OPORTO / El idilio de Christian Zacharias y la Orquestra Sinfónica do Porto
Oporto. Casa da Música. 21-X-2022. Benjamin Schmid, violín. Orquestra Sinfónica do Porto Casa da Música. Director: Christian Zacharias. Obras de Robert Schumann y Anton Bruckner.
Concierto a concierto, la Casa da Música de Oporto se acerca a los dos últimos meses de una programación anual que en 2022 está siendo dedicada al Amor, algo que, en su forma musical, se manifiesta en el idilio que desde hace años mantienen la Orquestra Sinfónica do Porto Casa da Música (OSPCM) y el director alemán Christian Zacharias, cuyo reencuentro, el pasado 21 de octubre, nos ha vuelto a dejar la habitual transparencia y buen gusto que caracteriza a sus interpretaciones.
Director de gesto enfático, utilizando la flexión de sus piernas de forma recurrente para concentrar o desplegar el sonido orquestal, así como el control de las dinámicas, Christian Zacharias nos ofreció, al frente de la OSPCM, dos formas muy distintas de abordar el repertorio tradicional, con sendos compositores bien conocidos por la orquesta lusa, como Robert Schumann y Anton Bruckner.
En el caso de Schumann, pudimos escuchar una versión del Concierto para violín y orquesta en Re menor WoO 23 (1853) marcada por el legado de los grandes directores mediáticos del siglo XX, así como por el sonido sedoso y elegante de la Filarmónica de Viena, orquesta con la que el solista al que hemos escuchado en Oporto, Benjamin Schmid, colabora desde hace décadas. Estamos, por tanto, en los antípodas de las vías de renovación que en este mismo concierto abrieron, desde criterios historicistas (se usen instrumentos de época o no), parejas de violinistas y directores como Gidon Kremer y Nikolaus Harnoncourt (Teldec, 1994) o, más recientemente, Isabelle Faust y Pablo Heras-Casado (Harmonia Mundi, 2014); esta última, en la que tengo como versión más punzante y moderna del Concierto para violín de Robert Schumann.
Cierto es que la OSPCM no posee ni los instrumentos ni el estilo schumanniano de la Freiburger Barockorchester, por lo que Christian Zacharias ha optado por una interpretación más convencional que, además, le iba como anillo al dedo al apolíneo Benjamin Schmid. Ello no quita que en el primer movimiento Zacharias no haya marcado con contundencia y verticalidad el tema inicial, de vigor y énfasis acusadamente romántico. Destaca el continuo juego de variaciones que el director alemán pone de relieve en las sucesivas entradas de dicho tema, así como el aplomo que le confiere desde las secciones de violonchelos y contrabajos: cavernosas y estupendas, en este primer movimiento.
A pesar de dicha solidez, Christian Zacharias (pianista de concierto, él mismo, de largo recorrido) protege al solista apuntalando los elementos melódicos de este “Im kräftigen, nicht zu schnellem Tempo”, muy consciente de la impronta del canto en el pensamiento musical de Robert Schumann. Es por ello que Benjamin Schmid pareció sentirse muy cómodo en todo momento, despojando Zacharias el paisaje orquestal más aristado y fornido cuando el violinista vienés atacaba sus compases más delicados. En el otro extremo, cuando la orquesta toma protagonismo, moviéndose por una constante oposición de color, en registros agudos y graves, Zacharias nos hizo vislumbrar los caminos del estilo que hacia el propio Anton Bruckner conducen desde Robert Schumann, cohesionando y dando un sentido de recorrido histórico al programa.
En el comienzo del “Langsam”, volvió Zacharias a conceder todo el protagonismo a un Benjamin Schmid destacadamente lírico, de técnica inmaculada, pero un tanto afectada, sin una articulación tan interesante como la escuchada a los antes citados Gidon Kremer e Isabelle Faust, o a Thomas Zehetmair en su registro del año 2014 para ECM con la Orchestre de Paris. Schmid opta por un cantabile luminoso, así como por el virtuosismo y el adorno, siendo lo más interesante de esta lectura la construcción desde la dirección; especialmente, por cómo Zacharias integra, en el “Lebhaft, doch nicht schnell”, los materiales de los movimientos precedentes, con un final perfectamente lógico que ha dibujado en un solo trazo desde el “Langsam”’, acumulando volumen orquestal, perfiles dinámicos y tensión armónica.
Señala Helena Marinho, en sus notas al programa, que el «cariz barroco» del primer movimiento del Concierto para violín de Robert Schumann podría estar marcado por la influencia de Johann Sebastian Bach. Quizás por ello ha recalado Benjamin Schmid en esa inagotable alfaguara que son las Sonatas y partitas (c. 1703-20) del Kantor a la hora de brindar al público luso su propina: todo un alarde de escasa originalidad, como tampoco su lectura (tan correcta y aseada como insulsa) aporta nada a cómo estas piezas se tocan por parte de violinistas como Sigiswald Kuijken, Amandine Beyer o John Holloway, que nos demuestran que hay otras formas, mucho más interesantes e históricamente informadas, de defender estas partituras.
Curiosamente, en la lectura ofrecida por la OSPCM y Christian Zacharias de la Sinfonía nº 2 en Do menor (1871-72, rev. 1877) de Anton Bruckner los planteamientos diría que han sido antagónicos: más modernos y actuales, despojando a esta página de afectación y pesadez, con unos tempi ágiles y una concepción marcadamente camerística, con la que se ha ganado en transparencia y lirismo.
La orquesta portuense ha puesto las partituras de Anton Bruckner sobre sus atriles de forma recurrente en los últimos lustros, con una mención muy especial para ese Año Austria celebrado en un 2018 en el que la integral sinfónica del compositor de Ansfelden fue ofrecida por la OSPCM con diferentes directores al frente. En esta ocasión, ha sido la edición preparada por Leopold Nowak en 1965 la tomada por Christian Zacharias para regalarnos una lectura muy cuidada, ya desde un “Moderato” inicial desgranado por el director alemán en 18:45 minutos, de forma muy atenta a cada sección orquestal. Así, si en Schumann había mimado al solista, en este primer movimiento ha concedido un gran protagonismo al octeto de viento-madera, en el que han destacado poderosamente los fagotes. Nuevamente con un gran apoyo en la cuerda grave (soberbios, los seis contrabajistas), el final de este “Moderato” no ha sonado nada mayestático, echándose en falta algo de cuerpo y definición en los metales.
Mientras, el “Andante” no ha resultado tan lírico y hermoso como en las lecturas de Riccardo Chailly (Decca, 1991; edición Haas) y Carlo Maria Giulini (Testament, 1974, edición Nowak) —mis versiones predilectas de esta sinfonía—, pero la OSPCM lo ha paleado en unos intensos 14 minutos que podrían haber sido menos, pues Christian Zacharias marca con una pequeña pausa la transición entre cada sección, de forma que manda la articulación y la transparencia, por lo que tanto el pizzicato en las cuerdas como los diálogos entre viento-madera y metales (destacadamente, las trompas) han fluido de un modo muy lógico.
Los 7 minutos que ha durado la interpretación del “Scherzo” han sido, quizás, los más logrados esta noche, con un bellísimo desarrollo seccional y una apuesta por el cantabile poco común en esta página, así como por evidenciar la impronta de las melodías populares en el trío central, reforzando los vínculos de este “Scherzo” con los de Schubert y Beethoven. Christian Zacharias mima cada tema y lo hace bailar en los atriles de la OSPCM, acusando con sus sucesivas fugas toda una melodía de timbres que demuestra el enorme criterio de Anton Bruckner a estas alturas de su catálogo sinfónico.
Esa orfebrería en el contrapunto fue llevada al extremo en un “Finale” que Zacharias estiró hasta los 17 minutos, empleados, en buena medida, en dilatar una coda que ha dado todo su sentido al recorrido previo, llegando a un colofón en el que el juego de planos, bloques y perfiles melódicos previos se convierte en rotunda afirmación y verticalidad del edificio armónico. Por tanto, junto con un viento-madera de bella línea melódica y una cuerda claramente articulada rítmicamente en sus pizzicati, el metal sí ha encontrado un sonido más rotundo en los últimos compases, no sólo unas trompas ya notables a lo largo de toda la sinfonía, sino un trío de trombones aquí más brillante y poderoso. Todo ello nos hace esperar con ganas nuevos encuentros en este idilio entre la orquesta residente en la Casa da Música y su principal director invitado, Christian Zacharias, ya que, gracias al fino trabajo de ensayos efectuado por el director alemán, se deriva un crecimiento en la delicadeza y el equilibrio de la OSPCM que se agradece en su interpretación del repertorio decimonónico germánico, completando el tan variado repertorio orquestal del que el público portuense disfruta en la Sala Suggia: privilegio que pocos auditorios gozan en la península ibérica con tal heterogeneidad de estilos y países representados.
Paco Yáñez
(Fotografía: Alexandre Delmar – Casa da Música)