MADRID / ¡Solo Música!: ganó el público
Madrid. Auditorio Nacional. Sala Sinfónica. 18/20-VI-2021. ¡Solo Música! VI Edición. Orquestas Nacional de España, Sinfónica de Galicia, Sinfónica de Castilla y León y Joven Orquesta Nacional de España. Director: James Conlon. Integral de las sinfonías de Schumann y Brahms.
Con motivo del Día de la Música, que se celebra el 21 de junio, el CNDM viene organizando por estas fechas maratones musicales diversos, que han comprendido desde las sinfonías de Beethoven (incluyendo en paralelo las transcripciones lisztianas en la Sala de Cámara) hasta monográficos de diverso diseño (compositores rusos, “Nueve novenas” y similares). La idea, hasta ahora, era la de una serie de conciertos celebrados el mismo día (en el sábado más cercano a la efeméride) e incluyó, al menos en alguna ocasión que el firmante recuerde, la proyección en pantalla gigante a quienes desearan presenciar los conciertos en la misma plaza del auditorio madrileño. El objetivo no es otro, como cabe esperar, que el de acercar la música clásica no solo al público habitual sino, a ser posible, a quien menos (o nada) se acerca a este mundo. Obras conocidas, intérpretes de reconocido prestigio, diseño informal y precios irrisorios. Ingredientes como la mencionada pantalla en la fachada principal del auditorio añaden a ese planteamiento.
Como tantas cosas, el año pasado, desgraciadamente, la pandemia dio al traste con el plan, y la desafortunada permanencia del virus este año ha obligado a modificar lo previsto (entre otras cosas, con las propias obras programadas, y también dividiendo los conciertos en tres días, además de evitar esa proyección exterior), como señalaba James Conlon en la entrevista que el firmante le realizó hace unas semanas y que se recogió puntualmente en las páginas de SCHERZO.
Lo que diré a continuación probablemente decepcione a muchos de quienes han criticado severamente esta idea desde las redes sociales, reprochando al CNDM lo que consideran una indigestión sin sentido cuando no una reiteración cansina (ha habido más de una voz alzada contra la programación de las sinfonías de Schumann, que ha interpretado la Sinfónica de RTVE esta misma temporada), por no hablar de quienes se ponen estupendos para exigir que en una jornada como esta se programe a compositores menos habituales, olvidando tal vez que el propósito de la idea es el de intentar atraer a quien no escucha habitualmente ni las sinfonías de Brahms y Schumann ni probablemente ninguna o casi ninguna otra.
Los ha habido también que en su argumentación han utilizado incluso programaciones de orquestas foráneas… de la siguiente temporada, dejando de lado que la comparación que hubiera procedido (de haber procedido alguna) sería la de esta temporada. En tal comparación, con prácticamente toda la actividad en Europa cancelada o limitada al streaming, la idea del CNDM y su capacidad de reacción, cambiando el plan inicial de las “Siete Séptimas” por este emparejamiento Schumann-Brahms, habría ganado por goleada. Comparar esto con la programación regular de una orquesta dentro de un año, cuando el panorama pandémico será, Dios mediante, bien distinto, es, simplemente, manipular los hechos de manera bastante torticera y desafortunada.
Como criticar sale barato, también se ha reprochado la presencia de James Conlon, porque hay muchos y buenos directores españoles. Quienes critican este aspecto olvidan que todas las ediciones anteriores han estado a cargo de maestros españoles, y que es la primera vez que un maestro extranjero se sube al podio para llevar a cabo la idea. No parece que el balance de 5 ediciones a 1 sea algo tan desequilibrado en cuanto a directores españoles como para poner el grito en el cielo. Y no hay que olvidar que otro punto atractivo de este maratón es poder comprobar la (buena) salud de las orquestas españolas, en este caso incluyendo una de las que anticipa el futuro próximo, la JONDE.
La dualidad Brahms-Schumann tiene además todo el sentido, porque, aunque sean músicos bien diferentes, les unió la amistad y la protección y tutela que uno (Schumann) ejerció sobre el otro. Y no todos los días se tiene la ocasión de escuchar los ciclos de ambos con este diseño. Así que, a contracorriente de muchos que han criticado, creo que con injusta severidad esta idea del CNDM, el que suscribe entiende su propósito y cree que es digno del mejor aplauso y de la notable respuesta de público que ha tenido (como también la hubo en ediciones previas).
El neoyorquino James Conlon es un maestro de sólido oficio, de los formados ‘a la antigua’, desde un teatro de ópera, y reúne a estas alturas una larga y prolífica trayectoria tanto operística como sinfónica. De gesto eficaz y suficientemente claro en general, es un buen constructor de los edificios sinfónicos, sabe conectar bien con las orquestas, cuyo aprecio gana con una cercanía y empatía bien patentes para cualquiera que le trate, y sus interpretaciones transpiran corrección y buenas dosis de intensidad, vitalidad y energía. El director estadounidense es de los que no intenta reinventar la rueda (y por tanto tampoco a Brahms ni a Schumann) ni ser novedoso por el hecho de serlo, sino más bien dejar que la música hable por sí misma, contagiando el entusiasmo que indudablemente él mismo siente por ella.
No es probablemente, el más refinado alquimista del sonido (como podían ser Abbado o Jansons), ni el maestro cuya visión de las obras alcanza la trascendencia o el refinamiento que tanto apreciábamos en algunos grandes del pasado como Celibidache o Giulini. Ni, en nuestros días, un trasunto de la tradición furtwängleriana en el estilo Thielemann. Tampoco el formato, con evidente premura de ensayos (pese a que los conciertos de Sinfónicas de Galicia y Castilla y León pudieron trabajarse por separado e incluso ofrecerse en público antes de este maratón), permite horas y horas de trabajo para profundizar en determinados detalles, porque los esquemas de generosidad de ensayos de los que partían algunos de los maestros citados serían, muy probablemente, inviables en el entorno actual. Pero loa resultados de Conlon, por expresarlo de alguna manera, son todo lo buenos que el formato permite, y desde luego, más que dignos de ser disfrutados por el público que ha respondido estupendamente tanto en aforo como en la cálida recepción a cada uno de los conciertos.
PRIMERAS
Entrando ya en los cuatro que han compuesto esta edición, le tocó a la Nacional abrir fuego el viernes, con las dos Primeras. La de Schumann (dirigida con partitura, algo que se repetiría en las demás de ese compositor excepto la Cuarta) nos llegó con la corrección descrita, más animada y luminosa que especialmente intensa en el aliento lírico, que hubiéramos esperado más intenso, especialmente en el segundo movimiento. Pudo haber existido más sutileza en algún matiz (por ejemplo, el ppp poco antes del final del primer movimiento). Bastante mejor la Primera de Brahms (en el ciclo del compositor de Hamburgo solo utilizó partitura en la Tercera) dibujada con grandeza y energía, pero con buen espacio para el lirismo (sin lentitudes, los tempi estuvieron consistentemente en el lado ligero durante ambos ciclos) en el segundo movimiento, en el que brillaron los solistas de oboe y clarinete, además del estupendo solo del concertino, Miguel Colom. Acertado también el tercero, con nuevo lucimiento del clarinete solista. El cuarto pudo tener más misterio en su, por lo demás, bien cuadrada introducción, pero luego tuvo efusión y grandeza. La respuesta orquestal fue estupenda, salvo algún exceso del trompa (cuyo poco f pareció más cercano a ff) que posteriormente tuvo un lapso en una de las entradas (notoriamente tardía) de su bien conocido motivo.
SEGUNDAS
La Sinfónica de Galicia se hizo cargo de las dos Segundas. Sorprendió (supongo que cosas de las diferentes CCAA) ver que el despliegue de la plantilla era el normal: los músicos estaban bastante juntos y no había mamparas en los vientos. Eso permitió, entre otras cosas, ubicar más músicos (por ejemplo, 4 contrabajos frente a los tres de la Nacional el día anterior) y, obviamente, facilitar las cosas en cuanto a la cohesión. La Segunda de Schumann es, probablemente, la más comprometida del ciclo (junto a la Cuarta) del músico de Zwickau, y los violinistas temen con razón el pasaje del Scherzo que tan a menudo causa algún que otro disgusto en las audiciones para orquesta. Conlon, que también dirigió esta obra con partitura, no hizo concesión, y tras un primer movimiento correcto y con más grandeza que sutileza, llevó el scherzo a un tempo francamente vivo, al que la orquesta respondió con notable agilidad, especialmente evidente en la trepidante coda, muy bien resuelta.
Hubiera podido tener algo más de poesía el Adagio espressivo, por lo demás realizado de manera impecable por la orquesta gallega, que completó una labor sobresaliente con un allegro molto vivace enérgico y vibrante, aunque la batuta hubiera podido ser más diferenciadora en los planos. La Segunda de Brahms se movió en los parámetros de correcta construcción e intensidad descritos con anterioridad, con buena expresividad en el segundo movimiento y adecuada ligereza y gracia en el tercero. Tuvo una envidiable vitalidad el segundo, con atinada solemnidad en el segundo motivo y una vibrante construcción de la extraordinaria coda. La Sinfónica de Galicia confirmó su estupenda clase. Es un auténtico placer comprobar que, pese a la que está cayendo, nuestras orquestas autonómicas gozan de un nivel envidiable, que nada tiene que envidiar a más de una formación europea de (presuntas) campanillas. La formación gallega es una representante más que distinguida de tal estado de cosas.
TERCERAS
Lo fue también la Sinfónica de Castilla y León, cuyo protocolo sanitario pareció situarse a medio camino entre el más conservador de la Nacional y el más relajado de la Sinfónica gallega. Le cayeron en suerte las dos Terceras, ocupando en esta ocasión Brahms el primer lugar. En cierto modo sorprendió Conlon, más inclinado en las actuaciones previas al lado más exaltado y trepidante de las partituras, con una visión de la Tercera de Brahms en la que brilló la expresividad del segundo movimiento y la elegancia del bellísimo tercero. Tuvo energía, sí, el primer tiempo, pero pareció más equilibrada con un vuelo lírico más apreciable que en otros momentos del ciclo. Envidiable la intensa tensión rítmica del último tiempo, que quizá hubiera podido quedar cerrado con algo más de misterio. Espléndida respuesta de la formación castellana, tal vez algo corta de contingente en alguna de sus secciones (me pareció contar 8 primeros violines, y tal vez un par de músicos más hubieran dado mejor balance). La correspondiente Tercera de Schumann brilló especialmente en un movimiento final adecuadamente festivo y exaltado, tras un primero tal vez más enérgico que efusivo y unos movimientos centrales correctamente presentados, tal vez algo falto de misterio y solemnidad el penúltimo movimiento, Feierlich.
CUARTAS
Cerraba el ciclo la JONDE (cuyo protocolo, como era lógico dependiendo del INAEM, era un calco del de la OCNE), con dos miuras, las dos Cuartas. Conlon dirigió ambas de memoria. La de Schumann tuvo el punto adecuado de efusividad en su primer tiempo, el apropiado clima lírico en el segundo (con excelentes solos de concertino, además de muy buenas contribuciones de oboe y violonchelo solista) y una vitalista, rítmicamente intensa lectura de los dos últimos, cuyas comprometidas inflexiones fueron manejadas con tino por batuta y formación, incluyendo la peligrosa coda en Presto, en la que la cuerda respondió con notable agilidad a la demanda, sin concesiones, del podio. Tuvo, en fin, grandeza y energía la Cuarta de Brahms, en la que el firmante echó de menos algo de contingente en la cuerda aguda (me pareció contar 14 violines entre primeros y segundos, que quedaron en 13 cuando el ayuda de solista —antes concertino en Schumann— abandonó abruptamente el escenario, suponemos que indispuesto, mediado el segundo movimiento). Envidiable nervio en el tercer tiempo y en el tramo final del monumental cuarto, donde brillaron de forma destacada las magníficas solistas de flauta y oboe, como antes lo habían hecho las trompas en el inicio del segundo tiempo.
Tres veladas muy entretenidas, coronadas por éxitos muy grandes, con un público entusiasta y un Conlon literalmente entusiasmado ante la posibilidad, tras tanto ayuno, de reencontrarse con el público. Un duelo Schumann-Brahms, que, la verdad, fue satisfactorio. Empataron los compositores en el duelo, y ganó… el público.
Rafael Ortega Basagoiti
(Fotos: Elvira Megías y Rafa Martín – CNDM)