NUEVA YORK / Feliz regreso de ‘Los maestros cantores’ al Met
Nueva York. Metropolitan Opera. 4-XI-2021. Wagner, Die Meistersinger. Lise Davidsen, Klaus Florian Vogt, Michael Volle, Johannes Martin Kränzle, Georg Zeppenfeld. Director musical: Antonio Pappano. Director de escena: Otto Schenk.
Empiezo esta crónica con una confesión: no me gusta Los maestros cantores de Núremberg. Me parece una obra demasiado larga y su humor me resulta demasiado teutónico. Rossini escribió al menos una docena de óperas que me parecen mucho más divertidas. Sin embargo, cada vez que vuelvo a ver la supuesta comedia de Wagner, de cuatro horas y media de duración, encuentro cosas sin las que no querría vivir: los monólogos de Sachs, la música de Eva y, sobre todo, el glorioso quinteto del tercer acto. Michael Volle repitió su estentóreo y dramáticamente muy matizado retrato de Hans Sachs. Lise Davidsen, sin ningún rastro de ostentación, justificó su fama mundial como primera cantante wagneriana del momento. Por su parte, Klaus Florian Vogt, Claudia Mahnke y Paul Appleby dieron lo mejor de sí mismos para unirse a ellos en el quinteto, y Antonio Pappano los guio a todos, y a la brillante orquesta del Met con elocuencia y exquisitez.
La mía fue la tercera de una serie de seis representaciones, y, aunque los decorados ultrarrealistas de Günther Schneider-Siemssen fueron concebidos en 1993, siguen conservando un buen aspecto y, lo que es más importante, continúan sirviendo bien a la ópera. También la producción de Otto Schenk la sirve admirablemente, pese a que, tal y como las presenta la directora escénica de la casa, Paula Suozzi, las escenas de la multitud no están tratadas con tanta destreza como las interacciones personales de los protagonistas. Sospecho que estas últimas se han refinado, sobre todo en los casos de Volle, Vogt (Walther) y Johannes Martin Kränzle (Beckmesser), gracias a las cuatro temporadas que llevan interpretando el muy singular montaje de Barrie Koskie en Bayreuth. Las escenas que involucran a los tres protagonistas masculinos fueron interpretadas con verdadera maestría por intérpretes que conocen al dedillo los ritmos teatrales de cada personaje. Vogt, exceptuando algún que otro agudo problemático, estuvo a la altura de su condición de favorito de Bayreuth, algo que también puede decirse del espléndido Pogner de Georg Zeppenfeld. Claudia Mahnke, que debutaba esta temporada en el Met, brindó una estupenda y enérgica Magdalena, merecedora de un mejor David que el ofrecido por Paul Appleby, quien no logró conferir ninguna fuerza a su interminable parloteo del primer acto, aunque logró mejorar mucho para su parte en el soberbio quinteto.
Lo de Lise Davidsen resultó algo muy especial. Con el aspecto perfecto (tal vez un punto demasiado alta) para Evchen, la soprano noruega cantó con enorme hermosura y desarmante sensibilidad, dando rienda suelta a su caudalosa vocalidad de soprano dramática únicamente cuando la música lo requería. Su estreno en el Met supone asimismo su debut en un papel que sospecho que no permanecerá mucho tiempo en su repertorio, ya que su voz está llamada a asumir roles más grandes y pesados; aunque le sienta tan bien, que es posible que quiera mantenerlo durante un tiempo.
Así y todo, para muchos espectadores (entre los que me incluyo) el gran acontecimiento de esta feliz reposición fue la presencia en el foso de Antonio Pappano, en lo que ha sido su primera aparición en el Met en casi un cuarto de siglo, dirigiendo una producción que era propiedad exclusiva de James Levine. Nunca me gustó mucho el Wagner de Levine, y ha resultado para mí un enorme placer conocer en vivo la lectura flexible, matizada y nunca ampulosa de Pappano de una partitura que puede invitar a la pompa gratuita. También ha sido un verdadero placer que la orquesta sonara con su antiguo virtuosismo, tras dieciocho meses de inactividad. En la obertura se pudo escuchar el registro de cada línea instrumental con enorme claridad expresiva y sin perder en ningún momento su función como parte de un conjunto cohesionado. Mi opinión general acerca de Die Meistersinger es muy probable que no cambie después de esta experiencia, pero he de agradecer al Met que la haya servido con unos resultados que se aproximan mucho a la perfección.
Patrick Dillon