OVIEDO / ‘Coronis’, una iniciativa redonda y un espectáculo mayúsculo
Oviedo. Teatro Campoamor. 20-IV-2024. Giulia Bolcato, Isabelle Druet, Cyril Auvity, Anthea Pichanick, Fiona McGown, Marielou Jacquard, Caroline Meng, Brenda Poupard, Olivier Fichet. Le Poème Harmonique. Dirección musical: Vincent Dumestre. Dirección escénica y coreografía: Omar Porras. Coronis.
En Oviedo, los melómanos aficionados al teatro lírico estamos de enhorabuena: hemos asistido a la única representación escénica que se ha realizado en nuestro país de Coronis, zarzuela barroca atribuida al compositor español Sebastián Durón. Se trata de una producción del Théâtre de Caen (Francia) en coproducción con el Teatro Nacional de la Opéra-Comique de París, la Ópera de Lille, la Ópera de Rouen, la Ópera de Limoges y una de las orquestas de referencia en repertorio de esta época, Le Poème Harmonique. Si bien se había reestrenado en nuestra época actual en el Auditorio Nacional de Música de Madrid en 2019 en versión de concierto, por parte francesa se decidió ponerla en escena estrenándola en noviembre del mismo año en Caen, desde donde empezó una serie de representaciones en Francia, y culminó en 2022 en la Opéra Comique parisina con cuatro representaciones en febrero de 2022.
Nuestro Teatro Real la programó en versión de concierto en 2023 — y únicamente dos veces—, pero hemos tenido que esperar a la iniciativa de un teatro mediano, como el Teatro Campoamor, para que el público pueda disfrutar de la obra de uno de los compositores más importantes de la historia de la música española en un espectáculo completo y, además, redondo. Sin duda, es una iniciativa valiente, pero absolutamente necesaria, en la línea del compromiso por la recuperación del patrimonio musical lírico español que se está llevando a cabo en esta ciudad, tanto desde su temporada de ópera —donde se programaron Goyescas, de Enrique Granados, y el Retablo de Maese Pedro en el centenario de su estreno, de Manuel de Falla, esta temporada—, como en la incorporación de títulos olvidados en su temporada de teatro lírico español: Adiós a la bohemia y, ahora, Coronis.
Coronis, decimos, es una apuesta valiente porque ofrece una música alejada de nuestras tradiciones líricas de los últimos dos siglos. El público aficionado al teatro no suele estar al tanto de las convenciones musicales, ni del lenguaje, del barroco español, y, si lo hace, solo lo ha escuchado a través de conciertos. Pero esta propuesta nos ha regalado la oportunidad de disfrutar, no solo de una versión depuradísima en lo musical, sino de la dramaturgia propia de nuestro patrimonio histórico, a través de una narración en que se mezclan personajes mitológicos como Apolo, Neptuno, la ninfa Coronis, el monstruo Tritón, y seres “reales” como los graciosos, las damas y el barbas (en este caso, representado por el personaje del adivino Proteo). A pesar de que el teatro no estuvo lleno –era la segunda función–, hubo una afluencia muy notable, con el patio de butacas, plateas y primeros palcos prácticamente cubiertos.
Llamada “zarzuela”, a pesar de ser completamente cantada, cuando se escribe alrededor de 1705, se diferencia claramente de la ópera en sus convenciones, como apunta el musicólogo recuperador de la partitura Raúl Angulo. Sebastián Durón se mantuvo cercano a la tradición española manteniendo, como ocurre en este caso, coros a cuatro y tonadas, utilizando la música para subrayar los momentos más importantes de la acción, algo que no ocurría en la ópera italiana, basada fundamentalmente en la sucesión de arias solistas.
Lo más destacable de la propuesta que se ofreció en el Teatro Campoamor es la visión unitaria de música y escena: la interrelación y el trabajo al detalle entre orquesta, cantantes y propuesta escénica la pudimos disfrutar de principio a fin. Ha sido destacable el fino empaste entre las distintas voces, y entre ellas y la orquesta, y el cuidado con que se reflejan las ideas musicales y escénicas en todos los planos. La historia narra la diatriba de la ninfa Coronis, quien es pretendida por Tritón y, finalmente, es salvada por Apolo. Apolo y Neptuno, mientras tanto, luchan por el control de Flegra. Finalmente será la diosa Iris quien zanje esta cuestión otorgando a Coronis la facultad de que elija al vencedor, y esta elige a Apolo.
Destacamos el esfuerzo que hace la propuesta escénica por subrayar la gracia y la diversión del libreto presentes en los personajes “reales” (Menandro y Sirene, principalmente), pero que también se extiende a la tragedia principal narrada por los personajes mitológicos, todos ellos acompañados de bailarines y acróbatas. El colombiano afincado en Renens (Suiza), Omar Porras, ofreció un divertido proyecto de estilo barroco con fuertes contrastes de luz, candilejas y aparato escénico colorido y funcional acompañado por pirotecnia, que, si bien, se apuntaba en el programa a que por cuestiones de seguridad no se podría utilizar, finalmente sí pudimos disfrutarla. Los fuegos artificiales contribuyeron a un mejor efecto en la aparición de dioses, marmita y celebraciones, en una fantástica recreación de la escena barroca. El maravilloso y colorido vestuario de Bruno Fatalot contribuyó a sumergir al público en el mundo mitológico. El resultado fue un espectáculo muy atractivo y dinámico.
La orquesta, desde un trabajo depuradísimo, ofreció bellos e interesantes cambios tímbricos en el uso de cuerda, ya sea frotada o pinzada, contrastantes con el uso del arpa, la guitarra o el clave. Al mismo tiempo, sorprendían los dulces sonidos de la familia de la flauta de pico, los penetrantes oboes y fagot, así como el órgano portativo. Una delicia para los sentidos. El acompañamiento a los cantantes fue modélico, con una atención siempre detallada a la retórica barroca presente en los contrastes melódicos, cromáticos y/o tonales que acompañaban al texto en palabras como “morir” y sus derivaciones. Los ritmos españolizantes, acompañados de percusión típicamente española (castañuelas y pandereta) así como el uso de tambor resaltaron los ritmos de hemiolia en momentos instrumentales y corales.
Los cantantes son especialistas del repertorio barroco, lo que fue patente y se agradeció. Destacó Isabelle Druet como Tritón, quien, sobre todo a partir de la segunda jornada, nos ofreció algunos de los mejores momentos musicales, como la interpretación de “Yo muero, ¿qué es esto?” o el aria “Ya, sacros cielos”. Este terrible personaje que aparece al comienzo de la zarzuela se redime absolutamente con la magistral interpretación intimista y dolorida del final. La protagonista, Giulia Bolcato, quien interpreta a Coronis, mostró un bello timbre, unificado y redondeado, con dominio de la coloratura. Cyril Auvity, el único personaje protagonista de registro grave, hizo un buen trabajo musical y actoral como Proteo. Marielou Jacquard como Apolo tenía uno de los roles más difíciles, con profusión de pasajes virtuosísticos que en alguna ocasión quedó deslucido por la falta de inteligibilidad. Caroline Meng (Neptuno), Fiona McGown (Sirene) y Anthea Pichanik (Menandro) realizaron un muy buen trabajo. También estuvieron bien Brenda Poupard en su rol de Iris y Olivier Fichet como Marta.
Miriam Perandones
(fotos: Alfonso Suárez)