MILÁN / Un ‘Simon Boccanegra’ con luces y sombras
Milán. Teatro alla Scala. 1-II-2024 Luca Salsi, Ain Anger, Eleonora Buratto, Charles Castronovo, Roberto De Candia. Director musical: Lorenzo Viotti. Director de escena: Daniele Abbado. Verdi: Simon Boccanegra.
La grandeza de Simon Boccanegra, una obra maestra que ya nadie subestima, se reveló con toda claridad en una histórica representación en La Scala, bajo la batuta de Claudio Abbado y la dirección de Giorgio Strehler, que inauguró la temporada 1971-72 y luego se repuso varias veces. Tras aquella extraordinaria puesta en escena, el regreso de la ópera a La Scala en 2010, aunque con directores ilustres, no tuvo resultados memorables, e incluso el nuevo Simon Boccanegra que se ha puesto en escena en los últimos días ha confirmado que no es fácil hacer plena justicia a la riqueza de esta ópera, con todos los matices y la tensión necesarios.
La dirección de Lorenzo Viotti fue autoritaria y variada, pero no siempre del todo pertinente: a veces no superó una cierta aproximación en los claroscuros, los colores sombríos que Verdi definió con tanto esmero en la partitura de 1857, y luego en la revisión de 1881. Viotti parecía más atento a la buena prestación de orquesta y coro que a los problemas de la compañía de cantantes. Pudo contar con un gran protagonista, Luca Salsi, y un excelente Paolo (el plebeyo aliado de Simone que le traiciona y envenena), Roberto De Candia. Pero el bajo estonio Ain Anger fue realmente decepcionante, un Fiesco inseguro en la entonación e insuficiente en el registro grave (que para su personaje es decisivo). Y se esperaba más de la Amelia/Maria de Eleonora Buratto, quizá no en perfectas condiciones en el estreno, propensa a veces a forzar en el registro agudo y algo escasa en el grave, pero sobre todo poco expresiva: no se reconocía a la intérprete que había merecido el premio de la crítica musical italiana en 2022. Correcto estuvo el tenor estadounidense Charles Castronovo en el papel de Gabriele Adorno. Más eficaz fue Roberto De Candia en la oscura perfidia de Paolo, personaje al que la colaboración de Boito con Verdi en la revisión de 1881 añadió algunos rasgos demoníacos. El barítono Luca Salsi estuvo realmente admirable en la definición de cada aspecto del carácter del protagonista, incluso en la búsqueda de una gran riqueza de matices y pianissimi.
Decepcionante fue la dirección escénica de Daniele Abbado, y no tanto porque ambientara la historia en escenas abstractas (mientras que el vestuario parecía fechado con precisión a principios del siglo XX); su límite estuvo en el estatismo de la acción escénica, y resultó confuso el Finale I, la gran escena del Consejo.
Paolo Petazzi
(foto: Brescia & Amisano – Teatro alla Scala)