MADRID / Zacharias y Conunova: fantástico cierre de temporada del Círculo de Cámara

Madrid. Teatro Fernando de Rojas. 4-VI-2023. Circulo de Cámara. Alexandra Conunova (violín) y Christian Zacharias (piano). Obras de W. A. Mozart y J. S. Bach.
El pasado domingo se cerró la IV Temporada del Círculo de Cámara del Círculo de Bellas Artes de Madrid, un ciclo aún joven pero que ya está firmemente instalado en las agendas de todos los melómanos que se precien de la capital, y sobre todo de quienes amamos especialmente ese apasionante e infinito género que es el camerístico. Para tal evento, nada mejor que un músico consagradísimo y que cuenta con el respeto y la admiración de toda la afición, como es Christian Zacharias, acompañado de la joven violinista moldava Alexandra Conunova. Galardonada con los Primeros Premios de los Concursos Joseph Joachim, Singapur o Chaikovski, ésta ha sido su primera actuación en España, y a buen seguro que la volveremos a escuchar pronto. Conociendo la obsesión por la perfección del maestro alemán, no cabe duda de que su partenaire tenía que estar a su altura, lo que quedó claramente demostrado a lo largo de todo el recital, conformado por tres sonatas a dúo de Mozart y una Partita para violín solo y una Suite Francesa de Bach.
La primera de la Sonatas, la KV 301 en Sol mayor, es una obra compuesta en 1777, en un momento en el que Mozart empieza a sentir la necesidad de liberarse del yugo salzburgués y también de ir ampliando recursos compositivos, lo que le aleja ya en esta temprana partitura de esa forma tan habitual entonces de hacer del piano un mero acompañante del violín. Ese carácter fresco, alegre y lleno de vitalidad fue fielmente reflejado con naturalidad y elegancia por el dúo en ese primer movimiento en que uno sigue al otro o lo dobla a diferentes distancias interválicas en un juego constante. De hecho, ésas fueron las dos características principales que dominaron la velada: un fraseo bien dibujado y hermoso, sin extravagancias ni falsas originalidades, un poco contenido y muy elegante. El Rondó estuvo lleno de gracia, sin abandonar tampoco esas inflexiones melancólicas que demanda la parte en modo menor que nos recuerda que la mayor melancolía siempre fue patrimonio de Mozart, aunque pretenda desmentirlo inmediatamente después.
El bello sonido que Conunova extrae de su fantástico Guadagnini de 1785 pudo apreciarse completamente en la Partita nº 3 en mi Mayor BWV 1006 de Bach, que comienza con una de las páginas más célebres del autor: el Preludio que, por otra parte, es el único de todas sus Partitas para violín. Aunque parece que su pretensión inicial era de orden pedagógico, no se puede desdeñar el gran nivel de los instrumentistas con los que contaba en la corte de Köthen en el momento de su composición (hacia 1720) para comprender la capacidad técnica que demandan estas obras. El evidente virtuosismo de arco que se precisa para el Preludio, la soltura en la técnica del bariolage y el dibujo de la polifonía a través de todas esas armonías desplegadas concatenadas son aspectos que Conunova domina sobradamente, aunque en general faltó un poco de flexibilidad en el fraseo, un poco más de respiración para apoyar sin prisa ciertas notas e intensificar las diferentes voces y dotar de un aspecto un poco más fantasioso a esta introducción, como pide un Preludio. Eso sí: impresionante la afinación, que fue irreprochable. La temible Loure, un ejercicio diabólico de dobles cuerdas, sonó segura y adecuada en ese juego de vibrato-non vibrato. La Gavotte en rondeau, otro de los “hits” de Bach estuvo interpretada con autoridad y espíritu danzante, así como los dos Minués, aunque quizá los mejores momentos fueron la Bourrée y la Gigue, que Conunova encadenó, gracias a lo cual pudimos apreciar el cambio rítmico y el carácter un tanto rústico de la primera frente al más volátil de la segunda. Fantástico sonido de principio a fin y un gusto disfrutar de los armónicos de esas cuerdas al aire en ese excelente instrumento.
El ritmo irrefrenable del primer movimiento de la Sonata en Fa Mayor KV 377, que suena prácticamente como un perpetuum mobile, contó con una pulsación perfecta en ambos músicos que se turnaban con total fluidez o compartían los obstinados tresillos con perfecto equilibrio. Sin duda, los mejores momentos de la obra están en ese segundo movimiento, un Tema con variaciones de carácter casi trágico en el que Zacharias y Conunova dieron cuenta de la perfecta conjunción en cuanto a respiraciones, dinámicas y planos sonoros, logrando momentos de auténtica emoción, como en la Siciliana final, por ejemplo. Elegancia, contención y equilibrio fueron de nuevo la tónica general de ese final tan clásico pero que sorprende con esa sección intermedia en modo menor en la que Conunova fue una perfecta acompañante dando color a una simple nota tenida que se repite mientras Zacharias nos deleitaba con ese tema tan hermoso.
Tras la pausa, el pianista reapareció para interpretar la Suite francesa nº 1 en Re menor BWV 812. Quien esto escribe conoció a Zacharias hace ya muchos años, a finales de siglo (no diremos qué siglo que cada cual haga sus conjeturas, como diría Groucho Marx) tocando a Scarlatti y he de reconocer que de su mano se me abrió todo un mundo, un mundo de creatividad, de inventiva y de profunda vitalidad. También recuerdo un Fandango del Padre Soler como no he vuelto a escuchar jamás, con palmas incluidas. Llamaba mucho la atención su forma de pedalizar esa música en principio tan idiomática, tan hecha por, para y desde el clavecín, pero de la que él tenía el secreto de la traducción al piano. Con los años, Zacharias se ha vuelto sin duda más introspectivo y probablemente ahora prefiere interpretar una música más elucubrativa, como es la de Bach. Quizá ésa sea la razón de que el carácter de Partita, es decir, el de suite de danzas, haya quedado casi anulado en favor de una especie de movimientos para teclado. La Allemande, la más compleja desde un punto de vista polifónico, recordaba a una sonata bipartita, mientras que la Courante hacía pensar en los Andantes de las sonatas para instrumento. La Sarabande y los Minuet I y II, de escritura bastante vertical, adoptaron un aire de coral variado para órgano, a lo que no fue ajena una pedalización muy especial y un tanto amplia en ocasiones que, sin nunca mezclar los sonidos, sí generaba una ligera resonancia que envolvía el conjunto. También quedó patente la filiación de la Sarabande con los Adagios de las últimas sonatas para piano de Beethoven y de la Gigue final con no pocas páginas de Schumann, de una polifonía un tanto cargada en el registro central del teclado. Una forma muy personal, muy interesante y más intimista de aproximarse a algunas de las páginas más exuberantes de Bach.
El concierto se cerró con la Sonata en Si bemol Mayor KV 454 de Mozart, ya de su periodo de madurez (si madurez se puede llamar a los 29 años) y que sin duda ninguna representa una mirada al futuro, con un desarrollo claramente mayor de los temas y una avanzadilla evidente de las primeras Sonatas para violín y piano de Beethoven. El equilibrio perfecto del Largo y su consiguiente Allegro encontraron en este dúo unos perfectos intérpretes. Impresiona la claridad, nitidez y precisión de la pulsación de Zacharias y la exacta correspondencia en la respuesta de Conunova. Y una vez más, las joyas de la partitura se encuentran en ese Andante, en el que Mozart comete algunas osadías armónicas que se convertirán en tipicamente schumannianas, como hacer pasar ciertas séptimas en el bajo, o modulaciones recurrentes en Schubert que ambos intérpretes tuvieron buen cuidado en destacar los suficiente para ser apreciadas. Tras la intensidad emocional del segundo movimiento, el Allegretto final llegó con esa aparente intrascendencia cargada de sabiduría y recodos melancólicos de Mozart que, una vez más, este magnífico dúo supo interpretar con la más ajustada maestría.
Tras la salva de aplausos, una breve y apropiada propina: el Scherzo de la Sonata para violín y piano nº 5 “Primavera” de Beethoven. Fantástico cierre de concierto y de temporada. Y, para felicidad de los recalcitrantes, diremos que la próxima se anuncia del mismo nivel, así que no nos la perderemos.
Ana García Urcola