OPORTO / El espíritu y el lirismo de la música popular portuguesa del siglo XX
Oporto. Casa da Música (Sala Suggia). 2-II-2020. Coro da Casa da Música. Director: Paul Hiller. Selección obra coral de Fernando Lopes-Graça.
Hay ocasiones en las que al valor intrínseco musical de la obra y la interpretación se suman otras circunstancias que hacen especial el momento, y que logran transmitir al público esa sensación de ser algo más que un concierto. Fue el caso el 2 de febrero en la Casa da Música de Oporto.
El proyecto del coro de esta institución ha cumplido ya los 10 años, y se ha mostrado como una apuesta sólida e inteligente. Hoy en día se trabaja con demasiada frecuencia a corto plazo, buscando resultados inmediatos y medallas que lucir por parte de los políticos responsables (a veces pareciera más propio el adjetivo irresponsable). Por esto es reconfortante ver como aquí se ha apostado por la creación de un conjunto cocinado a fuego lento. Diez años de trabajo constante bajo la dirección de Paul Hillier, que ha mostrado una gran inteligencia en cómo liderar el proyecto, y que convirtieron lo que en origen debía ser una simple agrupación de cantantes en todo un coro en el mejor sentido de la palabra: músicos que saben trabajar de manera conjunta, con rigor y calidad, alcanzando excelentes resultados.
Diez años que acabaron en 2019, siendo en este concierto Hillier por primera vez director invitado, en vez de titular. En cierto modo una despedida. Centrada además en un músico fundamental para Portugal, que merecería más atención por su calidad y refinamiento, y que además el británico muestra conocer, entender y disfrutar.
Fue Lopes-Graça (1906-1994) una figura singular e imprescindible en el ámbito luso. Compositor, musicólogo, etnomusicólogo, crítico, teórico… Su obra musical es extensa, con un importantísimo corpus de música coral. Interesado más en la sinceridad y honestidad de su lenguaje que en la modernidad per se, su lenguaje es al mismo tiempo que personal y reconocible, continuador de la tradición y moderno a su manera; pero siempre, por encima de todo, respetuoso con sus dos fuentes primarias: el folklore portugués (también en otras piezas español y de otros lares) y los poemas, tanto populares, en el caso de sus arreglos, como cultos, cuando se trata de composiciones totalmente originales.
Entre las piezas interpretadas, 6 de sus numerosísimas Canções Regionais Portuguesas, y una selección de su Primeira Cantata do Natal, construida como una amplia selección de piezas populares armonizadas. Es de destacar el exquisito cuidado con que Lopes-Graça trata esta música, coloreando de mil maneras las melodías originales, siempre perfectamente reconocibles. Pero nunca de manera gratuita: la magia de su escritura es esa capacidad que muestra para crear el ambiente adecuado a cada texto, extrayendo toda su poesía, y reflejando cada pequeña sutileza de esta con otra equivalente en lo musical.
Pero esta sensibilidad y delicadeza de trazo se manifiesta de manera quizá aún más especial en las otras obras del programa, compuestas libremente sobre poemas de diferentes autores. Las Três Canções Corais, las Três Líricas Castelhanas de Camões y los Dos Romances Viejos, estos dos últimos ciclos en castellano, pero mostrando un dominio de la musicalización del mismo absolutamente sorprendente. Nunca dejará de hacerme sentir acomplejado el excelente manejo de nuestro idioma del que tantos portugueses hacen gala, mientras nosotros somos incapaces de acercarnos ni tan si quiera de modo aproximado al idioma de nuestros vecinos, tantas veces olvidados por mirar en la dirección contraria, hacia lo que consideramos Europa, y de quienes tantas cosas podríamos aprender.
El coro se presentaba en esta ocasión en su formación básica, conformada por su núcleo de 18 cantores (que se amplía cuando los repertorios así lo exigen), con 5 componentes en las cuerdas extremas y 4 en las internas. Si hubiera de destacar una sola cosa por encima de las demás, sería su excelente cuidado por el texto, más allá de su corrección: con la ayuda de la excelente intuición de Hillier para los idiomas se sentía en todo momento como el texto fluía de manera totalmente natural, respetando siempre las curvas e inflexiones propias del idioma. Pudiéramos pensar que esto era debido a tratarse de música portuguesa, pero la perfecta dicción y expresión de su castellano fue una verdadera y grata sorpresa. Levísimas y verdaderamente ocasionales pronunciaciones levemente distorsionadas en algún solista (nunca en cambio en el grupo completo) podían hacer reconocer que no es idioma nativo de sus componentes, pero es de justicia decir que a pocos conjuntos patrios he oído un castellano tan claro, bien dicho, y cargado de sentido.
Estos 10 años de trabajo con Paul Hillier han dado lugar a un sonido flexible y rico, y a una afinación excelente, pero sin caer en la frialdad que demasiadas veces es sello de los grupos británicos. El propio Hiller comentaba, hablando sobre la grabación que realizarán sobre estas piezas, que le interesa más la interpretación, el lograr contar cada historia, que la perfección; de hecho, muchas veces esos pequeños detalles “impuros” dan calidad (y calidez) humana al resultado. Y personalmente no puedo estar más de acuerdo. Lo cual no implica que no haya sido impecable la interpretación, como de hecho lo fue. Sino que no es eso lo que impresionó del concierto, o de lo que uno salía hablando (como me ha ocurrido en más de una ocasión con otros recitales), sino la delicadeza y riqueza expresiva mostrada.
Las cuerdas se muestras compactas y con un elegante balance, destacando el sonido de las sopranos, siempre flexible. Pero ante todo destaca la rica comunicación y complicidad con el director. Es de desear que la nueva etapa que se abre mantenga esta misma calidad de resultado, y que quien pase a hacer las funciones equivalentes sepa llevar al coro a niveles similares de excelencia.
Es una lástima que la presencia de público no llenara la sala más allá de la mitad de su aforo, más cuando se trata de una música fácil belleza (cuando es bien tratada, como es el caso) y tremendamente comunicativa, que resulta por tanto muy gratificante para el público menos formado (especialmente si conoce las melodías sobre las que trabaja en sus piezas populares), mientras resulta tan sutilmente rica y bien elaborada que hace las delicias también del buen conocedor o del músico formado. Tal vez el precioso día que hacía en la ciudad no ayudara a atraer público. En todo caso, el que tuvo la fortuna de asistir recibió en pie y con muy cálidos aplausos el trabajo hecho por los artistas. Y no fue para menos. La belleza y la música fueron las verdaderas protagonistas de la jornada, y esto, que pudiera parecer obvio, no es algo que se pueda decir todos los días.