MADRID / Un Mozart bien explicado y en su sitio
Madrid. Auditorio Nacional (Sala Sinfónica). 26-II-2022. XLIX Ciclo de Grandes Autores e Intérpretes de la Universidad Autónoma (Música por la Paz. Homenaje a Tomás y Valiente). Ronald Brautigam, piano. Orquesta de Cámara del Concertgebouw de Ámsterdam. Obras de Mozart.
Una espléndida fiesta mozartiana que hemos de agradecer a la Autónoma y a sus representantes, con los musicólogos Begoña Lolo, anterior responsable del Ciclo, y Germán Labrador, el actual, al frente, la que pudimos disfrutar en esta amena sesión. Algo que, para limpiar cañerías y aclarar el aire, no viene mal de vez en cuando. Se presentaba el conjunto de cámara de la histórica Orquesta del Concertgebouw, y lo hacía con diecisiete jóvenes instrumentistas de cuerda. A ellos se sumaba el piano —no el fortepiano en esta ocasión— del afamado Ronald Brautigam.
Con un Auditorio muy lejos del lleno, pudimos escuchar gran música, magistral en muchos casos, muy bien servida. La mascarilla no impidió el disfrute, que comenzó nada más empezar con una versión más que correcta, bien armada y ensamblada, de la célebre Pequeña Serenata nocturna K. 525, que se ofreció empastada, afinada y cuajada de colores en virtud de un bien pensado juego de contrastes y reguladores. Enseguida salió al ruedo Ronald Brautigam (Ámsterdam, 1954), pausado y sonriente, con su alba melena al viento.
Tocó dos Conciertos de época intermedia: el nº 12 en La mayor K. 414 (385p) y el nº 14 en Mi bemol mayor K. 449. Se utilizó en ambos casos la versión alternativa propuesta por Mozart para facilitar su venta a los editores en la que quedaban eliminados los vientos originales. Un alto grado de estilización es el que a estas alturas posee el teclista, que entre otras cosas ha grabado al fortepiano las sonatas del salzburgués, las de Haydn y las de Beethoven. Pero se adapta al piano sin problemas, como pudimos comprobar.
En el “poético y soñador” (Einstein) K. 414, tras la animada introducción, Brautigam exhibió su sonido terso, proporcionado, dotado de una especial luminosidad. El acompañamiento fue claro, diáfano, incluso cálido. Pequeños y musicales adornos en la repetición. Fue bien captada la atmósfera soñadora del meditativo Andante, en el que el pianista se recreó, y desarrollado con gracia la auténtica pirueta que es el Rondó postrero, siempre con una muy cauta utilización del pedal.
El más íntimo y recogido K. 449, con decididos y bien apoyados acordes en el arranque del curioso Allegro inicial, escrito en el raro compás de 3/4, fue construido con inteligencia, con lo que pudimos apreciar la riqueza temática y modulatoria, así como su refinado cromatismo. Brautigam tocó decidido y voluntarioso, con continuos detalles de clase en cuanto a fraseo, ataque y rubato. Líneas enérgicas en el desarrollo, que se tornaron más líricas en el Andantino. E impulso vital y decidido en esa especie de motto perpetuo que es el tercer movimiento, mezcla de rondó, sonata, variaciones y toccata.
Puntual colaboración del conjunto de cuerdas, que antes del K. 449 interpretó el Adagio y Fuga en Do menor K. 546, en origen un cuarteto de cuerda; una composición imponente, “una mezcla de pathos heroico y fatigada resignación”, en palabras de Hermann Abert. En esta ocasión fue interpretado en su habitual versión para orquesta de cuerda. Pesante y bien marcado Adagio y Fuga perfectamente diseccionada, en donde se prefirió acentuar enérgicamente cada entrada del tema, con lo que el característico salto de octava adquirió una apariencia terrorífica, expresiva de una lacerante ansiedad.
Antes de que se tocara esta pieza el locuaz concertino, micrófono en mano y en inglés, pidió la presencia de dos espectadores para que, en amigable puja, fueran contando para sí el número de veces que aparece el tema de la Fuga. Uno de los dos se aproximó mucho: 53. El número exacto es 54. Los concursantes se llevaron un cacharrito suponemos que con golosinas. Puede que fuera divertido para algunos, pero la actuación nos pareció de más; máxime con una partitura verdaderamente dramática de por medio.
Arturo Reverter