Muere André Previn, el rostro más popular de la música clásica
NORMAN LEBRECHT / Hubo un tiempo, allá por la década de 1970, en el que André Previn, que ha fallecido hoy en Nueva York a la edad de 89 años, se convirtió en uno de los rostros más conocidos de la televisión británica. Era sencillamente inevitable. Si no dirigía la Orquesta Sinfónica de Londres, aparecía en la comedia Morecambe and Wise o, en su defecto, actuaba en anuncios televisivos para Thorn-EMI.
Ningún músico clásico gozó del masivo reconocimiento de Previn, ni ninguno vendió tantos discos. Se calculó que la gran mayoría de los hogares británicos tenían al menos una grabación de Previn.
El director de EMI Classics, Peter Andry, me dijo una vez que los beneficios que generaba Previn servían para compensar las pérdidas de la discográfica por el carísimo Herbert von Karajan.
Su éxito provocó inevitablemente el resentimiento, y los grandes popes de la música clásica arrugaban la nariz ante quien no era considerado ‘uno de los nuestros’, un compositor de Hollywood que pretendía hacerse pasar por un director serio. Sin embargo, los músicos respondían con entusiasmo a su enfoque desprejuiciado, y sus interpretaciones de Mozart, Rachmaninov y Walton solían ser magníficas. No tanto quizá las de Beethoven y Elgar, pero no se puede tener todo.
Sus once años como director principal de la LSO supusieron la cima de su carrera como director, una carrera llena de energía, ingenio e invención. André se zambulló en el espíritu del Swinging London, compró sus trajes en Carnaby Street y adquirió una casa en el distrito de los corredores de bolsa en Surrey. Algunos instrumentistas exigieron una mayor profundidad y se fijaron en el rígido y anticuado Eugen Jochum, pero Previn fue el espíritu de la LSO y algo de su brío ha permanecido con ellos hasta el día de hoy.
Su otra etapa como director musical —en Houston, Pittsburgh, LA y Oslo— fue notablemente menos exitosa.
Sus frecuentes cambios matrimoniales lo mantuvieron en el centro del cotilleo internacional durante mucho tiempo, y su notoriedad levantaba cada vez más suspicacias entre los esnobs de la música clásica. Pero Previn hizo como si la cosa no fuera con él. Él era un bon vivant, un extravagante cuentista y un hombre que disfrutó al máximo de la música.
Norman Lebrecht