MURCIA / Esencias musicales rusas
Murcia. Auditorio Víctor Villegas. 6-V-2019. Orquesta Chaikovski de Moscú. Alexei Volodin, piano. Director: Vladimir Fedoseyev. Obras de Chaikovski y Prokofiev.
La jornada de clausura del Ciclo Grandes Conciertos de la presente temporada del auditorio de Murcia ha sido ocupada por una de las orquestas de más interesante trayectoria desde que fuera fundada en 1930 como la Orquesta de Radio Moscú y que a partir de 1993 cambió al nombre actual, con su titular al frente, Vladimir Fedoseyev, que lo viene siendo desde el año 1974, convirtiéndose así en uno de los directores que más prolongado tiempo han estado comandando una orquesta en Rusia, como lo fueron Yevgeni Mravinsky con la Filarmónica de Leningrado o Arnold Kats con la Filarmónica de Novosibirsk, que llegaron a estar cincuenta años en sus respectivas formaciones. Esto significaba que en este concierto se estaba ante el hecho de un total a la vez que automatizado entendimiento entre profesores y batuta.
Para la primera obra, Concierto nº 1 para piano y orquesta en Si bemol Menor op. 23 de Chaikovski, contaron con la participación de su compatriota Alexei Volodin, destacado pianista de su generación que, actualmente, está viviendo uno de los mejores momentos de su carrera, que tomó definitivo impulso a partir de su victoria el año 2003 en el prestigioso Concurso Geza Anda de Zúrich. Con una seguridad técnica determinante, sobresalió en esa especie de obertura con la que se inicia la obra, estimulando a la orquesta desde su equiparable sonoridad. Curiosamente se apreciaba cómo se sentía de alguna manera constreñido por el tempo más pausado que quería darle el maestro Fedoseyev, liberándose cuando entraba en pasajes donde adquiría total protagonismo. Es así que el discurso parecía tener dos velocidades según quién tenía la responsabilidad de canto. Daba la sensación de que se estaba dejando hacer en este aspecto tanto por parte del director como por el solista, al esperar que el concepto de la obra se unificara por arte de la pura espontaneidad. Con todo, no se descompuso en demasía el resultado del primer movimiento, sirviendo su conclusivo Allegro con spirito para dejar una sensación más positiva en el oyente después de una espectacular cadencia del solista y su posterior desemboque en la apoteosis final.
En el segundo tiempo la interpretación se fue ahormando aunque hubo un repunte de desajuste en su Prestissimo central, dominado por el agresivo pianismo de Volodin que, sintiéndose cada vez mejor y más dueño de la situación, tiraba de la orquesta con ansiosa intención. Todo volvía a ese cauce ideal de Fedoseyev al llegar el Tempo primo, con el que las tensiones quedaron diluidas. En el fogoso tercer movimiento, la interpretación de ambos elementos concertantes entró en un apreciable equilibrio pese a los constantes cambios de ritmos y clímax, lo que permitía que Volodin fuera adueñándose de la coreografía final de la obra usando su poderoso mecanismo con triunfante efecto. Se convertía así en el absoluto héroe de la velada, haciendo honor a su espléndido estado de forma. Respondiendo a la cerrada ovación del público interpretó dos bises que dejaron de manifiesto su capacidad de aportación al pensamiento del compositor como la mostrada en el Preludio op. 32 nº 12 de Rachmaninov, que expuso con exquisita claridad de articulación, favoreciendo así la nostálgica alegría que desprende, y el Estudio op. 10 nº 4 de Chopin, que desarrolló con el electrizante impulso que le permite su espectacular técnica.
Fedoseyev quiso ofrecer en la segunda parte del concierto una selección de siete números de las dos Suites para orquesta del ballet Romeo y Julieta opp. 63(bis) y 63(ter) de Prokofiev sin seguir su orden original. La orquesta mejoró en su sección de madera, bastante desdibujada, torpona y de sonido áspero en la obra concertante anterior, lo que redundaba favorablemente para que el oyente disfrutara de la soberbia capacidad de instrumentación de este compositor. El director, con una llamativa economía de gestos dejaba que la orquesta mostrara cierto automatismo ante una obra que le es archiconocida. El solemne carácter funerario que dio a la última escena del ballet, Romeo ante la tumba de Julieta, rubricaba la aceptable impresión que dejó en el público la actuación de esta formación que ha causado mejores sensaciones en otros tiempos. Fedoseyev, atendiendo al insistente aplauso, dirigió una inflamada versión rítmica de la Danza española del ballet El Lago de los Cisnes de Chaikovski que llevó a recordar los mejores momentos de esta orquesta que siempre fue fiel traductora de la esencias musicales de su patria.
(foto: Marcial Guillen)