MARVÃO / Festival Internacional de Música: volver a empezar
Marvão. Patio del Castillo. 23-VII-2021. 7º Festival Internacional de Música de Marvão. Juliane Banse, soprano. Martin Ney, flauta. Horácio Ferreira, clarinete. Lena Neudauer, violín. Orquesta de Cámara de Colonia. Director: Christoph Poppen. Obras de Grieg, Haydn, Mozart y Weber. • Pedro Pérez, contratenor. Ignacio Portillo, guitarra barroca y archilaúd. Obras de Hidalgo, Dowland, Monteverdi, Merula y Sances.
La edición del año pasado del que es el más importante festival musical de verano en todo Portugal iba a estar dedicada al aniversario de Beethoven con una impresionante serie de integrales (cuartetos, sinfonías, sonatas…), pero la pandemia obligó a reducirlo a un puñado de concierto en streaming. Por ello resultaba importante recuperar el hilo este año y evitar así una interrupción demasiado prolongada, siempre peligrosa a la hora de recuperar público y patrocinadores. A pesar de las preocupantes cifras de contagios y de las cambiantes y crecientes medidas de precaución, la séptima edición arrancó brillantemente con un programa doble.
En la primera parte, la Orquesta de Cámara de Colonia fue el soporte de una serie de intervenciones solistas bajo la dirección del director del certamen, el violinista y director de orquesta Christoph Poppen. El conjunto orquestal, en una disposición con los violines primeros y segundos enfrentados y las violas y chelos con sus posiciones habituales intercambiadas, mostró un pasable empaste, con algún que otro pasajero desacuerdo en materia de articulación y de ataques. La verdad es que el tiempo desapacible, con mucho viento, dificultaba prestar atención a la batuta en vez de a las volanderas partichelas. Con todo, la calidad del sonido fue remarcable y la flexibilidad en las inflexiones de la dirección fue de alto nivel. Así se pudo comprobar en la Suite Holberg de Grieg que abrió programa, en la que Poppen estuvo muy atento a marcar las inflexiones dinámicas con gran detalle y cuidado en sus valores expresivos, a la vez que a dotar al fraseo de vivacidad. En la Gavotte sobresalió la delicadeza del rubato y de las leves retenciones del tempo con el objetivo de marcar un clima de nostalgia melancólica.
Para el Concierto para flauta Hob VIIf: D1 de Haydn se contó con el flautista Martin Ney. Teniendo en cuenta que se trata de un músico que ha cambiado su profesión por la diplomática (es el actual embajador de Alemania en Portugal), su interpretación fue más que correcta. Su sonido es estable y cálido (flauta de madera con llaves modernas) y su fraseo y articulación es clara, con un buen legato. No es obra que ponga a prueba el virtuosismo del solista, sino que solicita gracia en el decir y en ello dio cumplida cuenta el solista con amplia solvencia.
Lena Neudauer sí que se enfrentó a una obra mucho más exigente, el Concierto para violín nº 5, “Turco”, KV 219 de Mozart. De sonido brillante a la vez que cálido y con pleno dominio técnico, sin asperezas en los ataques, con moderado vibrato y ausencia de portamenti, Neudauer sirvió una versión ágil y movida en los movimientos extremos, con amplio despliegue de agilidades, sobre todo en el Rondeau final, en cuyo pasaje alla turca central sacó una articulación enérgica que fue secundada por una orquesta en la que sobresalieron los golpes col legno de los violonchelos, con gran eficacia expresiva.
La soprano Juiliane Banse tiene bien acreditada reputación de mozartiana y lo volvió a mostrar con su interpretación del aria Ah, lo previdi KV 272 de Mozart. Toda una escena lírica en varias secciones que Banse desgranó con un fraseo cuidado al milímetro, disponiendo acentos y recursos técnicos (magníficos reguladores) que, junto a una emisión muy controlada, condujeron a una versión llena de fuerza dramática y de lirismo a partes iguales.
Finalizó esta gala inaugural el espléndido clarinetista Horácio Ferreira, con la versión para orquesta de cuerdas del último tiempo del Quinteto op. 34 de Weber. Ferreira controla en su totalidad el sonido del instrumento, con agudos penetrantes sin chispa de estridencia y graves redondos y profundos. La sobresaliente agilidad en la digitación y la claridad de su articulación pusieron un brillante broche a este reencuentro con la música en el Alto Alentejo.
A continuación, se presentó en el mismo escenario, cuando ya la noche era casi gélida (11 grados y viento endemoniado), el contratenor murciano Pedro Pérez, con la compañía a la guitarra barroca y el archilaúd, de Ignacio Portillo, con programa con las canciones más conocidas del repertorio seicentesco de España, Inglaterra e Italia. Pérez posee una voz de reducidas dimensiones en materia de volumen, agradable de timbre siempre que se mueva en la franja superior de su registro, ya que en la zona media y grave pierde definición. Aunque hay que tener en cuenta las condiciones ambientales, fue un recital caracterizado por la frialdad expresiva y por la monotonía en materia de fraseo y de acentuación.
En algunos de los hits de Juan Hidalgo, como Esperar, sentir, morir todas las estrofas sonaron iguales, sin ningún matiz diferencial y prácticamente ayunas de ornamentación, no prestando atención a la realización retórica de determinadas palabras o expresiones. Por similares sendas transcurrió la selección de canciones de John Dowland, especialmente en esa joya que es Come again cuyas repeticiones del estribillo “To see, to hear, to touch, to kiss, to die” piden a gritos un matiz diferencial en cada verbo. Por no hablar de Si dolce è ’l tormento de Monteverdi, en el que palabras como “tradito”, “strale” o “cruda” sonaron igual de planas que todas las demás. Sólo cabe alabar la capacidad de regular el sonido en bellos filados hasta los pianissimi más sutiles y prolongados, como el cerró Folleè ben chi si crede de Merula. El acompañamiento de Portillo, en lucha permanente con el viento y sus estragos sobre el atril, fue simplemente correcto.
Andrés Moreno Mengíbar