PAMPLONA / Juanjo Mena revive la ‘Novena’ de Beethoven
Pamplona. Baluarte. 15-XII-2022. Alfonso Gómez, piano. Orfeón Pamplonés (Igor Ijurra, director). Orquesta Sinfónica de Navarra. Director: Juanjo Mena. Obras de Beethoven.
El debate sobre la música escrita y su conversión a ‘objeto sonoro’ se proyecta en la Sinfonía nº 9 de Beethoven en múltiples posibilidades de volver a vivirla, emulando así los revivals de otros géneros de música. La Novena muestra desde el comienzo su desafío para aceptar la responsabilidad de pasar de su nivel ideacional de la partitura, de su abstracción, a fragmentos musicales temporales cargados de significados, tantos, que al final, aquellos se juntan con la palabra, la Oda de Schiller, en un momento coral que no sería sublime sin los tiempos sinfónicos que la preceden. Por tanto, su interpretación en directo adquiere una relevante dimensión autográfica, en este caso protagonizada por Juanjo Mena al frente de la Orquesta Sinfónica de Navarra (OSN) y el Orfeón Pamplonés. Importante responsabilidad si no se quiere caer en una mera ejecución de la obra, sin interiorizarla y dotarla de nuevas experiencias. Cuando han pasado ya doscientos dos años de su estreno, lo cierto es que se trata de una creación que sobrecoge, emociona y atrae a todo tipo de público, como quedó reflejado en el auditorio Baluarte de Pamplona con lleno absoluto.
Poner en marcha la sonoridad de la Novena precisa de muchísimos detalles, gestos sonoros que por supuesto se acrecientan cuando en el último movimiento surge la unión de la música con el verbo, primero a través de una evocación instrumental del recitativo barroco, después con pasajes entrecortados de diferentes momentos de los movimientos anteriores, finalmente con la exposición del tema coral expuesto en primer lugar por los graves de la cuerda frotada, todo un símbolo de que en esta unión de música y palabra la iniciativa siempre corre a cargo de la primera. El espectador observa durante muchos minutos un coro en silencio e inmóvil, que debe esperar su momento, algo que, sin lugar a duda, genera una tensión mental y corporal contenida. En este sentido, el gran impulso de la orquesta y su potente ‘frenado’ antes del comienzo del barítono es uno de los momentos más emocionantes de la obra, un gesto operístico en medio de una sinfonía. Josep-Miquel Ramón comenzó rotundo y sin dudas este punto de inflexión de la obra, algo fundamental para el desarrollo posterior y final.
La Novena tiene rasgos de estilo que se perciben en sinfonías anteriores de Beethoven. La sorpresa e innovación, manifiesta aquí ya desde el comienzo, con un ‘estiramiento’ musical que en la ejecución de los tresillos y las quintas huecas crea una expectativa solo resuelta en el final de la obra. Por otro lado, los delicados y hermosos contrapuntos del segundo movimiento evocan el estilo concertante a la vez que sobresalen algunos solos memorables de nuestra tradición sinfónica (fagot, clarinete, y timbal destacaron por su precisión rítmica, sonido y expresividad). Solos que igualmente aparecen en el tercer movimiento, donde Beethoven es capaz de crear texturas difusas con las que es difícil prever el final. Por fin, la llegada del coro supone una fusión entre los dos lenguajes con momentos de espectacular potencia, como la primera entrada del coro con el tema principal o la fuga instrumental, fragmentos en los que Beethoven se muestra enorme, tan robusto e inmediato que es difícil sujetar toda la energía producida. El Orfeón Pamplonés, dirigido por Igor Ijurra, comenzó algo dubitativo, pero después fue creciendo en seguridad, intensidad y emoción, demostrando que se trata de una formación que mantiene una calidad muy meritoria.
En conjunto, Juanjo Mena optó por unos tempos que no enfatizaran la diferencia entre los diferentes movimientos, pero respetando el carácter de cada uno de ellos. Sujetó perfectamente el gran empuje del primer movimiento, aflojó el ímpetu del Molto vivace, dejando que la orquesta relajara toda la tensión producida, aligeró el tercer movimiento, dotándolo de un carácter menos introspectivo y produjo toda la intensidad emocional que planteó Beethoven en el coral.
La escucha de una obra como la Novena sería suficiente para la programación de un concierto. Sin embargo, las tendencias actuales condicionan que los programas de abono incluyan alguna obra concertante donde el público pueda deleitarse con la técnica virtuosística. Con esta premisa, buena decisión por parte de la gerencia de la OSN la de comenzar la sesión con el Concierto para piano y orquesta nº 4 de Beethoven. A pesar de la diferencia de años entre el concierto nº 4 y la Novena, existen aspectos que relacionan las dos obras. Su carácter innovador está presente desde el comienzo, un inicio del instrumento solista, rompiendo definitivamente el modelo del concierto clásico. Además, Beethoven optó por un tratamiento menos virtuoso a favor de un mayor diálogo entre piano y orquesta, especialmente en el Andante, momento comprometido para no romper la continuidad de las líneas melódicas. Y, por último, el concierto evoluciona desde el lirismo del primer movimiento, pasando por fragmentos dramáticos, casi operísticos, del segundo, hasta la alegría sublimada de ideas más populares del último movimiento. Alfonso Gómez demostró su gran virtuosismo en los movimientos extremos, destacando la intensidad de su sonido requerida para la música de Beethoven. En su propina bachiana demostró una loable profundidad interpretativa.
Marcos Andrés Vierge
(Fotos: Iñaki Zaldua)