MADRID / Yoncheva, mucho más que Dido
Madrid. 24.X.2024. Auditorio Nacional, sala sinfónica. Ciclo de Impacta conciertos. Sonya Yoncheva, Ana Vieira Leite, Halidou Nombre, Attila Varga-Toth, Pauline Gaillard, Yara Kasti, Arnaud Gluck, Lili Aymonino. Orquesta y Coro de l’Opéra Royale de Versailles. Dirección musical: Stefan Plewniak. Henry Purcell: Dido y Eneas, versión de concierto.
Los acercamientos a esta joya de Henry Purcell, Dido y Eneas, se han multiplicado desde que uno tiene uso de razón sonora. Tecleen en la red, y verán. Es la única ópera de Purcell, que no fue pródigo en otros géneros, aunque destacan las maskarades. En un país, por cierto, que tardó en creer en la ópera. Obra breve, permite libertades relativas. La Opéra Royale de Versailles y Stefan Piewniak se permiten, con toda legitimidad, introducir piezas a modo de intermedios entre escenas o actos (una hornpipe, una chacona de King Arthur, una obertura para Timon of Athens, otra de Matthew Locke). La versión de Plewniak se consiente libertades, sí. Pero la orquesta se atiene a un muy aceptable rigor en cuanto a criterios de época. Porque, como me gusta insistir: sabemos cómo no sonaba esa música, pero no cómo realmente sonaba; peor aún si ponderamos las salas que podía haber entonces con las de ahora. Y tampoco el orden de la secuencia es dogma de fe. Entre paréntesis: hay una grabación que me parece destacable de este conjunto, pese a que el compositor sea contemporáneo; es la de Los fantasmas de Versalles, de John Corigliano, que acaso quede con el tiempo como una de las más importantes óperas de la segunda mitad del siglo XX (sello Château de Versailles Spectacles, claro está).
Así, pues, del lado instrumental y de conjunto, el nivel alto estaba garantizado en la vivacidad y expresividad que Coro y Orquesta, bajo la ágil dirección de Plewniak, le imprimen a la secuencia lírico-dramática. Aunque, en rigor, en esta ópera hay poco elemento dramático, teatral; los hay más bien de carácter lírico. Y para eso estaba ahí la voz bella, firme y lírica de la soprano búlgara Sonya Yoncheva, sobre todo en las dos grandes arias con que casi se abre la ópera y casi se cierra: Ah, Belinda! I am press’d y Thy hand, Belinda. La ausencia de la protagonista en largas escenas (todo lo largas que puedan ser en una ópera tan breve) molestaban a la audiencia. Porque Yoncheva es la muy querida protagonista que garantiza un nivel artístico realmente alto en relación con las prestaciones de la Opéra Royale. Bien conocida del público, su actuación venía animada por su presencia, días antes, en un programa de RTVE llamado La revuelta, donde parece ser que derrochó simpatía, desparpajo y declaraciones que aún hoy chocan a parte del respetable. Su personalidad es poderosa, como su sentido de la comedia; no es verosímil que Eneas, pese a brujerías, abandone a una mujer así.
Las voces femeninas son en de muy buen nivel, empezando por la voz bella, muy lírica, aunque débil en emisión, de Ana Vieira Leite. Junto a ella, los personajes fantásticos los asumen, con bellas voces y más glamur que brujería, las sopranos Pauline Gaillard, Yara Kasti y Lili Aymonino. Por el contrario, uno se pregunta qué hace aquí una voz como la de Halidu Nombre, que estropea el papel de Eneas. Felizmente, Eneas canta poco. Las otras voces masculinas sortearon el temporal, con más gracia y simpatía que arte vocal. La sesión duró al final unos ochenta minutos, sin contar la fiesta final. Sí, fue una auténtica fiesta. Con dos propinas entresacadas de Les Indes galantes, de Rameau, y bailoteos con los que la orquesta y el coro invitaban al público a participar.
Santiago Martín Bermúdez