OVIEDO / ‘Anna Bolena’: Un estupendo inicio de temporada
Oviedo. Teatro Campoamor. 7-IX-2024. Sabina Puértolas, Nicola Ulivieri, Maite Beaumont, John Osborn, Carlos Daza, Marifé Nogales y Moisés Marín. Dirección musical: Iván López-Reinoso. Dirección escénica: Emilio López. Vestuario: Naiara Beistegui. Iluminación: Alfonso Malanda. Donizetti: Anna Bolena.
La Ópera de Oviedo abre con Anna Bolena una temporada que podríamos llamar “clásica” y que plantea pocos retos para el público: además de la obra de Gaetano Donizetti, la Fundación incorpora Il barbiere di Siviglia rossiniano, Aida de Verdi y Le nozze di Figaro del maestro salzburgués. La ópera más comprometida es Arabella, de Richard Strauss, compositor poco frecuente en las tablas asturianas, que además aparece con una de sus obras menos representadas. Anna Bolena, a pesar de ser la obra que encumbró a Donizetti en 1830 y que tuvo un éxito internacional inmediato -se representó rápidamente en París y en Londres-, se había olvidado hacia finales del siglo XIX, pero se recuperó a mediados del siglo XX. No obstante, no goza del predicamento estelar otros títulos canónicos del compositor, como L’elisir d’amore, representada innumerables veces en todo el mundo cada temporada. En Asturias se había escuchado Anna Bolena por última vez hace 24 años, por lo que es de agradecer la propuesta de esta ópera cuya interpretación es regular, pero no frecuente, en los teatros europeos.
Se trata de la primera de las cuatro óperas que Donizetti escribió vinculadas al tema de la casa real inglesa de los Tudor, y Anna Bolena, junto a las protagonistas de María Estuardo (1834) y Roberto Devereux (1854) se considera que conforman “las tres reinas de Donizetti”. En Anna Bolena el compositor colabora con Felice Romani, uno de los dramaturgos más importantes de su tiempo, y autor, como es sabido, de los libretos de Norma y La sonnambula de Bellini, o de Lucrezia Borgia del propio Donizetti. La ópera es una obra redonda: sostiene el interés dramático y musical de principio a fin a pesar de las más de tres horas de duración, en un melodrama romántico con trágico final de la protagonista. El argumento nos muestra la caída en desgracia de la reina Anna Bolena, despreciada por su esposo, un malvado Enrique VIII que entreteje un plan para llevar a la muerte a Anna y poder casarse con quien ya es su amante, Giovanna Seymour, dama de compañía de la propia reina.
Donizetti, al igual que Rossini y Bellini, cooperó con los cantantes que interpretaban sus óperas, y las interacciones con ellos determinaron su estilo. Gran parte de la partitura fue compuesta durante el mes que Donizetti pasó en casa de Giuditta Pasta, la gran soprano italiana de registro amplísimo y de timbre oscuro. Parece más que probable que la cantante hiciera muchas aportaciones al rol de Anna, que interpretó con enorme éxito. Esta colaboración tuvo como consecuencia una partitura de dificultad extrema para el rol de la protagonista, muy exigente a nivel virtuosístico y también expresivo, cuya cima es la última escena en la que el personaje pierde la razón. En Oviedo ha sido Sabina Puértolas la encargada de llevar a cabo este papel, y lo ha solventado de forma sobresaliente. Esta cantante, que había inaugurado la anterior temporada ovetense como Manon con enorme éxito, repite triunfo. Dado el enorme peso y exigencia de la obra, la primera cavatina con la que se presenta en el primer acto, Puértolas se reservó ligeramente, pero mostrando su dominio de la coloratura y un bellísimo color en los distintos registros que en este número van desde un Do sobreagudo a un mi central en apenas medio compás. Los sobreagudos, un poco abiertos al inicio, fueron cogiendo cuerpo a según avanzaba la ópera, y ofreció al final una sobrecogedora scena ed aria (“Oh! chi si duole?”/ “Al dolce guidami castel natio”). Su interpretación mereció la ovación final del público.
El otro gran triunfador de la noche fue el tenor estadounidense John Osborn en el rol de Percy, quien ofreció una bella interpretación con su voz potente, homogénea y bien timbrada. El resto del elenco estuvo también a un magnífico nivel. Maite Beaumont hizo una fantástica Seymour, aunque en algún momento se echó en falta algo más de potencia. Nicola Ulivieri, incorporado a ultimísima hora sustituyendo a Javier Castañeda, realizó un gran Enrico VIII. Marifé Nogales estuvo estupenda en su rol de Smeton con una voz oscura y ligera, Carlos Daza cumplió bien su papel como hermano de Anna y Moisés Marín hizo un buen Hervey.
La Oviedo Filarmonía dedicó el estreno a la violinista de la orquesta recientemente fallecida, Ana Aguirre. La orquesta estuvo magníficamente dirigida por Iván López-Reinoso, quien ofreció una dirección estable, acompañando en todo momento las voces, y ofreciendo bellos contrastes entre los momentos íntimos y los dramáticos, como la tormentosa escena en el acto tercero en que un magnífico coro femenino se lamenta por la situación de Anna (“Chi può vederla”). Destacaron los concertantes. La orquesta comenzó con algún problema de afinación que solventó a lo largo de la ópera. También es reseñable la excelente labor del coro, especialmente el de las mujeres.
La propuesta escénica de Emilio López, tal como él mismo explica en el programa, utiliza la metáfora del ajedrez para simbolizar los juegos de poder. Aunque parte de una premisa interesante, la escena no se acomoda bien puesto que la utilización de figuras blancas/doradas y negras se utiliza para señalar el cambio de una reina por otra, obviando que en el ajedrez hay dos “reinos” completos. Tampoco se entiende la elección de algunas piezas para describir a los personajes: mientras que los peones (corte), rey y reina son evidentes, la elección de otras no queda clara. Tampoco ayuda un vestuario que utiliza la moda del siglo XVI unida a las piezas de ajedrez que en algunos casos no está bien resuelto. No obstante, la escena, que utilizó continuamente proyecciones, ofreció momentos de gran belleza, como las flores de la habitación de Anna Bolena, el bosque en el primer dúo entre Percy y Rochester, o el coro femenino con que empieza el segundo acto (“Dove mai ne andarono”) en colores oscuros y con una nube sobre sus cabezas.
La obra gustó mucho al público de la primera función, que ovacionó al elenco y aplaudió la propuesta escénica. Es un muy buen comienzo de temporada.
Miriam Perandones Lozano