OPORTO / Revoluciones musicales II

Oporto. Casa da Música. 23-IV-2023. Piet Van Bockstal, oboe. Remix Ensemble. Orquestra Sinfónica do Porto. Digitópia, electrónica. Directores musicales: Lucas Vis y Stefan Blunier. Obras de Bruno Maderna, Pierre Boulez y Karlheinz Stockhausen.
Asomado, en la mañana del 23 de abril, a las almenas del castillo de Santa Maria da Feira, contemplaba el bellísimo bosque que rodea a esta fortificación medieval ubicada en el distrito portugués de Aveiro: una tupida masa arbórea fruto de sucesivas generaciones cuyos cuidados han dado lugar a una radiante diversidad de especies, hoy superpuestas conformando una armonía de verdes para los cuales, como cada primavera, nuestros diccionarios se antojan insuficientes.
Observando el resplandor de sus hojas, establecía paralelismos entre dicho bosque y el de la historia de la música: esa floresta —parafraseando a Luigi Nono— cheja de vida que en los auditorios de la península ibérica presenta una pertinaz desertización en ciertos periodos históricos; destacadamente, a partir de una Segunda Escuela de Viena que parece la frontera de lo inasumible para la mayor parte de los programadores que campan por estos pagos, sesgando semejante riqueza estética.
La Casa da Música de Oporto es una de las escasísimas excepciones al respecto: un auditorio en el que cada año florecen todos los estratos del bosque de la música, incluidas las obras más avanzadas de la segunda posguerra mundial. Ésas en las que el festival Música & Revolução ha puesto en 2023 el foco, dentro de un Año de Alemania que nos ha invitado a repasar, del 22 al 26 de abril, el hervidero de modernidad que fueron los Darmstädter Ferienkurse.
Árbol prematuramente talado por la más implacable de las segadoras: esa muerte que se llevó, precisamente en Darmstadt, a los 53 años de edad, al veneciano Bruno Maderna. En la segunda jornada de Música & Revolução pudimos escuchar su Concierto nº 1 para oboe y ensemble (1962-63), página enraizada en la proteica estela de Anton Webern, en cuya interpretación el director holandés Lucas Vis insistió, al frente del Remix Ensemble, en la construcción de sus células y cristales, que hizo evolucionar y resplandecer por el conjunto instrumental desde las mínimas señales del oboe, apenas un intervalo complejamente articulado; esta noche, el también neerlandés Piet Van Bockstal, que manejó hasta tres instrumentos para, pese al laconismo de sus materiales, exponer una paleta cromática hilvanada hasta sus más nimios resquicios, al modo de los mejores miniaturistas flamencos.
Dentro de la global contención armónica de este Primer concierto para oboe, los cuatro percusionistas del Remix desataron lo más extremo a nivel tímbrico, así como las dinámicas más realzadas: el lado más expresionista de Bruno Maderna, aunque de un modo, en general, sublimado, regresando una y otra vez a una delicadeza nocturnal: toda una reformulación de las serenatas italianas filtradas por el rigor de Darmstadt, aspecto en el que Lucas Vis se ha mostrado implacable.
Asimismo inmersa en esa dialéctica de laconismo y brotes de contenida floración, la sección final de quinteto de cuerda se convirtió en uno de los momentos más mágicos y hermosos de Música & Revolução, con su suspendido estatismo, mantenido por el Remix cual textura electroacústica sobre la que Piet Van Bockstal ha ido emergiendo, de forma impresionante en su refinamiento respecto a la cuerda y a una percusión que, con sus glissandi en las membranas y sus ecos bartokianos, ha puesto un contrapunto de verticalidad frente a las tan horizontales cuerdas del Remix.
Como siempre que escuchamos la música de Bruno Maderna así de bien interpretada, no podemos dejar de sentir el dolor ocasionado por su prematura muerte: la de un ser humano que, aquéllos que lo conocieron (incluido el propio Lucas Vis, que fue asistente del veneciano) califican de excepcional, como lo fue su reveladora dirección orquestal o sus partituras: punto de encuentro entre el norte y el sur de Europa.
El segundo compositor del programa también fue director, así como orquestador de algunas de sus propias obras. Nos referimos a Pierre Boulez, de quien el 22 de abril se programaron cinco de sus Notations (1945) en versión orquestal a cargo de la Orquestra Sinfónica do Porto (OSP). Un día después, fueron los doce originales pianísticos los que escuchamos, si bien filtrados a través de la instrumentación para ensemble realizada en 2011 por Johannes Schöllhorn, compositor muy vinculado al Remix, pues fue este ensemble el que llevó al disco compacto otra de sus piezas metamusicales, las Anamorphoses (2001-10) a partir de Johann Sebastian Bach (Printemps des Arts de Monte-Carlo, 2016).
No tan sesudas y férreas como las orquestaciones del propio Boulez, las Notations en manos de Schöllhorn sí resultan más imaginativas y contrastantes, abriendo nuevos mundos en cuanto a ritmo y timbre que las hacen más ricas, lo cual no esconde las deudas históricas de estas páginas con Anton Webern, como escuchamos en la tan ascética Notation I. También concisa resultó, en la interpretación del Remix, la segunda, sin alcanzar el frenesí de la versión orquestal. En la tercera ha dejado Lucas Vis entrever la estela del opus 9 de Arnold Schoenberg; mientras que en la cuarta ha apostado por unas síntesis tímbricas quizás más propias del Boulez de sur Incises (1996-98), con sus explosiones de sonido tan controladas. En nuevo contraste, en la Notation V ha reforzado Vis el tenuto, ligando de forma muy suspendida al Remix: niebla musical que parece carente de tiempo, en la que apenas dos notas en el piano y otra, para tramar un acorde, en el trombón, crean un mundo propio, en la más pura estela serial.
La Notation VI nos devuelve, en esta revisión de Johannes Schöllhorn, al Boulez más puntillista, repleto de señales internas que el Remix ha convertido en un mecanismo de extrema concisión. La séptima ha sonado en Casa da Música de forma crepuscular, tanto en el pedal del piano como en las sordinas de trompeta y trombón, revertiendo los pulsos previos desde unas dinámicas más sombrías y apagadas. La Notation VIII deshace ese apagamiento, con un vibráfono que remeda a un piano cuyo impulso se suma para expandir al Remix. En la novena pieza, apenas dos notas, un intervalo construido por contrabajo y piano, suministran a Lucas Vis un punto de apoyo para mover todo este mundo dodecafónico, insuflando expresividad desde su inicial estatismo, lo que nos pone en la estela de la marcha fúnebre de los Sechs Stücke opus 6 (1909) de Anton Webern; especialmente, en los ritmos sincopados de bombo y piano: perturbadora belleza de texturas resonantes.
En otro cambio de estilo, la Notation X ha sonado en Oporto sucinta y seca; mientras que la XI se ha convertido, desde el teclado de Jonathan Ayerst, en todo un concierto para piano, reforzado el solista por la marimba frente a un ensemble más estático. Como fin de trayecto que es, Schöllhorn convierte a la Notation XII en todo un sumatorio de las precedentes, así como en la de mayor aliento orquestal, con gran presencia de un Jonathan Ayerst que parece desvelar progresivamente la forma pianística original: una vuelta a los orígenes en el teclado, hasta que el bombo convierte el puntillismo bouleziano en masa, textura y eco, en una sustancia reverberante que, como las propias Notations —cualquiera que sea su forma o revisión—, trasciende el tiempo, como lo ha hecho en la impecable versión del Remix Ensemble y Lucas Vis.
La segunda parte del concierto volvió a contar con la Sinfónica do Porto, que en la Sala Suggia nos condujo al universo electrónico-orquestal de la tercera región de Hymnen (1969), partitura que ya habíamos escuchado en el que fue primer Año de Alemania en Casa da Música, el 21 de marzo de 2015; entonces, con Brad Lubman en la dirección. En 2023 ha sido Stefan Blunier quien se ha puesto al frente de una exigente partitura de la que, como en Maderna y en Boulez un día antes, ha salido triunfante, al igual que su orquesta: una OSP que ocho años después muestra mayor precisión en su lectura de semejante mapa tímbrico e hipercomplejo entramado rítmico como en el que Hymnen nos atrapa. Así pues, no se lo pone fácil Stockhausen al director, a lo que hemos de sumar la coordinación con el enorme aparato electrónico que se infiltra y espejea con el tejido orquestal: algo que exige una atención constante a los músicos y una enorme delicadeza en la proyección electrónica, nuevamente rodeados en la Sala Suggia por una red de altavoces a cuyos mandos los técnicos de Digitópia han rubricado la excelencia de esta plataforma portuense de música digital.
De nuevo, la OSP ha recalcado la vibrante plenitud que Hymnen despliega, con su crisol de himnos, que van del soviético (protagonista de la tercera región) al estadounidense o al español, además de fragmentos de folclore, conversaciones y demás sonoridades que concentran el mapa acústico de los años sesenta: momento histórico que basculaba, como lo hace Hymnen, entre el optimismo y el temor, en plena Guerra Fría. Contrabajos, metales y unas maderas que se convierten en un calidoscopio musical que filtra y transforma dichos himnos, fueron algunas de las secciones más destacadas de una OSP cuya amplificación le otorga cierto carácter irreal, aunque es éste un puente idóneo para empastarla con la estupenda proyección electrónica dispuesta por Digitópia, sumando otro momento para el recuerdo en este tipo de obras espacializadas, como los vividos otrora en Casa da Música con No hay caminos, hay que caminar (1987), de Luigi Nono; Lichtung III (2006-07), de Emmanuel Nunes; Concertini (2005), de Helmut Lachenmann; o Atlantis (1995), de Péter Eötvös, entre otras.
Son propuestas tan raras como necesarias en unas programaciones orquestales cada vez más infestadas de clásicos populares, cumbias, pop, paridades forzadas y demás imposiciones ideológicas que, sin embargo, no dan cabida a una de las floraciones más deslumbrantes en la historia de la música: la de la Escuela de Darmstadt. Mucho me temo que, para seguir conociendo las grandes revoluciones musicales de la historia, nos tendremos que seguir acercando, cada primavera, a Casa da Música.
Paco Yáñez
(Fotos: Casa da Música)