MARVÃO / Fiesta musical para abrir el Festival
Marvão. Castillo. Festival Internacional de Música de Marvão. 22-VI-2022. Julianne Banse, soprano. Konrad Jarnot, barítono. Michael Barenboim, viola. Joao Barradas, acordeón. Orquesta de Cámara de Colonia. Director y violín: Christoph Poppen. Obras de Mozart, Bach y Piazzolla.
Ya sin las incertidumbres que caracterizaron el festival del pasado año, con la espada de Damocles del repunte de la covid-19 siempre sobre él, el Festival Internacional de Música de Marvão arrancó su actual edición con una gala festiva que aventura lo que puede ser un certamen para el recuerdo que tiene como columna vertebral la integral de la música de cámara de Brahms a lo largo de diez días.
Christoph Poppen, creador y director del FIMM, se pudo al frente de la Orquesta de Cámara de Colonia y tomó su violín para, junto a la viola de MIchael Barenboim, abordar la bellísima Sinfonía concertante para violín y viola en Mi bemol mayor KV 364 de Mozart. Como buen mozartiano, Poppen supo hacer que la orquesta se instalara desde el inicio en un fraseo muy en estilo: arcos cortos, legato controlado, transparencia en las texturas, acentuación expresiva y mucha fluidez. El empaste fue ganando enteros conforme la obra transcurría, así como la flexibilidad y la precisión en la respuesta a la dirección, especialmente relevante en el Presto. Poppen y Barenboim se compenetraron hasta el mínimo detalle articulatorio, con homogeneidad de sonido (especialmente bello el de Barenboim) y brillante resolución de los pasajes más saltarines. El Andante fue eso, un tempo de ritmo no lánguido, con toda la tristeza o melancolía que se quiera, pero sin caer en lo quejumbroso.
Una de las características del FIMM es la apuesta firme de Poppen por los jóvenes valores y todos los años nos presenta a intérpretes de calidad sobresaliente procedentes de medio mundo. Uno de ellos este año es el acordeonista João Barradas, poseedor de una soberbia técnica y de una musicalidad asombrosa. Comenzó con el Allegro inicial del Concierto BWV 1055 de Bach, que no fue la versión más ortodoxa, claro, pero en la que Barradas controló el color del instrumento y evitó los portamentos y los glissandi propios del instrumento. Pero para el Otoño porteño de Piazzolla sacó toda la artillería cromática de su instrumento y se pudo explayar con las síncopas y los acentos más incisivos, acompañado de una orquesta tan ágil como metida en el estilo Piazzolla de atacar las cuerdas y de jugar con el tempo.
El barítono Konrad Jarnot asumió el aria Hai già vinto la causa de Le nozze di Figaro con una voz claramente nasal pero de apropiado cuerpo como para hacer creíble al celoso Conde Almaviva; pero sobre todo gracias a su fraseo mordiente y sinuoso, autoritario y contundente. Juliane Banse acusa en su registro superior el paso del tiempo en la pérdida de brillo de su metal y en la dificultad para redondear el sonido, pero mantiene intacta su afinidad absoluta con el lenguaje mozartiano que la ha hecho una de las referentes incontestables en esta música. Y así lo revalidó en un Porgi amor fraseado con exquisita sensibilidad y atención a cada matiz y cada inflexión, con una línea de canto impecable y una expresividad no por contenida menos poética que se convirtió en gracia y delicioso canto en el dueto con Jarnot Crudel! perché finora.
Al borde de la medianoche, en la cisterna del castillo, debía haber ofrecido un recital el guitarrista Rafael Aguirre, pero la dichosa enfermedad obligó a última hora a improvisar un concierto con Christoph Poppen, Michael Barenboim y el violonchelista Isang Enders. Los dos primeros aprovecharon la mejor acústica del recinto respecto a la del patio del mismo castillo (al aire libre) de un rato antes, para mostrar la calidad y la riqueza de sus respectivos sonidos en una versión absolutamente magistral del Dúo para violín viola en Sol mayor KV 423. Los juegos de colores y la capacidad de modular el sonido, junto a un discurso ágil, vivaz, con juegos de entrelazamiento de las frases entre ambos fueron los argumentos para un momento de absoluta delectación musical. Poppen y Enders se alternaron en una especie de pasticcio a base de movimientos sueltos de las suites y sonatas de Bach. Versiones impecables, sobre todo las de Poppen, en lo técnico y expresivo, pero sin trazas de una aproximación al estilo, sin repeticiones ni una brizna de ornamentación. Y en el caso de Enders con un fraseo lento con excesiva presión en el arco, sin jugar con el diferente peso de las notas en determinadas frases.
Andrés Moreno Mengíbar
(Foto: Federico Mantecón)