una sección de metales ampliada a tres trombones al igual que las maderas, con la inclusión del contrafagot. Arropando a la orquesta y otorgando unidad, la sección de cuerda mostró un asentado vibrato. En la versión de Vásquez, que dirigió sin partitura, los músicos se escucharon y conversaron logrando un sonido grande y mantenido, pero a su vez íntimo. En el plano solista, destacaron los solos de clarinete durante toda la sinfonía y su complicidad con la flauta travesera, así como el bello tema de la sección de chelos del tercer movimiento, pero siempre bajo la generosidad del tutti orquestal que predominó frente a lo individual.
Igor Saenz Abarzuza
