MADRID / Una ‘Bernarda Alba’ experimental sacude la Gran Vía
Madrid. Pequeño Teatro Gran Vía. 12-XII-2022. Neopercusión. Lux Contemporánea. Directora escénica: Marifé Suárez. Directores artísticos: Juanjo Guillem y Rebeca Santiago. Pulsión de muerte: obras de Santiago, Guillem y Morales.
Sobre el papel varios presagios negativos. Un proyecto ambicioso, el de repensar La casa de Bernarda Alba de García Lorca, con escasos medios y en un teatro de singular ubicación, pero con muy reducidas capacidades técnicas. El resultado, una original (y radical) intervención en la obra dramática, desnudada prácticamente de texto, desde la música experimental y con una puesta en escena, en efecto, modesta, pero muy conseguida, tan lóbrega como las plañideras que transitan el relato.
Había nombres detrás de esta creación plural, Pulsión de muerte, que también animaban a lo mejor. De un lado el percusionista Juanjo Guillem y su formación, Neopercusión, de otro la compositora Rebeca Santiago y el compositor Hugo Morales. Programada en el Pequeño Teatro Gran Vía, el empeño quedará en la historia de la música contemporánea madrileña, entre otras cosas, por poner una pica en Flandes. Habría que pensar bastante para dar con otro evento similar en una calle tan nutrida en teatros de variedades.
Hubo mucho talento y pasión, dos palabras a menudo tan evocadas con faltas de verdad que lucen gastadas. Pero reivindiquémoslas a propósito de esta creación en tres actos de espíritu profundamente exploratorio, sin concesiones. Ya fuera por las piezas explícitas y teatralmente directas, sin ornamentos, de Rebeca Santiago (Thanatos, Jardín seco); ya por las aportaciones del propio Guillem, de una bella crudeza (Tambores de muerte, Noche oscura) y, sobre todo, con las obras de Hugo Morales, buscando el acople electrónico, el error y el repetitivismo en Fields y parecidas pretensiones en la lumínica Forcefield.
Marifé Suárez, en la dirección escénica, logró incardinar con éxito esta rara propuesta en la que unos pocos esquejes del texto lorquiano salpicaban un guion integrado por unas partituras y otras, manteniendo una presencia casi constante en el escueto escenario del conjunto vocal Lux Contemporanea. El resultado, a pesar de algunos momentos un tanto ingenuos (reiteradas invocaciones al Requiem aeternam, la conclusiva ¡Silencio!), transitó por una senda que proponía un inédito e híbrido cruce entre la música gestual, la electrónica y la exploratoria con una teatralización tan humilde como bien tamizada por una negrísima y tenebrista oscuridad que rompió suspicacias con su marchamo entre inquietante y terrorífico.
Ismael G. Cabral