Muere George Crumb, el compositor que habitó la poesía de García Lorca
Ayer, 6 de febrero, falleció a los 92 años el compositor norteamericano Georg Crumb. Nacido en Charleston en 1929, fue galardonado con numerosos premios como el Pulitzer, recibido en 1968 por su pieza Echoes of Time and The River. Alejado de modas y corrientes, Crumb edificó a lo largo de su vida un catálogo de primera magnitud, cuyas múltiples influencias (Debussy, Bartók, Messiaen, Webern, Cage, melodías populares, músicas orientales…) convergen en una obra a la vez moderna e intemporal.
En su universo musical, desempeña un papel central el elemento tímbrico, plasmado por medio de sonoridades de gran sugerencia y originalidad, que el compositor conseguía a menudo a través de técnicas instrumentales no convencionales. Imposible no recordar aquí su pieza Vox balaenae (1971), donde los glissandi del violonchelo se inspiran en las articulaciones vocales de las ballenas; o su cuarteto de cuerda Black Angels (1970), donde Crumb dibuja el horror de la guerra de Vietnam (y de todas las guerras) a través de un mosaico sonoro alucinado, en el que las citas de Dowland, Schubert y del Dies Irae gregoriano se mezclan con un arsenal de efectos instrumentales que simulan pistoletazos, bombazos o zumbidos de insectos.
Entre sus fuentes primordiales de inspiración se encontraba la poesía de Federico García Lorca, cuyos poemas están presentes en doce de sus piezas, desde Night Music (1963) hasta The Yellow Moon of Andalucia (2012). Una de las mayores alegrías de sus últimos años fue la primera programación integral de este “ciclo Lorca” por parte del Festival de Granada y su director Antonio Moral en 2021. Crumb supo explorar el mundo poético lorquiano con una extraordinaria variedad de enfoques y plantillas. Sobresalen en este heterogéneo grupo de obras al menos tres títulos señeros de su catálogo: Songs, Drones and Refrains of Death (1968), Night of the Four Moons (1969) y Ancient Voices of Children (1970).
Ancient voices of Children (1970) es quizá la obra más célebre del corpus lorquiano de Crumb y en ella confluye el interés del compositor por la niñez, concebida como dimensión de inocencia y estupor ante la creación. La proximidad cronológica con Black Angels explica tal vez el sesgo trágico de la partitura, donde la infancia se ve acechada por la violencia, la muerte y la pérdida. Las partes vocales están encomendadas a dos cantantes, una de las cuales encarna al niño y se mantiene invisible sobre el escenario hasta la última pieza.
El tono dramático de Ancient voices of Children es evidente ya en su sección inicial, “El niño busca su voz”, cuyos tanteos vocales recuerdan la escritura ornamentada del flamenco. “Dance of the Ancient Voice” pone en primer plano el elemento ritual, mientras que “Me he perdido muchas veces por el mar” ofrece una sugestiva representación de la vastedad de los espacios naturales. “¿De dónde vienes, amor, mi niño?” tiene carácter de narración teatral, cuya violencia es recalcada por la percusión. “Todas las tardes en Granada” desprende en cambio un clima de cantinela infantil. “Ghost Dance”, con sus sonoridades macabras, precede “Se ha llenado de luces mi corazón de seda”: aquí, la lamentosa voz del oboe deja paso a la elegía de la cantante, que se junta sobre el escenario con su álter ego, el niño, utilizando el piano como caja de resonancia.
Stefano Russomanno
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