MADRID / Tirant y Carmesina en la maraña de Joan Magrané
Madrid. Teatros del Canal. 24-10-2022. Magrané: Diàlegs de Tirant e Carmesina. Josep-Ramon Olivé, Isabella Gaudí, Anna Brull. Solistas de la Orquesta Titular del Teatro Real. Director: Francesc Prat. Director de escena: Marc Rosich.
No deja de sorprender, aun en nuestros días, el alucinado erotismo que destila Tirant lo Blanc, una novela de aventuras del siglo XV que, limpiada de farfolla caballeresca, alberga situaciones amorosas de gran intensidad entre la protagonista, la princesa Carmesina, el caballero, la Viuda Reposada y Plaerdemivida. Joan Magrané ha tirado de esta concentración de emociones para gestar una ópera de cámara de estructura clásica y asida a una abstracción académica que, funcionándole, también acaba por lastrar la continuidad de la obra.
Con un conjunto instrumental conformado por un cuarteto de cuerda, arpa y flauta —ejemplar la interpretación de solistas de la Orquesta del Teatro Real— el compositor catalán teje una maraña de idas y venidas, de ataques y subrayados que envuelve el canto constante, como un colchón sonoro enfocado en restar vuelo lírico a la historia que se nos narra.
Ecos de Debussy y de Ravel subyacen en los intersticios de una partitura que, desde luego, estéticamente se mueve en unos parámetros lingüísticos alejados de los citados, aunque por tímbrica y claridad textual, estos Diàlegs de Tirant e Carmesina beben mucho de aquellas fuentes. Magrané no teme a caer en cierta monotonía, incluso parece gustarse en el cincelado parsimonioso de un estado de duermevela, donde la melopea inagotable de los cantantes se ubica en un universo opuesto a lo que acaece en el foso.
El siempre complejo asunto de las voces es resuelto de forma intermedia, no son estos Diàlegs presos del Sprechgesang, no al menos de una forma gráfica. Hay pasajes que se asemejan a un recitar cantando, pero no es menos cierto que, en otros, la pieza recurre a un canto lírico dramático bastante convencional; en todo caso no es esta una creación exploratoria en ningún sentido (ni en lo vocal ni en lo instrumental).
Francesc Prat está realizando una muy buena labor concertadora en estas funciones de la Sala Verde de los Teatros del Canal, dentro de la temporada del Teatro Real. Muy contenido tanto dramática como vocalmente, Josep-Ramon Olive es un Tirant de gran proyección (acaso un punto elevada para las dimensiones de la sala) y con muy buen manejo de su registro baritonal. Anna Brull, desdoblada en dos papeles, mostró un lirismo desacostumbrado en el repertorio actual, al igual que Isabella Gaudí, una princesa con excelentes reguladores y una voz muy bien centrada. El espacio escénico de Jaume Plensa y la espartana puesta en escena de Marc Rosich son, objetivamente, funcionales a la acción, confiando su mayor efecto a la composición en neones rojos de la palabra ‘utopía’ con la que se funde a negro el espectáculo.
Ismael G. Cabral