MADRID / Thomas Hengelbrock: extraordinaria madurez bachiana
Universo Barroco. Auditorio Nacional (Sala sinfónica). 30-I.2022. Bach, Misa en Si menor. Ciclo Universo Barroco. Balthasar-Neumann-Chor. Balthasar-Neumann-Ensemble. Director: Thomas Hengelbrock.
La Misa en Si menor es para muchos —entre los que me cuento— la summa musical bachiana, en la que el cantor de Leipzig amalgama elementos de diversos orígenes (de ahí la presencia de coros a cuatro, cinco, seis y hasta ocho voces) logrando, sin embargo, una composición redonda, acabada, que data de los últimos años de su vida. Bach, por mucho que algunos pretendan todavía convertirle en el quinto evangelista y Dios sabe qué absurdeces más, no dejó de ser un hombre de su tiempo, quien, por lo tanto, adoptó una forma de misa multiseccional en la que combina coros, arias y dúos; eso sí, en todos los estilos imaginables, incluidos los más arcaicos, que nos retrotraen a los siglos XVI y XVII. El director que se enfrente a esta composición debe tener muy claro esta heterogeneidad y lograr una unidad de tan diverso material. Y, en este caso, la elección ha sido todo un acierto.
El Ciclo Universo Barroco raramente nos sorprende con una estrella desconocida o de reciente resplandor. Digamos que opta por clásicos bien consolidados; un Marqués de Cáceres o un Protos, para entendernos. No sorprenden, pero deleitan siempre y rara vez defraudan. Anoche disfrutamos de una Misa en Si menor de altura difícilmente superable, infinitamente mejor que la que, en este mismo ciclo, nos ofreció Herreweghe hace tres años.
Con los efectivos ya empezamos muy bien. Afortunadamente, hace tiempo que los cansinos de los minimalismos bachianos han dejado de vociferar a todas horas y nos dejan escuchar tranquilos a Bach con efectivos nutridos (dentro de lo razonable y sin incurrir en anacronismos). En este caso, un coro de treinta y tres miembros —de los que se extrajeron los solistas— y cuerdas a 6/6/4/4+2. Eso permitió llenar a placer las amplias acústicas de la sala sinfónica y disfrutar de los muchos momentos de poderosa exaltación. Y, ya de paso, conviene recordar que esta misa nunca se interpretó en vida de Bach, que probablemente jamás pensara en su interpretación unitaria —y menos aun en el contexto litúrgico, dadas sus desmesuradas dimensiones— y que, por tanto, hacerla fijándose en los músicos de los que pudiera disponer en Leipzig, en Dresde o en Villalpando es, sencillamente, irrelevante.
Estos amplios efectivos no se emplearon de continuo. Al igual que otros muchos, en ciertas partes Hengelbrock limitó la intervención tanto coral como orquestal a solistas (inicio del primer Kyrie, Qui tollis peccata mundo…), con resultados maravillosos. Así, por ejemplo, en el primer caso, permitió proporcionar el relieve adecuado a las flautas en la larga introducción de la fuga. La versión estaba en extremo cuidada en el fraseo —elegantísimo— más que en los acentos y se notaba con claridad la evolución que desde la fulgurante versión discográfica (DHM, 1998) ha experimentado. Una grabación, por lo demás, siempre referencial.
Los momentos excepcionales son innumerables, desde el modo en que se potencia el elemento mistérico del Et incarnatus, hasta el impresionante crescendo en el Crucifixus, el primer Kyrie, lento, delectable, bellísimo.
Por otra parte, debe destacarse el excepcional equilibrio logrado entre las diversas familias instrumentales, con una fastuosa presencia de las tres trompetas que —al igual que todos los instrumentistas— desempeñaron un papel soberbio. Buena intervención de la trompa, pero con alguna desafinación a pesar de los muchos agujeros —tramposos— presentes en el instrumento.
Entre los solistas, extraídos del coro, hubo de todo, como suele ser el caso. A destacar las voces femeninas y, en especial, el contratenor William Shelton, quien hizo un Agnus Dei maravilloso: sobrio y contenido, pero con toda la emoción implícita en la súplica.
Como bis, el Aleluya de El Mesías haendeliano logró meterse en el bolsillo a un público absolutamente entregado. Y con toda razón, ya que un concierto así se presencia solo en raras ocasiones. ¶
Javier Sarría Pueyo
(Fotos: Rafa Martín – CNDM)