MURCIA / Emocionante reencuentro
Murcia. Auditorio Víctor Villegas. 18-IX-2020. Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia. Directora: Virginia Martínez. Dvorak, Novena sinfonía op. 95, “Del Nuevo Mundo”.
Después de más de medio año sin tener una actuación con público a causa de la pandemia, este primer concierto de temporada de la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia (ÖSRM) tenía una significación especial para esta formación y su directora titular, Virginia Martínez. La elección de la obra tenía la connotación emocional que el evento pedía, lo que quedó de manifiesto desde el sobrecogimiento dado a los primeros compases, que anticipaban esta intención que iba a mantenerse a lo largo de su interpretación.
Para alcanzar tal objetivo, Virginia Martínez planteó el tempo del primer movimiento con un aire de solemnidad que podía hacer pensar al oyente que se lentificaba su métrica, hecho que no provocó que el discurso musical decayera en momento alguno. En el animado allegro que sucede al adagio inicial, jugó con la sencillez modal que permiten sus autóctonos aires americanos, que se percibían adecuadamente resaltados.
Detraer al máximo el ritmo del Largo fue el aspecto estético más sobresaliente de la interpretación. La directora, haciendo un alarde de economía de gestos, elevó el carácter coral que pretende el compositor desde una elocuente simplicidad expresiva, que puso de manifiesto la capacidad musical de la sección de madera comandada por el corno inglés que, sintiéndose cómodo, lució con gran delicadeza.
Como si se volviera a la realidad, el Scherzo fue tratado con esa pertinente tensión que ha de reflejar el jolgorio de una fiesta popular ribeteada por esos enérgicos sones tribales presentes siempre en la sinfonía. La orquesta se percibía encajada en la mecánica rítmica y segura en la emisión de su amplio espectro dinámico, cualidades que anticipaban lo que fue la exposición del fogoso último movimiento.
En este, Virginia Martínez llevo su instrumento orquestal a un punto de marcado automatismo liderado por la percusión, que se traducía en una rica capacidad expresiva y en una potente sonoridad, especialmente la manifestada por el metal que, posiblemente por la compartimentación sonora que producen las mamparas antivirus dispuestas entre los músicos, en algunos momentos sobresalía sobre otras secciones instrumentales de menor presión sonora, hecho que se olvidaba ante la hermosa por pensativa lectura del último pasaje, destacado por la quietud que transmitió su conducción prolongando su silencio final. Este contenido gesto llevó a que el público estallara en un aplauso que duró más de diez minutos, llevando a la titular de la orquesta a pronunciar unas palabras de agradecimiento visiblemente emocionada.