Pablo González: “El beneficio que suponen las orquestas para la sociedad es incalculable”
Pablo González (Oviedo, 1975) es, desde septiembre de 2019, director titular de la Orquesta Sinfónica y Coro de RTVE (OSyC RTVE). Con las ideas claras, optimista, determinado y con una contagiosa energía, el director asturiano se expresa con claridad, vitalidad, sentido común y equilibrio en esta conversación, mantenida, mascarilla mediante, en el recuperado Teatro Monumental durante la segunda semana de la temporada actual, primera que se desarrolla en plena pandemia.
Empezó usted su titularidad al frente de la OSyC RTVE en septiembre de 2019, pero apenas unos meses más tarde vino la pandemia y todo se paró. Supongo que pedirle un balance de su posición al frente de la orquesta es complicado…
Es complicado, sí, pero puedo darle al menos mis impresiones. Cuando llegó la pandemia yo apenas había tenido cuatro semanas de actividad con la orquesta. Habíamos empezado muy bien. En esas semanas, en las segundas partes habíamos hecho Quinta y Décima de Shostakovich, Ivan el Terrible de Prokofiev y Vida de Héroe de Strauss. Creo, aunque esto naturalmente es mi opinión, que fueron cuatro conciertos muy sólidos, y, sobre todo, yo había percibido una muy buena conexión con la orquesta. En ese sentido, el retorno era todo un reto, especialmente con todos los problemas que acarrea tocar con distancia, las grandes mamparas de separación, etc. Era complicado. Pero debo decir que cuando hemos vuelto, he visto que la conexión sigue ahí, y eso me hace muy feliz. Evidentemente, todos, yo también, estamos viviendo una circunstancia que es extraña. Pero estamos tan necesitados de hacer música, de expresarnos, que, aunque la circunstancia sea extraña y parezca paradójico, estas dos semanas que llevamos de la temporada están siendo también muy bonitas y emocionantes. Estamos también haciendo un trabajo que, por así decirlo, sirve para reparar el ADN dañado por estas circunstancias, como es trabajar Beethoven, y la verdad es que estoy muy contento. El balance, en cuanto a cómo me siento con la orquesta, si obviamos ese paréntesis de la primera fase de la pandemia, es muy positivo. Podría decir, eso sí, que me siento más como si estuviera viviendo la segunda parte de mi primera temporada que la primera parte de la segunda. Lógicamente, un balance de la primera temporada, como tal, no se puede hacer, porque nos quedamos a medio camino por la pandemia.
¿Cuál es su impresión sobre cómo se encuentra la orquesta? ¿Cómo se está adaptando a todo este lío? Porque entiendo que debe ser muy complicado…
Sí, es muy complicado. La verdad es que estoy muy contento, porque no sabía qué me iba a encontrar a la vuelta del confinamiento. Aparte de alguna cosa de cámara de pequeño formato, el primer concierto, digamos, más habitual, fue una Cuarta de Mendelssohn en el Palacio Real, en septiembre. Allí la orquesta estaba dispuesta como lo ha estado en el primer concierto de la temporada: maderas en una fila (ahora ya hemos encontrado una manera de situarlas en dos, respetando la necesaria seguridad), cuerda con distancia, mamparas, etc. Y todos nos llevamos una sorpresa en el primer ensayo: era todo muy, muy difícil…
Tanto que hasta la Filarmónica de Viena se negó y no paró hasta dar con un “protocolo” que les dejara tocar sin todos esos obstáculos…
Es muy complicado sí. Pero la verdad es que son grandes músicos y en un par de días aquello fue tomando forma y dimos un concierto muy bueno. También el de la semana pasada[1], ya sabe que la Heroica es una obra de grandísima dificultad. Es evidente, y lo mencionaba usted en la crítica, que hubo desajustes, quizá hasta podría tal vez decirse que alguno más de lo normal. Puede ser. Pero la música que había, el cuidado del fraseo, la comunicación entre los músicos, fueron excelentes. Evidentemente, en algún momento se paga el precio de esas distancias, de esas condiciones especiales en las que hay que tocar. Pero la verdad es que estoy muy contento y sorprendido. Yo también pensé, a priori: ¡Madre mía, a ver qué va a ocurrir! Pero no, lo cierto es que la orquesta se adaptó con rapidez a las condiciones, y de semana en semana se nota que cada vez las cosas funcionan mejor. Yo esta segunda semana ya estoy también más cómodo que la anterior. De hecho, yo les decía a los músicos, medio en broma, pero bastante en serio, cuando nos reencontramos, que tenemos que quedarnos con lo bueno. Y lo bueno es que, cuando pase todo esto, trabajar en estas condiciones durante lo que, por lo que estamos viendo, van a ser bastantes meses, nos va a dejar un grado de cohesión en la orquesta desconocido, porque nos hemos visto obligados a trabajar en unas condiciones que normalmente nunca hubiéramos tenido. Por supuesto esto no quiere decir que nos guste trabajar en estas condiciones, pero es cierto que cuando todo vuelva a la normalidad, las condiciones normales de trabajo nos van a parecer extraordinarias. Les pongo el ejemplo de un ciclista al que le obligas a entrenar la subida del Tourmalet con una mochila de diez kilos…
Y luego le quitan la mochila…
Exacto. Tal cual. Creo que pensar que cuando pase todo esto el nivel al que vamos a disfrutar va a ser aún mayor, también nos ayuda a pasar el trance.
¿Cómo ha llevado estos meses? Hace poco le comentaba a Afkham, con esta misma pregunta, que para un director “puro”, ha tenido que ser muy duro…
Sí, por supuesto que lo ha sido. Los dos últimos meses ya me subía por las paredes. Como loco por hacer de nuevo música con la orquesta, claro. Pero también es verdad que yo tengo dos hijas pequeñas, y esto me ha dado la oportunidad de pasar más tiempo con ellas y disfrutarlas. Nuestra vida habitualmente es de mucho tiempo de viaje, de forma que en esto ha habido dos facetas. A nivel profesional, no poder hacer música ha sido muy duro. A nivel personal, he disfrutado de más tiempo con mi familia.
Y seguro que el yoga y la meditación han ayudado.
Siempre, claro. Estos retos que nos plantea la vida hay que aceptarlos y ver cómo puede gestionarlos uno después. Y para eso el yoga y la meditación siempre ayudan.
Hablando un poco de la temporada 20-21, está estructurada, como la de la Nacional, con un ciclo principal y varios subciclos. ¿Cuál es el espíritu que ha presidido esta programación?
El lema del ciclo principal, Revoluciones musicales, era reunir varias obras clave en la historia, esas que a mi me gusta denominar “cataclísmicas”, en una misma temporada. La Heroica es el ejemplo paradigmático, pero luego también están La Consagración de la Primavera, el Preludio de Tristán e Isolda, algo de Gluck, porque como reformador del género operístico debía estar, y algunas otras cosas como la Fantástica de Berlioz que se ha tenido que eliminar por razones de limitación de plantilla. También estaba Debussy, con Jeux o el Preludio a la siesta de un fauno. Este no se si vamos a poder hacerlo…
Claro, igual que con la Nacional, me pareció ver que el plan era programar un repertorio de plantilla más amplia a partir de enero…
Así es. Tuvimos que tomar una decisión. Cuando pensamos en reconsiderar la temporada, en verano, había que decidir un camino. Cabía reprogramar la temporada entera, pero nos pareció casi una cuestión de fidelidad a nuestro trabajo intentar retocar lo menos posible. Decidimos así reprogramar el primer trimestre y contar con que a partir de enero podríamos recuperar la plantilla normal. Obviamente esto no va a ser posible y ya puedo decir que estamos trabajando en revisar la programación de enero, y seguiremos en esa línea con los meses siguientes en función de cómo evolucione la situación. Es verdad que, pese a los cambios, del primer trimestre hemos podido mantener casi todo. De lo de enero, habrá que ver qué se puede mantener. El ciclo Szymanowski… yo siempre quiero ser muy optimista (risas) y quiero pensar que será posible. Es final de febrero y principios de marzo… veremos. Esto es una lección para todo. Tenemos que ir viendo día a día. No se puede hacer otra cosa. Por otra parte, la verdad es que el repertorio es tan amplio y maravilloso… Hemos tenido la ocasión de escuchar la Música para el funeral de la Reina Mary de Purcell, que, aunque se podía haber programado de todas formas, resulta especialmente apropiado en estas circunstancias. El propio ciclo Sombras y luces, parece muy adecuado en estos tiempos. Esta misma semana tenemos otro programa espléndido en esa línea: Canto fúnebre de Brahms, Muerte de Cleopatra de Berlioz y Quinta de Beethoven. La obra de Brahms, de hecho, es el paradigma del ciclo Sombras y luces, porque empieza y termina en la oscuridad de la muerte, pero transita en medio hacia la esperanza. Estoy muy contento de cómo están quedando estos programas. Alguien comentaba el otro día en una red social que considerar la Heroica una obra revolucionaria no era adecuado y que había que poner a Xenakis o algo así. ¡Pero hombre, hay pocas obras en la historia más revolucionarias que la Heroica!…
Desde luego, yo mismo comentaba en la crítica que es un verdadero portazo a las buenas formas del clasicismo de Haydn y Mozart…
¡Claro! Es tremendo, te paras a pensar lo que se componía un año antes de eso y el cambio que supuso la Heroica es brutal. Y la Quinta también, esos sforzandi seguidos, uno detrás de otro, en cierto modo, ¡es puro jazz! Me hubiera encantado ver la cara de la gente que escuchó la sinfonía por primera vez… el grado de desconcierto que debieron tener al escuchar algo así…
Totalmente. Me recuerda a ese pasaje de la arieta de la Op. 111 en la que el ritmo adquiere un swing ultramoderno que debió dejar estupefacto al personal de la época…
¿Verdad que sí? Un desconcierto total, porque además al desplazar los acentos mucha gente se preguntaría ¿Pero qué demonios está pasando aquí? En fin, volviendo al asunto, yo estoy contento de cómo está quedando. Tenemos ese eje de Revoluciones musicales y luego hay dos ciclos más, uno es el de las Sinfonías de Schumann, que sí vamos a poder mantener felizmente, y otro es el de Szymanowski, que me daría verdadera pena no poder hacer, porque en apenas dos semanas te puedes asomar a esos tres periodos de la creación de Szymanowski: el periodo de influencia wagneriana y straussiana, el periodo de influencia de la música francesa, evidente en el concierto para violín, que además es fascinante, porque primero aparecen las influencias de Debussy y Ravel pero de repente, casi al final, hay un momento casi apocalíptico donde salen a relucir Scriabin y Strauss… y finalmente está la Sinfonía concertante con piano en la que asoma esa faceta más nacionalista, donde él descubre ese amor por la música de su país… son dos semanas en las que podemos ofrecer una visión bastante profunda de un compositor que es un gran desconocido para el público…
Sin duda, se toca muy poco…
Sí, la Sinfonía concertante para piano es una maravilla, y casi no se programa. Y es muy bonito completar estos dos programas, uno con el Preludio a la siesta de un fauno de Debussy y el Dafnis de Ravel, y el otro, justamente por ese guiño straussiano, con el Zaratustra. Luego, como parte de la remodelación de la temporada, diseñamos también ese ciclo de Clásicos y Neoclásicos, que siempre es muy interesante poder hacer. Así que creo que es una temporada muy rica e interesante en cuanto a las sinergias entre los distintos compositores.
Una última cuestión sobre esta temporada. Hace unos días leí en redes sociales una queja que ya es un clásico (en el sentido de que se ha dicho muchas veces, desde hace muchos años) respecto a la programación, concretamente, de esta orquesta, en cuanto a la escasa presencia de la creación contemporánea. Tengo dos preguntas sobre esto. La primera es ¿Qué opina de esta queja? Y la segunda es ¿Cree que una orquesta de radiotelevisión debe, como algunos creen, tener un enfoque diferente, en este sentido, del de otras orquestas sinfónicas?
Estas son muy buenas preguntas. Yo estoy, en principio, de acuerdo con que una orquesta de radiotelevisión debe tener una programación diferente. Si te fijas, en Inglaterra o Alemania las orquestas de este tipo tienen una programación más, digamos, atrevida en este sentido. Pero tenemos que considerar detenidamente nuestro contexto. Porque es muy fácil decir, cojo el manual, que me dice que una orquesta de radiotelevisión debe hacer esto y lo otro… pero hemos de saber muy bien de dónde venimos y dónde estamos. Cuando yo llegué a la orquesta, llevaba fuera de su sede del Monumental más de un año. Como la edad media de los abonados es relativamente alta, desplazarse a ver a la orquesta hasta una sede tan lejana como El Escorial era una auténtica faena, y la cifra de abonados se resintió. De forma que cuando yo llego aquí, lo primero en lo que yo tengo que pensar es en nuestro público. Por supuesto que este incluye todos los que oyen la radio y ven la televisión, pero también a nuestros abonados, porque la orquesta toca aquí, en el Monumental. ¿Quiere esto decir que hay que abandonar la música contemporánea? ¡Por supuesto que no, al revés! ¡Hay que cuidarla! Pero hay que buscar un equilibrio razonable. Si yo programo una semana una integral de Ligeti (que yo estaría encantado, que conste), y la siguiente… qué se yo, un retrato de Gabriel Erkoreka, y la siguiente… tenemos que ver si algo así es viable, con una entrada mínima, en un teatro como el Monumental. El resumen es que estoy de acuerdo con la afirmación genérica de que una orquesta de radiotelevisión tiene que ser atrevida en su programación. Pero no estoy de acuerdo con el diagnóstico de que no nos ocupemos suficientemente, desde esta orquesta, de la música contemporánea. En las circunstancias en las que estamos, claro que apostamos por ella. Lo dije en la presentación. En la temporada, tenemos el Premio Reina Sofía y tenemos obras de creadores jóvenes españoles. Puede que alguien eche algo más de menos, pero es que también están los conciertos extraordinarios. Ahora el 4 de diciembre hay uno con José Luis Temes, dedicado íntegramente a música contemporánea española. La temporada, es una temporada de abono, y en una temporada de abono hay que tener en cuenta a los abonados. ¿Qué intentamos? Buscar un equilibrio.
Mi siguiente pregunta tiene una cierta conexión con el tema del público. La pandemia ha despertado, en algunos círculos, quizá con más intensidad fuera de España, la controversia sobre la viabilidad de muchas orquestas. En el Reino Unido se habla directamente de más que probables “fusiones orquestales”. Para echar más leña al fuego, Ivan Fischer reflexionó críticamente sobre el futuro de las orquestas sinfónicas en un interesante webinar organizado este verano desde la escuela Hans Eisler en Berlín. Fischer venía a concluir que el futuro no era esperanzador si las orquestas no acometían un cambio profundo de su modelo. Una orquesta como la de RTVE, al servicio de la cadena pública de radio y televisión, no debería ver comprometida su supervivencia, pero ¿Cómo ve usted el panorama, teniendo en cuenta, además, la coyuntura económica problemática que se avecina?
En primer lugar, hay que tener en cuenta que la situación del Reino Unido es muy diferente. Allí las orquestas funcionan por autogestión, los músicos no tienen un sueldo como tal. Un músico de la Sinfónica de Londres cobra por lo que toca. Si no toca… no cobra. Es un modelo completamente diferente. Y las condiciones económicas de los músicos en el Reino Unido, comparadas con las de Alemania, e incluso con España, son peores. Ya eran peores antes de todo esto. De forma que la crisis les afecta más porque ya partían de una situación más vulnerable. Aquí tenemos la suerte de tener un gran apoyo público. El gran fallo es que falta la Ley de Mecenazgo, que todo el mundo pide, pero nunca llega, gobierne quien gobierne. Y eso es una pena. El tema de si vamos a poder sobrevivir con este modelo se me escapa por una razón: yo en economía soy muy malo, no sé lo que va a pasar. Hay quien dice que esto puede ser como el crack del año 29 o peor… no sé. En lo que a mí concierne, yo estoy en ver qué podemos hacer nosotros, a nivel artístico. Tenemos, desde luego, que diversificar nuestra actividad. Hacer nuestra temporada sí, pero también conciertos con formato diferente, como la Leyenda del Fauno que acabamos de hacer con Andreas Prittwitz, porque atraer a nuevos públicos es muy importante. Por supuesto hay que estar presente en las emisoras de RTVE, y sacar el máximo partido a esa presencia. Y naturalmente, y lo estamos haciendo ya, estar cada vez más presentes en redes sociales. Hoy en día es imprescindible. A partir de ahí, no quiero aventurarme a predecir el futuro. No lo puedo saber y además reconozco mi ignorancia en el tema económico. Está claro que va a haber recorte presupuestario. Pero hay que recordar la crisis de 2008. Hubo orquestas como las de Murcia y Granada que estuvieron a punto de desaparecer. Pero no lo hicieron. Y si en aquellas circunstancias no desaparecieron, ¿por qué habrían de hacerlo en estos? En aquella ocasión, los políticos escucharon y entendieron que las orquestas eran un bien social y cultural muy importante que no se debía tocar. De forma que yo, en este contexto, confío en que, si se llega, ojalá que no, a una situación parecida, nos demos cuenta de que, aunque presupuestariamente puede suponer un esfuerzo, el beneficio que tienen para la sociedad es incalculable, porque nosotros somos humanos, entre otras razones, por cosas como estas. Así que yo, en eso, soy optimista, pero ya se habrá percatado de que yo, en general, soy una persona optimista.
Tomando el hilo de la diversificación y de los nuevos públicos, y también derivado del hecho de que el otro día tomara el micro para explicar al público brevemente la esencia de la Heroica, ¿tiene pensado algún tipo de plan de divulgación, de captar nuevo público con alguna estrategia divulgadora?
Bueno, estamos trabajando con la gerencia justamente en esos conciertos de formato diferente en los que podamos dirigirnos a otro público, porque nos parece muy importante. En cuanto a lo de tomar el micro y explicar brevemente el contexto de la obra, es la tercera vez que lo hago, y el feedback de los abonados ha sido siempre que lo reciben muy bien. Evidentemente yo sé que para el público más informado quizá no le aporte, incluso puede que alguno diga “Pablo, ¿cómo nos cuentas esto?”, pero yo creo que a mucha otra gente si le puede aportar, e incluso a muchos de los que ya conocen y aman esa música, tampoco les pasa nada por escuchar ese contexto de nuevo. Que te recuerden esa grandeza de alguien como Beethoven nunca está de más. No lo hago sistemáticamente, pero en determinadas ocasiones me parece oportuno y creo que también es una manera de acercarse al público, de mostrar una cercanía que el público siempre agradece. Les haces también un poco partícipes del proceso…
Sí, recuerdo hace muchos años algunos ensayos generales (con público) de esta orquesta, como aquel, memorable, en el que López-Cobos diseccionó la (para la mayor parte del público español) entonces desconocida Octava de Bruckner… ¿Y están considerando utilizar el medio televisivo para una labor de este tipo?
Este tipo de cosas siempre está presente en las conversaciones. Ahora mismo no hay nada definido, pero es una de las cosas que está sobre la mesa. Estamos en una fase en la que hemos de ser creativos.
El otro día me pareció apreciar que tiene usted una conexión muy cercana con los músicos de la orquesta. Dan la impresión de ser un equipo muy cohesionado. En este sentido, uno piensa cómo ha cambiado la relación director-orquesta de cincuenta años para acá. Uno recuerda a los Reiner, Szell… que inspiraban auténtico terror…
Y si te vas a Toscanini no te cuento…
Claro. En este sentido, ¿cómo se siente usted? ¿cómo siente esa relación director-orquesta?
¡A mí me encanta vivir en el año 2020! (risas). Además, yo me he criado musicalmente en Inglaterra. Ellos son muy tradicionales, les gusta mucho el boato, etc. Pero a la hora de trabajar, son bastante horizontales. En España, y en otros países de Europa, hace años, el director tenía la consideración de maestro. Pero en Inglaterra, donde yo estudiaba hace veinte años, en los ensayos de la Sinfónica de Londres, a Sir Colin Davis le llamaban “Colin”. No solo es que no le llamaban maestro, es que le quitaban hasta el “Sir”. Le trataban con mucho respeto, desde luego, pero sin tanta formalidad. Con Simon Rattle ocurría igual. A mí me llamaba mucho la atención, porque aquí seguimos con el “maestro”. Yo me canso de decir que no me llamen maestro, a veces ya hasta se me olvida repetirlo. Yo me crie con ese paradigma: el director tiene un rol diferente, porque ejerce un liderazgo, pero por lo demás, es un compañero más. Con un rol diferente (resaltándolo), pero un compañero más… (insistiendo) aunque con un rol diferente. La sociedad en eso ha cambiado mucho. Soy de los que creen que el respeto que me puedan tener mis músicos me lo he de ganar también. A mí me gusta que haya cercanía, porque en realidad, para que haya un buen concierto, he de convencerles de que esa idea que he traído esta semana es genial.
Además, teniendo en cuenta que el tiempo de ensayo se ha ido recortando, el tiempo que tiene para convencerles es cada vez menor…
Sí, y creo que tiene mucho que ver con que los músicos sientan también que tienen confianza por parte del director. Antiguamente, ese perfil del director autócrata lo que generaba era la impresión de que no se fiaba, insistía una y otra vez, incluso con maltrato, porque había maltrato, permitido por la sociedad, que en aquellos momentos era otra. Había un maltrato hacia el músico, no hay más que ver videos de Celibidache o Toscanini. Ahora se trata de encontrar ese equilibrio. Por un lado, tú debes tener una idea clarísima. Y clarísima es clarísima. Pero el músico ha de sentir que le das ese espacio para que él se exprese también. Cuando un director tiene las ideas claras, evidentemente (señala la mano con una imaginaria batuta) es el que lleva, el que tiene el control. Pero si eso lo tienes en tu cabeza, en la música que tienes dentro de ti, y en el trato eres una persona amable, respetuosa y que aprecias las aportaciones de los músicos… creo que ahí se genera un caldo de cultivo maravilloso para un gran concierto. Porque al final, los que tocan son ellos. Yo siempre se lo digo a los directores jóvenes: puedes tener una idea muy clara, e insistir en ella una y otra vez. Pero si por tanto insistir acabas haciendo que el músico esté incómodo, el concierto ya no va a ir bien. Porque ¿quién toca el concierto? Los músicos, luego tienes que convencerles. No lo puedes imponer. Antiguamente podía funcionar la política del miedo: “no estoy a gusto, pero como no haga esto… me echan”. Pero eso no funciona hoy en día. Esa herramienta ya no la tenemos, y yo me alegro de que no la tengamos. Entre otras cosas porque me he dado cuenta de que no es necesaria. Aún escucho de vez en cuando en alguna orquesta que busca un titular… el típico comentario: “es que aquí nos hace falta mano dura”. Me hace gracia, porque es posible que eso pueda dar resultados a corto plazo, pero en realidad eso no cambia el grupo. Yo siempre pienso que, cuando me vaya de Madrid, cuando termine mi contrato, la orquesta sienta que, tras los años de trabajo conmigo, tiene más confianza en ella misma, que los músicos sientan más confianza en sí mismos, porque esa será la forma en la que toquen mejor. El resto ¿para qué sirve? Solo es una medida coercitiva.
Totalmente, todos los estilos de liderazgo dan resultado. Todos. La clave es sopesar cuánto dura ese resultado. El autocrático probablemente funcione a corto plazo, pero en el largo…
Esa es la clave. Es muy interesante esto que dice. La palabra clave es la motivación. Para que el músico tenga un alto desempeño, la clave es que esté motivado. Y para eso, hay que dejar que se exprese. Por supuesto has de atraerle a tu idea, pero a la vez, dejar que se exprese.
Rafael Ortega Basagoiti
[1] La entrevista tuvo lugar pocos días después del primer concierto de la temporada, en cuya segunda parte se interpretó la Heroica de Beethoven.
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