MILÁN / Feliz recuperación de ‘Guillaume Tell’ de Rossini en francés
Milán. Teatro alla Scala. 20-III-2024. Michele Pertusi, Dmitri Korchak, Nahuel Di Pierro, Catherine Trottmann, Luca Tittoto, Salome Jicia, Géraldine Chauvet. Director musical: Michele Mariotti. Dirección de escena: Chiara Muti. Rossini: Guillaume Tell.
Por primera vez, la última obra maestra teatral de Rossini, Guillaume Tell, se representa en la Scala en la versión original francesa, ya que hasta ahora en Italia sólo se había representado así en el Festival de Pésaro, en Bolonia y en Palermo (donde se había recuperado el montaje de Michieletto para el Covent Garden). En la Scala, como en Pésaro y Bolonia, dirigía Michele Mariotti, que junto a la orquesta y el coro fue el primer protagonista de una representación en la que se pudo escuchar toda la música que Rossini compuso para Guillaume Tell, una obra maravillosa, que en la historia de la ópera romántica supuso un referente de extraordinaria riqueza y fuerza innovadora, pero que no debe desvirtuarse a la luz de lo que vino después. Desde este punto de vista, fueron admirables la penetrante inteligencia y el equilibrio de Mariotti, que supo hacer justicia a la complejidad y riqueza de aspectos que confluyen en la grandiosa síntesis de la ópera, pero siempre sin forzarla, en feliz colaboración con la orquesta y el coro, preparados por Alberto Malazzi.
Algunas de las elecciones del reparto vocal estuvieron también bajo el signo del equilibrio y del entendimiento histórico, en particular en lo que se refiere a la parte de Arnoldo: Dmitry Korchak no es un tenor heroico, y canta a menudo Mozart, pero no desmereció en la cabaletta heroica del final del aria del acto IV, y sobre todo supo mostrar con finura la ternura e inquietud, el tormento interior y las contradicciones de su personaje. En el rol de Tell, Michele Pertusi se confirmó como un intérprete de gran inteligencia y nobleza. Salomé Jicia, a pesar de cierta discontinuidad e inseguridad en el segundo acto, creció en el transcurso de la velada y pareció cada vez más convincente. También convencieron Catherine Trottman como Jemmy, Géraldine Chauvet como Hedwige, el siniestro Gesler de Luca Tittoto y, en menor medida, Nahuel Di Pierro como Furst. Los demás estuvieron bien.
No se puede hablar de equilibrio con respecto a las pautas coherentes y radicales de la dirección escénica de Chiara Muti, que no mereció los numerosos abucheos recibidos. La referencia, explícitamente declarada, para las escenas de Alessandro Camera y para toda la representación, es la película Metrópolis de Fritz Lang: antes del final, la naturaleza está totalmente ausente y domina la oscuridad, el gris sombrío del vestuario de Ursula Patzak y las estructuras que se ciernen amenazadoras. La única excepción es el vestido rojo de Gesler, que representa las fuerzas del mal. Sólo al final aparece un paisaje montañoso con árboles y cascadas en un telón de fondo pintado. La acción escénica se caracteriza por elecciones simbólicas, no exentas de ciertas exageraciones innecesarias, como los pecados capitales que acompañan al diablo Gesler. Todas las danzas (coreografía de Silvia Giordano) son sin distinción momentos de violencia opresiva de las tropas de ocupación contra la población suiza. Siento decir que en una ópera como Tell la coherencia corre quizá el riesgo de ser algo reductora.
Paolo Petazzi