MÁLAGA / Densa impresión, diáfana expresión
Málaga. Museo Picasso. 27-VI-2020. Javier Perianes, piano. Obras de Albéniz, Debussy y Falla.
Según las palabras pronunciadas antes del recital por José Lebrero Stals, director del Museo Picasso Málaga, nada mejor que reanudar las actividades culturales paralelas de esta institución que con la actuación del pianista nervense Javier Perianes. Este se presentaba con un programa de denso contenido impresionista que requería de esa seguridad de concepto y alto grado de concentración de las que, de manera natural, siempre hace gala este intérprete.
Tales cualidades se manifestaron en plenitud en la primera obra del programa, Homenaje “Le tombeau de Claude Debussy”, donde se pudo apreciar el escrupuloso estilo con el que el pianista recreaba en su instrumento el sonido de la guitarra, para la que fue originalmente escrita esta esencial pieza de Manuel de Falla. Fue así como sedujo al auditorio que se mantendría en un alto estado de atención toda la velada, pese a los inevitables ruidos provenientes de los viandantes que circulaban por la calle colindante al jardín del museo.
Siguieron tres páginas de Claude Debussy de profundo calado impresionista: la imaginada evocación granadina La soirée dans Grenade y la alhambreña La Puerta del Vino, completadas por La sérénade interrompue. El planteamiento interpretativo global de las tres obras estuvo marcado por la claridad y elegancia de su pulsación, distinguiendo en cada momento la unidad y el sentido de la aparente irreconciliable estructura temática que constantemente propone este insigne compositor en sus discursos, dando a su naturaleza poética prevalencia sobre la perfección técnica, al subrayar constantemente su psicologismo conceptual a la vez que la tímbrica proyección espacial del sonido de sus mensajes.
Fiel a la voz del compositor, Javier Perianes hizo un contrastado planteamiento del Albaicín de Isaac Albéniz en su búsqueda constante del duende gitano que encierra esta magistral obra, pasando desde su melancolía inicial por toda una serie de emociones de apasionado lirismo, para desembocar en los acentos rítmicos de su final con sobria determinación.
Su intención con los cuatro números que tocó de la suite para piano de El Amor brujo de Falla fue hacer que el instrumento reflejara todo el cromatismo orquestal que posee este ballet, sin dejar de mantener la carga dramática de cada uno de ellos y dar así polifónicamente razón de ser a su transcripción pianística, que vino a tener sobrada justificación en la esplendente interpretación de la famosa Danza ritual del fuego. Con toda una estudiada cinética pianística, afrontó la ejecución de la Fantasia baetica, que cerraba el programa. Fuera de cualquier manierismo sentimentalista, transmitió la austeridad de sus sones y la sequedad expresiva que la caracterizan desde un sólido entendimiento del sublime pensamiento musical de Falla, que rompe esta fantasía con el más mínimo atisbo de complaciente folclorismo. Javier Perianes se manifestó así como gran traductor de uno de los hitos creativos del maestro gaditano.