NUEVA YORK / Emily D’Angelo se consagra como nueva estrella del Met en la ópera ‘Grounded’, de Jeanine Tesori

NuevaYork, Metropolitan Opera House, 2.X.2024. Jeanine Tesori: Grounded. Emily D’Angelo, Ben Bliss. Dirección musical: Yannick Nézet-Séguin. Dirección escénica: Michael Mayer. Escenografía: Mimi Lien (decorados), Tom Broecker (vestuario), Kevin Adams (iluminación), Jason H. Thompson y Kaitlyn Pietras (proyecciones), Palmer Hefferan (sonido).
En abril de 2015, en el Anspacher Public Theater de Manhattan, la pieza teatral Grounded, de George Brant, se convirtió en un poderoso vehículo de lucimiento para la actriz Anne Hathaway. Durante 85 minutos, en el íntimo recinto de 275 butacas, el público se sintió estrechamente atrapado por la narración cercana y personal de una piloto anónima de las Fuerzas Aéreas que, «varada» por embarazo, acaba disparando misiles transportados por drones contra objetivos en Oriente Medio desde la distancia extremadamente remota de una silla en un remolque en Nevada.
Nueve años y medio después, la obra de Brant -calificada de «tensa» y «concisa» por el New York Times– se ha convertido en una ópera, con las mismas palabras, pero con una historia mucho más amplia, puesta en música por la compositora de Broadway Jeanine Tesori, ganadora de un premio Tony. Trasplantada al Met, con capacidad para 3.850 espectadores, ahora se desarrolla en dos actos con un total de dos horas y veinte minutos de duración, intermedio incluido. Los personajes de los que en la obra de teatro sólo se habla, ahora cantan en el escenario, y hay un coro masculino al completo, una gran orquesta y un montón de efectos visuales y sonoros que ensordecen los oídos. Con un exceso de peso de una tonelada o dos, la otrora tensa y concisa Grounded se ha quedado… ejem, varada.
He admirado el trabajo de Tesori en Broadway: Caroline, or Change dejó una fuerte huella, y Shrek the Musical, que no podía ser más diferente, fue una delicia total. De hecho, creo que la nueva Grounded habría funcionado mejor como musical, con diálogos hablados en lugar de los pasajes narrativos cantados, en su mayoría ininteligibles, y con «números» discretos -canciones, dúos, coros- cada uno con un perfil propio. Sin embargo, el Met decidió poner todos los medios a su alcance, como hace siempre que presenta obras contemporáneas. Pero es una triste realidad que el coliseo neoyorquino no es el teatro adecuado para casi ninguna, un monstruo de gran tamaño que no hace ningún favor ni siquiera a las grandes obras del siglo XIX. En consecuencia, la ópera Grounded no ofreció nada de la intimidad entre intérprete y público que tanto distinguió a la pieza teatral.
Lo que sí ofreció fue la puesta de largo en el Met de una ex alumna del Lindemann Young Artist Program que se ha graduado para una importante carrera internacional. En el papel de Jess -la ópera le da un nombre-, Emily D’Angelo está en escena durante casi todo el espectáculo, en un papel que se antoja tan difícil desde el punto de vista vocal como físico: la mayor parte del canto se produce en varios grados de forte. Está claro que D’Angelo tiene resistencia, y su voz de mezzo, cálida, oscura y flexible hace todo lo que Tesori le pide. También es una buena actriz, con una fuerte presencia escénica; no la culpo de que las palabras a menudo no se acabaran de entender. Y al final, con el público aplaudiendo a rabiar, una cosa quedó perfectamente clara: el Met tiene una nueva estrella.
La crítica del Times de la obra de teatro señalaba que su director escénico había ofrecido «una producción elegante y de alta tecnología para arropar [a Hathaway]», y a gran escala, el director de escena del Met, Michael Mayer, ha hecho lo mismo con D’Angelo, ayudado por un experto equipo escenográfico de seis personas, todos los cuales parecían tener el mismo objetivo: hacer las cosas a lo Met, es decir, A LO GRANDE. Una grata excepción fue la mitad inferior del decorado de dos niveles de Mimi Lien, que captó con eficacia la relativa sencillez de la vida doméstica de Jess.
Fueron esas escenas las que más me convencieron y en las que Tesori me pareció que daba lo mejor de su arte: la intimidad en el frente doméstico, lejos de las crecientes presiones de los turnos de doce horas de Jess en la «cadena mortal» de las Fuerzas Aéreas. El tenor Ben Bliss, en el papel de Eric, el ranchero de Wyoming con el que se casa, sostuvo estas escenas maravillosamente, y su tierna tranquilidad fue un feliz respiro de los decibelios que llegaban desde arriba. D’Angelo se suavizó notablemente en esta parte, en la cual su amor por el marido y el hijo devino dolorosamente palpable. La soprano de Ellie Dehn también fue bienvenida, cuando en el papel de «la otra Jess», a dúo con su cada vez más conflictivo yo, añadió otra voz femenina al conjunto, por lo demás totalmente masculino. En el nivel superior, hubo un buen trabajo del barítono Kyle Miller como el Sensor y del bajo-barítono Greer Grimsley como el Comandante.
El coro cantó con excelencia y, en el foso, Yannick Nézet-Séguin dirigió la partitura de Tesori con el cuidado y la evidente convicción que suele aportar a las novedades del Met. Sin embargo, en líneas generales, la ópera Grounded me mantuvo tercamente varado en mi asiento de la fila Q, cuando lo que yo deseaba era estar, como Jess en su F-16 Flying Falcon, remontando el vuelo hacia «el cielo azul».
Patrick Dillon