MADRID / Una visión cinematográfica de ‘Luisa Fernanda’

Madrid. Teatro de la Zarzuela. 21-VI-2023. Carmen Artaza, Juan Jesús Rodríguez, Sabina Puértolas, Ismael Jordi, María José Suárez, Nuria García Arrés, Emilio Sánchez, Antonio Torres, Didier Otaola, Rafael Delgado, César Diéguez. Coro del Teatro de la Zarzuela. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Director: Miguel Ángel Gómez- Martínez. Dirección escénica: Davide Livermore. Dirección de reposición: Emilio José López Pena. Moreno Torroba. Luisa Fernanda.
Ya está dicho, Luisa Fernanda ha sido una de las zarzuelas más representadas y también grabadas. Nacida en los primeros momentos de la II República, es una de las últimas zarzuelas grandes que pertenecen a esa etapa en que el género, a pesar de sus limitaciones, prometía una mejora convincente y parecía reverdecer, al menos en apariencia. Esta evocadora partitura de un Madrid próximo a destronar a Isabel II en un momento en que otro Borbón se dirigía al exilio tenía un atractivo especial. En 1931 se asentaron las bases de una nueva organización musical en la que Moreno Torroba volvió a encontrar un lugar privilegiado, y su teatro Calderón se convirtió en la sede del Teatro lírico nacional concebido por los estrategas del nuevo régimen. En dicho teatro se estrenaron numerosas obras, entre ellas, la noche del 26 de marzo de 1932, Luisa Fernanda, obra con la que su autor se perpetuaría como uno de los mejores autores de zarzuela del siglo XX, a pesar de que siempre afirmó no ser su obra favorita.
Al éxito del compositor se unieron los nombres de los libretistas, Federico Romero y Guillermo Fernández Shaw. Moreno Torroba logró ilusionar al público con una partitura agraciada y de calidad orquestal; tenía en su acervo cultural toda la tradición de nuestro género lírico al mismo tiempo que recoge el secreto de la zarzuela madrileño-romántica y rural que heredara de Vives. Y los libretistas acertaron en el cuadro de ambiente, en la pintura de la época y en la fluidez del lenguaje. Hacen un gran guiño histórico, lleno a su vez de otros pequeños guiños, en los que la tendenciosidad política queda disuelta en el más profundo sentimentalismo. Otro mérito del libreto son sus personajes, más espontáneos que afectados. Escritos como naturalezas vivas, con bagaje de sentimientos propios, se mueven y exponen con dominio de sí mismos y sin desertar del destino que les incumbe. Tras su estreno, esta comedia lírica en tres actos comenzó su andadura de éxitos en el Teatro Novedades de Barcelona; tras pasearse por muchos teatros españoles terminó por recalar por primera vez la noche del día 9 y la tarde del 10 de junio de 1934 en el Teatro de la Zarzuela de Madrid.
A punto de cerrar su temporada lírica 22/23, el Teatro de la Zarzuela repone la producción estrenada en enero de 2021, cuyas funciones estuvieron mermadas a consecuencia de la pandemia, con limitación de aforo y restricciones sanitarias tanto en la sala como en la escena y el foso. De ahí que su reposición pueda estar justificada. Se ofrecen ocho funciones con dos repartos de referencia integrados por cantantes especialmente lúcidos, vigorosos y sólidos y una revisión escénica a la idea de Livermore por Emilio José López Pena.
Como ya expresé en su día, el espectáculo teatral funciona a pesar de lo que creemos incongruencias. Livermore, loable regista turinés, opta por un espacio arquitectónico del Madrid de los años treinta, el mítico cine Doré con la fachada de 1923 (hoy sede de la Filmoteca Nacional), presente durante toda la acción, “un mundo fugitivo o desfigurado que evoluciona en 360º ante nuestros propios ojos”, y como fondo una pantalla con una profusa proyección de imágenes cinematográficas, alusivas a la trama, que se combina con la vida de los espectadores de esa sala de cine. Ello no puede evitar distraer, desdibujar o desnaturalizar la obra, convirtiendo un asunto de escasa anécdota –un triángulo amoroso entre Luisa Fernanda, Vidal y Javier– en algo confuso y deslocalizado al querer combinar dos épocas, la isabelina y la II república. Los matices se pierden en ese afán de descontextualizar las obras de repertorio. La naturaleza casticista de la obra se diluye así como la localización de cada una de las escenas. El último acto en la dehesa extremeña recupera más coherencia.
Mostró gran conocimiento de la partitura el maestro Gómez-Martínez al frente de los profesores de la ORCAM con una dirección seria y bien ajustada, de diáfana sonoridad, con pasajes muy cuidados; como muestra la transición instrumental del segundo al tercer acto con ese solo de violín tan lírico y a su vez melancólico sobre el tema de la romanza de Vidal del 2º acto. En cualquier caso, algo más de nervio y vuelo hubiera ido bien en algunas escenas. Buena participación del coro titular que dirige Antonio Fauró. Bonita la coreografía de Nuria Castejón.
Colaboró en mayor parte al triunfo del espectáculo un elenco vocal bien articulado que dio solidez a esta zarzuela: Luisa Fernanda (Carmen Artaza) y Vidal (Juan Jesús Rodríguez), por distintos caminos juguetes de sus sentimientos; Javier (Ismael Jordi), mártir de su ambición, y Carolina, “duquesa de Dalias” (Sabina Puértolas), atractiva flor, pero dentada como sus hojas.
A la mezzo Carmen Artaza le tocó sustituir a María José Montiel, anunciada para el papel de Luisa Fernanda y que a última hora no pudo atender. Esta joven donostiarra tiene buen centro de voz y clara emisión, mostró buen fraseo, pero debe trabajar su registro agudo. Ismael Jordi, tenor lírico-ligero, de aire belcantista, exhibió su fácil agudo, exquisito fraseo. El personaje representado, Javier Moreno, quizá reclame más cuerpo de voz. Lució su voz fresca y segura, en todo momento seductora, sin ambigüedad, la soprano lírico-ligera, Sabina Puértolas. Desarrolló un Vidal deslumbrante el barítono, excepcional de voz, Juan Jesús Rodríguez, cuarto de este tetraedro de amores. Enérgico, contundente, pletórico, de poderosa personalidad. Ha sabido quitarse la espina de la pasada edición de 2021, que tuvo que abandonar por una afección laríngea. Su interpretación de Vidal Hernando es de las mejores que he podido escuchar.
Buenas intervenciones del resto del reparto. Resaltar la figura de María José Suárez como Mariana, siempre expresiva. Nuria García-Arrés, como Rosita, la costurera (soprano), Francisco José Pardo (tenor), interpreta al Saboyano y Antonio Torres en un certero Luis Nogales.
El éxito y entusiasmo del público en el día de estreno y el lleno de la sala en las siguientes funciones hace pensar en la vigencia de esta obra para el público de la lírica.
Manuel García Franco
(foto: Javier del Real)