Muere a los 92 años el saxofonista Lee Konitz, icono del ‘cool jazz’
El mundo del jazz lloró otra pérdida importante el 15 de abril, cuando en Nueva York falleció a la edad de 92 años por una neumonía relacionada con coronavirus el saxofonista Lee Konitz. Nacido en Chicago en 1927, Konitz empezó tocando el saxo tenor pero luego se pasó al saxo alto, con cuyo timbre y personalidad se identificó plenamente. Decisivos en su trayectoria fueron los encuentros con el pianista Lennie Tristano y el arreglista y compositor Gil Evans, músicos que le influyeron tanto en el aspecto musical como teórico. A través de Evans, Konitz participó en 1949 junto con Miles Davis y Gerry Mulligan en la histórica grabación de Birth of the Cool, piedra angular de lo que pasó a llamarse el cool jazz.
Konitz fue uno de los iconos del cool jazz, un estilo caracterizado por líneas más líricas y calmadas, por cierto toque intelectual en el tratamiento de las armonías y la adopción de pautas contrapuntísticas, inmediatamente identificable por un sonido muy depurado, sin vibrato, lo que a veces otorgaba al saxofón de Konitz una apariencia de voz casi electroacústica. Konitz se situaba así en las antípodas del torbellino físico y emocional que en la misma época destilaba el bebop de Charlie Parker, otro campeón del saxo alto. En el relato mítico del jazz, Konitz y Parker representarían tal vez las vertientes apolínea y dionisíaca del instrumento, aunque cabe verlas en un sentido más complementario que antitético.
En su dilatada carrera, Konitz colaboró con multitud de jazzistas imprescindibles: además de Davis y Mulligan, se podría citar a Charles Mingus, Dave Brubeck, Ornette Coleman y Elvin Jones, hasta llegar a Bill Frisell y Brad Mehldau. Su saxo no sólo influenció a muchos músicos, sino que acompañó el devenir del jazz de los últimos setenta años, logrando contactar y dialogar con estilos dispares. Aquí les pongo una muestra procedente del álbum Alone Together (1997), donde Konitz actúa en compañía de Brad Mehldau y Charlie Haden: una demostración de la incesante vitalidad y actualidad de una voz inconfundible, que no se apagará con la muerte de su artífice.