MÁLAGA / Yoab Talmi: valía y experiencia
Málaga. Teatro Cervantes. 07-VI-2019. Orquesta Filarmónica de Málaga. Ana María Valderrama, violín. Director: Yoav Talmi. Obras de Berlioz, Elgar y Chaikovski.
El penúltimo concierto de abono de la temporada de la Orquesta Filarmónica de Málaga (OFM) ha tenido un triple aliciente, poder admirar la belleza de una de las obras más significativas del romanticismo británico, Variaciones sobre un tema original, “Enigma” op. 36 de Edward Elgar, la presencia de una de las figuras emergentes de la interpretación musical en nuestro país cual es la violinista madrileña Ana María Valderrama con el Concierto para violín y orquesta en Re mayor op. 35 de Piotr I. Chaikovski y, en el pódium, la intervención de un maestro de sobrada experiencia y manifiesto temperamento musical como tiene el israelí Yoav Talmi, destacado director de su generación por su profundo conocimiento de un amplio repertorio y por su máxima responsabilidad docente en la Universidad de Tel Aviv en el Departamento de Dirección de Orquesta. Con la oferta de un programa atractivo, que se abría con una electrizante interpretación de la Obertura “Le Corsaire” op. 21 de Héctor Berlioz, se unían en la obra concertante la valía de la solista con la experiencia del director, que habían generado más que fundadas expectativas en el aficionado y público en general.
Yoav Talmi, de quien se tiene un gran recuerdo en Málaga por su excelente dirección de un programa de música rusa en el inicio de la temporada 15/16, entró en el escenario como si estuviera ya dirigiendo, creando con su sola presencia la tensión necesaria en los músicos para afrontar el aire extravagante del inicio de la obertura, calmado con su sostenido Adagio central que, como contraste, prepara la farándula final de esta pieza, donde Talmi hizo énfasis de la extraordinaria capacidad de instrumentación del autor, permitiendo que la sección de metal destacara sobre el resto de la orquesta.
Con un planteamiento de contención, se dispuso a concertar con la violinista en Chaikovski. Ana María Valderrama fue en todo momento a asegurar la dicción, expresividad y sentido de la obra atemperando el discurso en un claro deseo de hacer música por encima de cualquier tipo de exhibición gratuita, a la que tanto se presta la cadenza del primer movimiento. Aquí persiguió más la inspiración que el lucimiento, situándose al servicio del compositor. El maestro Talmí contribuyó enormemente para el éxito de tal intención. El sentido lírico se adueñó de su interpretación del precioso segundo tiempo. Cantó en la Canzonetta, recogiendo el testigo de los instrumentos de viento-madera, y convirtió en meditación el andante subsiguiente con una sensibilidad que demostraba el grado de musicalidad de esta violinista, que conseguía en esta ejecución su mejor momento en la velada. Volvía a ser Talmi ese vehículo maestro para tal resultado, dejando que Ana María Valderrama mostrara lo más profundo de su sentir musical con esa libertad que sólo propician los grandes compositores. Los riesgos zíngaros del vivacissimo final fueron controlados con inteligencia técnica buscando siempre el equilibrio entre la centelleante forma y el mensaje, esa atmósfera popular que desprende impulsado por un sutil pero creciente accelerando parejo al gesto dinámico que indicaba Talmi, verdadero alquimista del éxito compartido en esta interpretación. Un reguero de semicorcheas supuso el movimiento sonatístico que la solista ofreció como bis ante la ovación de un público entregado a su arte.
Quedaba para la segunda parte la obra señera de esta cita sinfónica de la OFM, las Variaciones “Enigma”, por las que Elgar, además de Pompa y circunstancia op. 39 es universalmente conocido. Su introducción y catorce números permitieron que las bondades del director surgieran en plenitud, pudiéndose admirar su amplia paleta de recursos técnicos y expresivos en ese nivel de ponderada estabilización que sólo poseen los verdaderos recreadores. La diversidad de situaciones y caracteres que propone Elgar fue reflejada con intuitivo acierto, convirtiendo la música en imágenes como los flashes danzantes de tocata y mazurca que contienen la segunda y tercera variaciones, así como la sensación de vehemencia que, como inspiración de la cuarta, dejó en el compositor el portazo del señor William Meath Baker, a quien está dedicada.
El momento culminante de su traducción elgariana fue la construcción de Nimrod, novena variación, con la que llevó a la orquesta a uno de sus momentos cumbre en la presente temporada en un mágico estado de asenso de voluntades de sus profesores con el director. Después de la gracia y desenfado con la que transmitió la siguiente, carácter ya anunciado, pero con un punto de elegancia en Ysobel, fue reproduciendo los dibujos musicales del compositor con tal seguridad de figuración que llevó a un verdadero relace expresivo al primer violonchelo en la duodécima dedicada a Basil G. Nevison, y al primer clarinete en la Romanza donde se pudo experimentar el amor que tenía Elgar por Julia H. Worthington, uno de sus amores más que platónicos. En la última, dedicada a sí mismo, el maestro Yoab Talmi impulsó, desde una sección de metal espléndida, el instrumento orquestal a un grado de solemne expresividad que entusiasmó al público, como se pudo percibir en un desenfrenado aplauso de más de cinco minutos de duración. El maestro Yoab Talmi volvía triunfar en Málaga dejando una vez más esa sensación de maestro consumado.