MÁLAGA / Brillante debut de José María Moreno al frente de la OFM

Málaga. Teatro Cervantes. 17-IX-2020. Juan Pérez Floristán, piano. Orquesta Filarmónica de Málaga (OFM). Director: José María Moreno. Obras de Berlioz y Ravel.
La Sinfonía fantástica de Hector Berlioz, que fuera la primera obra de este género que interpretara la orquesta malagueña el 14 de febrero de 1991, día de su presentación, se ha programado por segunda vez en el concierto inaugural de la presente temporada, en el José María Moreno se estrenaba como nuevo director titular. La sinfonía fue precedida por el Concierto en Sol de Maurice Ravel, con Juan Pérez Floristán al teclado, uno de los intérpretes de mayor proyección artística en el panorama musical español actual.
Empezar una actuación con esta complicada composición después del parón obligado por la pandemia y el coincidente cambio de director suponía un doble hándicap, que tuvo su reflejo en la primera parte del primer tiempo ya desde el chasquido de su ataque inicial. La limpieza requerida en la orquesta quedaba difuminada en su necesario encaje con el piano, que se erigía en elemento catalizador para la dirección, adquiriendo un mayor peso en la alternancia concertante y definiendo el particular carácter modernista de la obra. Pérez Floristán se planteó la exposición del Adagio central a modo de un lied con sereno lirismo, producto de la particular inmediatez de su pulsación, haciendo que los dedos no se separaran demasiado del teclado como en una prolongada caricia. Su diálogo con la orquesta mantuvo siempre una exquisita línea, llegando a su momento más brillante con el corno inglés donde su celestial flujo musical alcanza mayor belleza. La conjunción de solista y director mejoró con una interesante tensión en el alucinante Presto final. En el primero desplegó todo su virtuosismo con gran brillantez y controlada vehemencia, siempre atento a contrastar las transformaciones temáticas dentro de un discurso orquestal bien dibujado en transparencia y color por el maestro. El joven pianista sevillano agradeció los intensos aplausos tocando con gran dulzura la sensual Danza de la moza donosa de Alberto Ginastera.
El director hizo una lectura dramática de la Sinfonía fantástica de Berlioz acentuando el contenido descriptivo de cada uno de sus movimientos, siempre desde un imaginativo trazo. Así transmitió a sus músicos en el primero, con precisos gestos, su característica pulsión sincopada. Se notó en el segundo la intención de llegar al carácter popular del baile que contiene, disponiendo las arpas separadas en dos palcos de escenario en su intención de ampliar el espacio sonoro. En tal sentido, buscó la orientación meditativa que pide el tercero, llevando el oboe al anfiteatro superior en su diálogo con el corno inglés. Igualmente hizo con las campanas tubulares en la Marcha al suplicio, penúltimo tiempo en el que estimuló la brillantez de la percusión en su aterradora función fantasmagórica. Terminó la obra sacando lo mejor de la sección de metal precisando su atormentado ímpetu romántico. Los innumerables bravi confirmaban el éxito de esta presentación de José María Moreno con un programa técnicamente de alto riesgo.