Música para cuerdas del siglo XXI
JOLAS / ESCAICH: Side Roads. Prélude symphonique. Anssi Karttunen, violonchelo. Orquesta Nacional de Auvernia. Director: Roberto Forés Veses. 21 MUSIC 065 (1 CD)
Betsy Jolas (París, 1926) es una de las decanas, si no la decana, entre los compositores vivos. Y con las dificultades propias del caso ha sabido imponerse en el panorama de la música de nuestro tiempo. Con ella no valen las cuotas porque la realidad incuestionable de su genio está en su propia creación sin añadidos. Jolas estudió con Messiaen y Milhaud, ha vivido en Estados Unidos y ha ejercido siempre un gesto personal con base en la atonalidad, una especie de testimonio permanente de lo que considera el lenguaje musical de su tiempo pero desde el que, precisamente por ese anclaje, no renuncia a revisar lo heredado para incorporarlo implícitamente a su discurso. Side Roads, para violonchelo y orquesta de cuerda, escrita en 2017, muestra la vitalidad de su autora ya entonces nonagenaria. Excelente música en la que la línea expositiva está integrada por secuencias que se expanden y se contraen en su propio discurso en una mezcla de expectativa e inquietud, de suma de posibles caminos laterales a veces iluminados por esas miradas a la tradición convenientemente enmascarada y que desembocan en un magnífico ejercicio formal —y de estilo, genio y figura— que obliga a la reescucha, que exige pero que también premia. El solista, el violonchelista finlandés Anssi Karttunen, está muy ligado a Jolas y le encargó la pieza para, en principio, ser interpretada como parte de un tríptico junto con Grave de Lutoslawski y Scene de Takemitsu. El fue quien la estrenó en Örebro, Suecia, en 2018, y quien la defiende aquí con pasión y técnica sobradas.
Thierry Escaich (Nogent-sur-Marne, 1965) representa otra generación y otra escritura pero comparte con Jolas el ser uno de los nombres imprescindibles a la hora de realizar la nómina de los compositores franceses del siglo pasado y de este. Su Preludio sinfónico, en dos movimientos, nos sitúa en diferente espacio al habitado por Jolas. Hay aquí una intención dinámica, el deseo de imponer una línea de fuerza que se expone al inicio con un pulso permanente y que llega a su conclusión al modo de esas obras en las que quien escucha acaba por compartir una carrera hacia un final que cree —o intenta— adivinar. Encargada por la Beethovenhalle de Bonn, estrenada en 2012, su pretexto es, según el propio compositor, el primer movimiento de la Sonata “Waldstein” de Beethoven y, en su segunda parte, Cantus 1, una partitura anterior para violonchelo solo del propio autor. Se trata de un ejemplo muy vigoroso de capacidad de atracción y de eficacia sonora, además de un magnífico ejercicio sobre las posibilidades técnicas y expresivas de la orquesta de cuerda. La Orquesta Nacional de Auvernia, que es, precisamente, una formación de cuerda, está espléndida en las dos composiciones aquí reunidas bajo la dirección de su titular desde 2012, el valenciano Roberto Forés Veses. Una orquesta y un director que, con este, llevan ya cuatro discos de los siete que la formación ha puesto en el mercado digital bajo el sello 21 Music.
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