MONDOÑEDO / José Trigueros y la OSG: Brahms veinteañero y pleno
Mondoñedo. Catedral. 24-VIII-2023. Festival Bal y Gay. Orquesta Sinfónica de Galicia.Director: José Trigueros. Obras de Weiner y Brahms-Nex.
Un año más la Orquesta Sinfónica de Galicia cerraba el Festival Bal y Gay en la tan complicada acústicamente catedral de Mondoñedo, un espacio muy hermoso que obliga a solistas y conjuntos a cuidarse muy mucho de cualquier desequilibrio sonoro. Como el año pasado bajo la dirección de Lucas Macías, este año, con su director asociado José Trigueros, la OSG supo llegar al límite del riesgo sin traspasarlo, al menos desde donde este crítico escuchaba.
El concierto mindoniense fue sencillamente magnífico. Empezando por el planteamiento del programa, con la complementariedad entre el Divertimento nº 1 de Leó Weiner —Antiguas danzas húngaras es su subtítulo— y la primera de las serenatas de Johannes Brahms. El húngaro utiliza, con menos esencialización que Bartók y menos hondura que Kodály, el folclore de su país en una partitura, estrenada en 1938 y dedicada a Fritz Reiner, tan amable como las de sus cuatro compañeras de catálogo —escribió cinco divertimentos— pero que no deja de pedir a orquesta y director un compromiso rítmico, y un virtuosismo sin los que la evocación quedaría desustanciada. Por cierto, Trigueros ya había mostrado afinidad con el compositor cuando ofreció en 2017 en su primera aparición dirigiendo a la Sinfónica la suite de El príncipe Csongor y los duendes. Haberlo vuelto a programar en este contexto no deja de ser una muestra de conocimiento del repertorio y sus posibilidades a la hora de articular una propuesta coherente.
No ha llegado hasta nosotros el original de la Serenata nº 1 de Johannes Brahms. Sabemos que fue escrita para noneto (flauta, dos clarinetes, fagot, trompa, violín, viola, violonchelo y contrabajo), que luego sería ampliada a quinteto de viento y quince cuerdas para su estreno en Hamburgo en 1859 y, finalmente, por empeño de Joseph Joachim, en 1860, desarrollada en la versión orquestal que habitualmente se interpreta. Ha habido distintos intentos por recuperar lo que pudieron haber sido las versiones iniciales a cargo de Jorge Rotter, Karl Aage Rasmussen, Alan Boustead o Chris Nex. Y la de este último, con alguna leve modificación, ha sido la elegida por José Trigueros para que el marco catedralicio no devorase el cuadro sonoro.
La versión de Nex deja claro en su ir a la esencia cómo la pieza supone la reunión de unas cuantas cosas que juntas definen la realidad de un genio todavía en agraz. Su escritura es prácticamente contemporánea de la del Concierto en re menor para piano y orquesta, con quien comparte indagación en el terreno de un anhelo sinfónico que tardaría en cuajarle. Por otra parte, su propio desarrollo es una exhibición de fuentes —Haydn, el Beethoven de la Pastoral— pero también de rasgos no solo casi juveniles sino ya indudablemente propios —el primero, y engañoso, de los dos Scherzi bien podía anticipar el movimiento final de algunas de sus sinfonías—, aunque fuera todavía su Op.11. Incluso de gestos que después escucharemos en un Dvorák con quien compartirá el gusto por lo popular.
Precisamente la clarísima disección de ese cúmulo de rasgos que aparecen en un continuo apasionante, en el que lo rítmico y lo expresivo se alternan y se funden como eje, fue una de las claves de la apasionante versión ofrecida por ese estupendo director de orquesta que es José Trigueros, con una OSG que demostró haber vuelto de las vacaciones en plena forma. Todos estuvieron a su mejor nivel, excelentes los vientos —Gómez Naval, Ortuño, Marín, Salgueiro y Rodríguez Canosa— y muy destacados igualmente el concertino invitado Daniel Vlashi y el segundo violín Adrián Linares.
Luis Suñén
(fotos: Xaora Fotógrafos)