OVIEDO / ‘Bohème’ sin pena ni gloria
Oviedo. Teatro Campoamor. 12-XI-2021. Puccini, La Bohème. Alessandro Scotto Di Luzio, Simona Mihai, Javier Franco, David Lagares, David Menéndez, Vicente Esteve Corbacho, Elena Sancho Pereg. Coro Intermezzo. Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias. Director musical: Corrado Rovaris. Director de escena: Emilio Sagi.
La Bohème ha sido el nuevo título presentado en el Teatro Campoamor —ya con un aforo completo— en una producción de la Ópera de Oviedo del año 2000 a cargo de Emilio Sagi, en la segunda propuesta del asturiano en lo que va de temporada operística tras su Nabucco del mes de septiembre en las mismas tablas. La elegancia, belleza y funcionalidad de la escena, diseñada por Julio Galán, otorgan un aire fresco —paradójicamente dada las “modernidades” de algunos directores de escena— a una producción que se ha convertido ya en un clásico.
Precioso sin duda el segundo acto, ambientado a las puertas del Café Momus con un Barrio Latino en ebullición, lleno de vida y color, a pesar de que se aprovechara el momento para mostrar una manifestación del Mouvement de Libération des Femmes (MLF) con sendos carteles reivindicativos, fuera de contexto en la ópera de Puccini y también de la visión de Sagi pues, aunque este traslada la acción a la década de los 60 del pasado siglo —nadie lo diría salvo por el cardado moño de Musetta—, el mencionado movimiento no se origina hasta 1970.
Los protagonistas de la obra, Alessandro Scotto Di Luzio —quien sustituía al previsto Antonio Corianò— y Simona Mihai, mantuvieron muy poca química en escena, lo que restó enteros a una de las historias de amor más hermosas y trágicas de la literatura operística. El tenor mostró una tensión corporal y facial constante y poca desenvoltura dramática; no emocionó en la maravillosa aria de Rodolfo Che gelida manina y tampoco nos regaló el agudo final en su dúo con Mimì del primer acto. La soprano, por su parte, estuvo más acertada en escena que su partenaire, pero su voz, aunque correcta, tampoco epató.
Sin embargo, Javier Franco se movió como pez en el agua en su papel de Marcello, con una voz muy natural y bien timbrada. También fue afortunada la interpretación de David Lagares como Colline, luciéndose en su aria del cuarto acto, Vecchia zimarra. David Menéndez fue un adecuado Schaunard y Vicente Esteve Corbacho puso intención en su doble papel de Benoît y Alcindoro. Elena Sancho Pereg, con una voz fresca y ligera, dio vida a una Musetta pizpireta y jovial.
La versión musical de Corrado Rovaris pasó sin pena ni gloria ante una Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias que en ocasiones desbordaba su sonido por encima de los cantantes y tuvo algunos momentos poco afortunados, como en el primer encuentro entre Mimí y Rodolfo y el final del segundo acto. El Coro Intermezzo, por su parte, actuó a un buen nivel.
Nuria Blanco Álvarez