MADRID / Un soplo de humanidad

Madrid. Iglesia Evangélica Alemana (Friedenskirche) de Madrid. 25-01-2020. Anna Margules, flautas de pico. Obras del London Manuscript, del Codex Faenza, Cristóbal Halffter, Giovanni Bassano, Jakob van Eyck, Jacques-Martin Hotteterre, Georg Philipp Telemann y Gabriela Ortiz.
Qué portentosa resulta siempre esa capacidad que tiene la música de convertir en una acción titánica incluso el más leve de los esfuerzos. El ciclo Soledades de El canto de Polifemo refleja a la perfección está perspectiva tan poco reverenciada en la que un sólo intérprete se desnuda artísticamente junto a su instrumento para enfrentarse al público.
La última protagonista de este suculento mano a mano no ha sido otra que la flautista Anna Margules, una de las intérpretes más queridas para la flauta de pico del entorno madrileño (aunque su ocupación principal se encuentra en Conservatorio Superior de Aragón). La enorme artista mexicana dio una extraordinaria cuenta de a qué insospechados límites puede llegar un instrumento que ha sido tan prostituido de malas maneras por los sistemas educativos obligatorios, como decisivo en la historia de la música occidental.
Abrir boca con el Lamento di Tristano, una de las más preciosas estampidas del London Manuscript (British Library, MS 29987, s. XIV) fue un verdadero acierto. Es impresionante la atmósfera que es capaz de crear un instrumento tan reducido, a la que desde luego contribuye la arquitectura y acústica de la Friedenskirche de Madrid, que nunca para de sorprendernos. Por otro lado, las disminuciones sobre una ballade de Machaut del Codex Faenza resultaron sorprendentes, con una sonoridad muy particular y una dificultad endiablada, fabulosamente resuelta. El recorrido histórico siguió a través de una ricercata de Bassano, una de las grandes figuras de aquel milagro irrepetible que supuso la capilla de San Marcos de Venecia, para detenerse y con razón, en la histórica contribución de Jakob van Eyck. Qué preciosa música la que emana siempre de las páginas del Der Fluyten Lust-hof, y qué esplendorosamente ajusticiada en las manos de Margules. Tampoco faltaron en esta muestra cronológica Hotteterre “Le Romain”, que siempre resulta un delicioso regalo para el oído, y el titánico Telemann, de cuya milagrosa mano chorreante de música salió también una exquisita muestra para flauta.
Sin embargo, consideramos necesario detenernos un poco más en la aportación que Margules realizó para con sus contemporáneos. Tuvo la fortuna de traer una particular pieza del anciano Cristóbal Halffter, basada también en el Lamento di Tristano, que desde luego fue una sorpresa para muchos, tanto por su enorme dificultad como por su genial reelaboración de la estampie original. A ello sumó y esta vez para concluir, una increíble creación (Canto a Hanna) de su compatriota Gabriel Ortiz, una de las grandes compositoras latinoamericanas de nuestro tiempo. Resultó esta una obra de verdadero impacto, con un lenguaje verdaderamente bello (contra lo que suele ser habitual en composición actual) a lo que sumó el puro espectáculo de ver a la propia intérprete cantar y tocar al mismo tiempo, en un alarde polifónico que debió dejar a más de uno pasmado en el sitio.
Casi una voz es el nombre que gobernaba este bello proyecto de Anna Margules, en el que supo expresar todo aquello que una flautista tiene que decir. Y efectivamente son tantas las variaciones, modulaciones, disminuciones y matices que tuvimos ocasión de disfrutar en sus primorosas flautas, que no nos queda más remedio que rendirnos y asumir que de entre los vientos, pocos hay más cercanos a la humanidad.