MADRID / Los enigmas de ‘Turandot’
Madrid. Teatro Real. 3-VII-2023. Anna Pirozzi (Turandot), Adam Palka (Timur), Salome Jicia (Liú), Jorge de León (Calaf). Dirección musical: Nicola Luisotti. Dirección escénica, escenografía e iluminación: Robert Wilson. Puccini: Turandot.
A los enigmas tópicos del mundo chino se puede añadir esta versión, pues enigmática resulta la puesta de Wilson, ya conocida en Madrid. Se basa en la inmovilidad, la inexpresividad, la inercia de prácticamente todo el elenco, a lo que se suma una escenografía inexistente donde hay un panorama luminoso y unos elementos geométricos negros que pasan de izquierda a derecha o viceversa, más ciertos tubos de luz fluorescente. No existen, pues, localizaciones. De tal modo, prohibidas las actuaciones –salvo la de los tres ministros, inspirados por la commedia dell’arte–, ausentes los localizadores y reducido el vestuario al blanco y el negro más el rojo de la protagonista, se torna imposible la acción narrativa y dramática. Quede para mejor ocasión.
En lo musical hubo dos nombres memorables que fijan una cima comparable a cualquier otra del pasado. Nicola Luisotti es magistral porque después de una actuación suya, salimos sabiendo algo más de la música escénica. Aquí exhibió la suntuosidad de la orquesta pucciniana, su ancha variedad de timbres y combinaciones y la alternancia del discurso íntimo con el social, la estremecida tensión y la complacencia sentimental y contemplativa. La marca de casa es la melodía y Luisotti la cantó a pleno pulmón, fraseó con certeza de orfebre y fue narrando la historia que en la escena brillaba pero por su ausencia. Las masas, tanto en el foso como la coral en la escena o entre cajas, repitieron la cimera calidad que todos reconocemos y esperamos seguir reconociendo.
Del reparto cabe destacar a Anna Pirozzi, una Turandot del paradigma Nilsson pasado por Jean Eaglen en su breve trayectoria, que también incluyó el Real. La italiana tiene la voz a la que tanto Verdi de primer agua le debemos: esmaltada en todos los registros, insolente de volumen y un agudo que puede compararse con esas espadas de platería, hermosas, seductoras y amenazantes, tal lo exige Puccini para su criatura. Vaya en el precio una dicción cristalina al servicio de una depurada musicalidad.
Salome Jicia dio a su esclava Liù una voz rica y agradable de soprano lírica, emitida con dominio y bellos efectos de filados y pianísimos. Jorge de León volcó con valentía lo caudaloso de su medio. Adam Palka mostró buen instrumento de bajo lírico emitido con propiedad. Graciosos en lo único dinámico del hieratismo reinante, estuvieron en sus mojigangas, bailecitos y morisquetas, Germán Olvera, Moisés Marín y Mikeldi Atxalandanbaso completando el trío ministerial y grotesco que contrapuntea con la legenda central.
Blas Matamoro
(fotos: Javier del Real)