Mis grabaciones del año
Nadie sabía lo que podíamos esperar de 2022. En enero, enmascarillados o confinados, contemplábamos con desazón las bolas de cristal de la mortalidad. La música de cámara de Harrison Birtwistle me deleitó y sorprendió en esos días invernales, sólo para que el compositor nos dejara a las pocas semanas.
Fred Rzewski, otro fallecido reciente, había recibido la mejor interpretación imaginable de su famosa obra The People United Will Never Be Defeated. Por su parte, el compositor ucraniano Valentin Silvestrov huyó de su patria y nos regaló una nueva sinfonía. La vida pendía de un hilo.
Grabaciones rivales de ciclos sinfónicos de Sibelius confrontaban a los dos últimos talentos emergentes de la gran veta directorial finlandesa: Klaus Mäkelä y Santu-Matias Rouvali afinaron nuestras percepciones críticas, con Rouvali manteniendo la ventaja en un fascinante torneo. Su versión de la Tercera sinfonía en Alpha es a mi juicio insuperable.
Semyon Bychkov está grabando para Pentatone el primer ciclo mahleriano de la presente década, al frente de la Filarmónica Checa; la Quinta es realmente excepcional. La resurrección de HansRott, un compañero de estudios de Mahler cuya música para su única sinfonía puede escucharse con claridad en la Sinfonía Resurrección de Mahler, es sin duda un candidato a disco del año gracias a la fantástica labor de Jakub Hrusa al frente de la Sinfónica de Bamberg en DG.
El 150 aniversario del nacimiento de Ralph Vaughan Williams, que ha pasado cuasi desapercibido más allá del mundo anglosajón, ha tenido su reflejo en la discografía. Por su parte, los diez años trancurridos desde la muerte de Hans Werner Henze han pasado desapercibidos (sin el cuasi) incluso en Alemania.
En abril, elogié una interpretación de Pieter Wispelwey de dos conciertos para violonchelo de Mieczyslaw Weinberg en Evil Penguin, afirmando que se trataba posiblemente del “mejor Weinberg jamás escuchado en disco”. Semanas más tarde le salió un potente rival en Deutsche Grammophon, con la nueva entrega del ciclo que están dedicando al compositor judío-polaco la directora Mirga Grazinte-Tyla y la Orquesta de Birmingham. En este caso, un emparejamiento de las sinfonías Tercera y Séptima junto con un enigmático Concierto para flauta.
Weinberg, cuya trayectoria artística transcurrió enteramente bajo el yugo soviético, encontró formas cada vez más astutas de transmitir sus verdades. La Séptima sinfonía, que en realidad es un concierto para clavicémbalo y cuerdas, se abre con tal sentimiento de vacilación en la escritura solista (aquí defendida con maestría por Kirill Gerstein) que uno podría imaginar al compositor sosteniendo su sombrero con gesto de humildad ante los peces gordos comunistas que controlaban su carrera. Sin embargo, bajo la falsa reverencia hay garra y, sobre todo, genio. Este disco es el ganador por los pelos en mi personal lista de las mejores grabaciones de 2022.
Norman Lebrecht