MADRID/ Vitalidad artística de la Orquesta Sinfónica de Navarra
Madrid. Auditorio Nacional (Sala sinfónica).19-I-2023. Orquesta Sinfónica de Navarra. Director: Perry So. Obras de Arzamendi, Bartók y Brahms.
Dentro de su ciclo sinfónico, la Orquesta de la Comunidad de Madrid ha acogido un concierto de la Orquesta Sinfónica de Navarra, un conjunto muy activo que figura entre los varios que cambiaron el panorama tradicional de las orquestas española y lo elevaron de categoría. Hay que decir que el actual momento de la formación es de los mejores de su historia pues en este concierto demostró una vitalidad y un interés artístico encomiables, exhibiendo un nervio sonoro de calidad técnica y madurez musical que incluso se traslada a un programa modélico donde convivían una gran obra del repertorio básico, un hito musical del siglo XX y una obra nueva de autoría española. Algo que debería ser más frecuente.
La orquesta tiene un nivel muy compacto y unificado, aunque quizá sobresale la calidad de la cuerda, algo que no hace tantos años resultaba inimaginable en cualquier orquesta española. Pero las demás secciones son igualmente de muy buen nivel. También su reciente nuevo titular, Perry So, mostró buenas cualidades técnicas y artísticas en un momento en el que, con nuevas generaciones de excelentes directores españoles, muchas de nuestras orquestas se decantan por titulares foráneos no siempre de indiscutible calidad. En este caso, la elección parece acertada porque es un maestro de buena técnica, sensible, y con un toque artísticos muy personal.
Tras lucir en la nueva composición, la orquesta nos ofreció una bella versión de esa obra maestra absoluta que es la Música para cuerda, percusión y celesta de Bela Bartók. Intenso y preciso ese maravilloso primer movimiento con su exactitud de proporciones y la belleza que extrae de su sutil matemática. Fogosos y vitales los movimientos más a la húngara, segundo y cuarto, y poéticamente misterioso y expresivo el número central que quizá fue el que salió más redondo por la sutil expresión que consiguieron orquesta y maestro. Esta orquesta ha conseguido una cuerda interesante.
La Sinfonía nº 2 en Re mayor op. 73 es probablemente la más popular de las cuatro magistrales sinfonía de Brahms por su carácter animado, vitalista y oscilante entre lo pastoral y lo heroico. Esa vitalidad la reflejó muy bien la animada versión de So y se irradió desde una orquesta que funciona de manera homogénea y con una calidad muy superior a la media. Nada de rutina en la ejecución y sí calor interpretativo y rigor estético.
La nueva obra, muy recientemente estrenada por la formación en Pamplona, era original de la compositora de Mondragón, residente en Madrid, Beatriz Arzamendi (1961), una autora entre las más interesantes del actual momento español que ha desarrollado un lenguaje personal muy bien cimentado técnicamente. La obra surge de un encargo de la Orquesta de Navarra juntamente con la SGAE-AEOS y se titula Sorgine Soinua (Sonidos de las brujas). Son siete movimientos sucesivos y enlazados en los que se evoca, más que describe, la problemática de los casos de brujería perseguidos en Navarra durante la época barroca y donde se buscaba inquisitorialmente, so pretexto de brujería, una persecución a las mujeres que se salían de lo establecido. Ahí está el famoso episodio de Zugarramurdi en el Baztán y casos que llegaron hasta la zarzuela como es el ejemplo de La bruja de Chapí.
La compositora se fija en determinados temas, que incluyen los aquelarres, pero también otros momentos más humanos y, aunque en el fondo es un excelente ejercicio de música abstracta radicada en imágenes externas que no aherrojan la fantasía. También incluye una acendrada expresión y un admirable dominio técnico de los recursos tímbricos y métricos para conseguir una obra realmente meritoria. Destacan especialmente, por su eficacia y pertinencia, los irrintzis penetrantes y amplificados realizados por tres mujeres en distintos lugares de la sala. Es un buen recurso técnico expresivo, una hallazgo más que una ocurrencia Y es de destacar que Arzamendi elude escuelas técnica y estéticas que conoce sin que la aplasten. Ella se muestra como ella misma, algo dificilísimo para cualquier artista. Posee una adecuación excelente del sustrato popular a una obra que es verdaderamente de arte grande.
La versión de la Orquesta Sinfónica de Navarra y su titular fue muy cuidada y entregada de manera que llego muy bien a los espectadores y fue un rotundo éxito para autora, maestro y orquesta. Y así, el total de la velada constituyó uno de esos conciertos de los que se sale con la convicción de que mereció la pena acercase a él. Obras del siglo XXI, XX y XIX que se unían en la excelencia y el interés.
Tomás Marco