MADRID / Serena juventud

Madrid. Basílica Pontificia de San Miguel. 2-III-2020. I Discordanti. Obras de M. Rossi, L. Rossi, De Macque, Gesualdo y Demachy.
Se presentaban por segunda vez en el FIAS, tras el buen sabor de boca dejado hace dos ediciones, el joven grupo I Discordanti. Había apetencia por escucharles de nuevo, y no defraudaron. El programa, nada convencional, resultó perfectamente hilado. Diferentes fragmentos del olvidado Orfeo de Luigi Rossi se entrelazaban con piezas instrumentales y con madrigales del propio Rossi y de Gesualdo, bajo el sugestivo título Las facetas de Hipnos, mostrando diferentes visiones del sueño.
Con una formación de cinco cantantes y tres instrumentos (Ricardo Leitão Pedro doblaba papel como tenor y tiorbista), y con unas muy breves explicaciones por parte de diferentes miembros ante cada uno de los bloques en que dividieron el concierto para explicar sucintamente lo que ocurría en cada uno de ellos (la presencia de traducciones de los textos, en una música tan retórica hubiera sido un plus de agradecer), lograron mantener la atención de los presentes, en un exquisito silencio, a través del discurrir del evento.
Y todo ello sin necesidad de recurrir más que ocasionalmente a pequeños gestos escénicos, comedidos pero eficientes, que ayudaban a hacer fluir la música teatral, al mimo y en el cuidado de su interpretación. Demostraba un perfecto conocimiento y estudio de la misma. Es muy de agradecer ver como jóvenes (pues lo son) optan por el trabajo cuidadoso y delicado que suele aportar la madurez, antes que por la imagen que habitualmente se vende asociada a su edad, de fogoso y arrasador temperamento, pareciendo a veces que fuera el gran valor a ofrecer.
Se podrían destacar algunos momentos, como la intervención final de Orfeo, a cargo de Eva María Soler Boix, algunas de las intervenciones de Aristeo, en la voz de Florencia Menconi, o las delicadas intervenciones instrumentales de Marina Cabello del Castillo a la viola da gamba o de Inés Moreno Uncilla al clave. Pero si algo hubiera de destacarse sobre todo fue el perfecto trabajo de equipo, en la parte puramente musical, en la presencia escénica, en la parte vocal y en el cuidadísimo continuo. Músicos al servicio de la música. Que pudiera parecer una redundancia, pero no lo es tanto, ni mucho menos.
Puestos a buscar mejoras, tal vez se pudiera echar de menos una mayor presencia vocal del barítono, Breno Quinderé, compensada con su elegante fraseo. O haber tenido ocasión de disfrutar mejor el bonito timbre del tenor en una tesitura un poco más apropiada, pues algunas de sus intervenciones eran algo graves. O un ligero desequilibrio ocasional del sonido en favor de las voces femeninas, tal vez debido a la propia acústica de la iglesia y a la presencia de una densa alfombra bajo los músicos. En todo caso, nada que realmente empañara lo que realmente era una deliciosa velada en la que, más que Hipnos, la música fue la protagonista.
Lástima que el miedo al coronavirus esté afectando a la afluencia de público a este FIAS, pese a lo cual la iglesia se llenó casi por completo, pero sin los abarrotamientos de otros años. Si me permiten un consejo, sigan los protocolos de seguridad que Sanidad está proponiendo, para su seguridad, pero no dejen de asistir si tienen ocasión a conciertos como el de estos jóvenes. El festival suele ofrecernos más de un bocado delicioso, y el referido, sin duda lo fue.