MADRID / Vertixe Sonora, atractores extraños
Madrid. CentroCentro. 15-VI-2023. Vertixe Sonora. Obras de Torá, Bernal, Calderón y Miralles.
El conjunto gallego Vertixe Sonora se caracteriza por su consideración como banco de pruebas, como laboratorio en el que probar constantemente caminos, algunos de largo recorrido, otros en cambio que se comprueban sin salida. En todo caso que un ciclo como VANG, orientado a una idea de la música experimental consolidada, dé cobijo a propuestas más escolásticas puede ser de interés, y hasta de retroalimentación para otro tipo de proposiciones, más sobre todo cuando, como era el caso, lo que se ofrece no obedece a ninguna escolástica conservatorial, si no al aquí y ahora de la música que se está haciendo y se defiende en los cenáculos de la música de hoy.
Pablo Coello se las vio con una extensa obra para saxofón de José Luis Torá, wq. 132 à creux perdu (2017) que desde las “complejidades polifónicas” de la Sonata de CPE Bach a la que alude el título plantea un viaje a las tripas del instrumento que, durante largo tiempo, sucede verdaderamente en las oscuridades arañadas de un saxo preparado y amplificado. La obra de Torá, que en esta como en otras páginas suyas tanto podemos emparentar con ideas asumidas de compositores como Lachenmann y Billone, está construida a base de rastrojos, de pulsiones internas y de respiraciones apagadas. Se entiende el saxofón también como objeto desde el que democratizar el valor de unos sonidos y otros, los realizados a través de la caja de resonancia y los propiciados por el golpeo de las llaves. La fuerza de la creación reside en trascender lo solamente indagativo, el discurso pareció detenido mientras Coello confeccionó un esmerado y pausado proceso de vaciado de la pieza (conceptualmente para nosotros, oyentes) referenciada. Solo al final la narrativa cambia y se vuelve inmisericorde, furibunda, casi sentimos físicamente el dolor de un instrumento/objeto que chilla y se retuerce.
“Todo lo que tocan los intérpretes es grabado y reproducido una y otra vez, de manera que va generándose una gran masa formada por un número creciente de capas”, anota el compositor Alberto Bernal al respecto de (neo)liberal systems #2 ‘crescendo’ (2019), a medio camino entre la improvisación y la escritura, también concebida para un instrumental abierto. Sin ser hija directa de, la obra del compositor madrileño sí es consecuencia de Fluxus y sus muy heterogéneas derivadas en el campo de lo performativo y lo sonoro. Por eso sus piezas destacan por una desinhibición lúdica desacostumbrada; el juego desplegado por el pianista David Durán y la oboísta Pilar Fontalba, en práctica heterofonía con el viola Alfonso Noriega tuvo mucho de festín sónico en el que escalas macilentas peleaban por instaurarse en un creciente magma descacharrante que fue formidablemente ejecutado tanto por los músicos de Vertixe como por la certera electrónica regida por Iván Ferrer.
Esther Calderón presentó Despertar en llamas (2023) y, pese a su más que obvia imperfección (música que no acaba de definirse, división en dos mitades que se niegan la una a la otra) es una obra sincera en el dibujo de una compositora que aún busca sus asideros y tantea situaciones. Tuvo a ejemplares defensores que la elevaron por encima de sus estilemas naíf, con algunos pasajes francamente encantadores y que, en el contexto de un programa como este, supusieron un hasta cierto punto agradable remanso. Por su parte, de Pilar Miralles oímos/vimos (en su caso lo primero es indivisible de lo otro) Ya no siento el deslizamiento, los roces del tiempo (2023) para luces parpadeantes, dos radios, cinta, viola y piano. Si de la ecuación restásemos la viola (con figuraciones y escalas que despistaban y nada aportaban) hubiera quedado un paisaje fílmico digno de un gran retratista. Con sus ecos fagocitados de David Lynch (dos músicos sentados a mirada perdida y con lucecitas navideñas cubriendo sus torsos, una emisión radiofónica lóbrega, de voces indefinidas a reducido volumen) y un carácter de música ambiental en el que nada pasa porque nada tiene por qué pasar, la apuesta de Miralles no fue poca cosa. Bien por Vertixe y por Vang estas manos tendidas a los músicos que empujan, y que lo hacen sin regresividad, con cosas que decir y con tiros que errar.
Ismael G. Cabral