MADRID / ‘Pan y toros’: colorido musical nacionalista
Madrid. Teatro de la Zarzuela. 6-X-2022. Barbieri: Pan y toros. Yolanda Auyanet, Carol García, Borja Quiza, Milagros Martín, Gerardo Bullón, María Rodríguez, Enrique Viana, Pedro Mari Sánchez, Carlos Daza, Pablo Gálvez, José Manuel Díaz, Pablo López. Coro del Teatro de la Zarzuela. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Director musical: Guillermo García Calvo. Director de escena: Juan Echanove.
Músico excepcionalmente dotado, Francisco Asenjo Barbieri es una de las personalidades no solo de la zarzuela, sino de la música española. Investigador incansable, contribuyó a la historia de nuestra música en varios aspectos: fundó la Sociedad de Conciertos, dio a conocer repertorio sinfónico europeo, fue miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y de la Real Academia Española, y a él debemos la publicación del Cancionero musical de los siglos XV y XVI, tantas veces citado y utilizado por Felipe Pedrell. Como compositor, supo compaginar la erudición con un refinado gusto por lo popular, lo que le llevó a fundarse en los aires castizos de la tonadilla para lograr obras inmortales. Su fecunda producción resulta desigual, pero es indudable la calidad de partituras que alcanzan algunos títulos. Se suelen citar, como las tres obras más importantes de Barbieri, Jugar con fuego, Pan y toros y El barberillo de Lavapiés, pero convendría añadir otra, Los diamantes de la corona, en la que hay páginas de graciosa y bella melodía.
Son significativas las observaciones de Manuel de Falla en sus Escritos sobre música y músicos cuando sitúa a Barbieri en el principio de unas características de la música española, que habían de dar su peculiar ambiente a las obras de los compositores que alcanzaron la universalidad a través del nacionalismo. También Albert Soubies, en su Histoire de la musique, Espagne. Le XIX siecle (Paris, 1900), señala en cuanto a su obra de zarzuelista que “Barbieri lleva indudablemente el sello nacional; tiene siempre el sabor y el aroma de España”. Aunque en un principio no había sido más —como la mayor parte de sus contemporáneos— que un italianizante, fue por la erudición y por la musicografía por lo que desembocó en el nacionalismo. Es decir, Barbieri pudo encontrar la raíz española de su música cuando conoció las esencias de lo que le había precedido. Afirmación tal vez aventurada, pero que tiene fundamento.
La celebración del bicentenario del nacimiento de Barbieri el próximo año ha llevado al Teatro de la Zarzuela a programar en esta temporada 2022/23, después de veintiún años de ausencia, una nueva producción de la zarzuela en tres actos, Pan y toros, una de las obras de más éxito de todo el repertorio zarzuelístico, estrenada el 22 de diciembre de 1864 en este mismo teatro, después de haber dedicado a su composición un tiempo largo (diez meses aproximadamente).
Sin atenerse a ningún modelo, el autor del libreto, el periodista y dramaturgo madrileño José Picón traza escenas llenas de movimiento con tipos, personajes y episodios de la época goyesca. Escrita en verso, como era normal en esta época, consigue reflejar las ideologías que se enfrentaban en la España de finales del XVIII y, por extensión, podemos ver su reflejo en la actualidad: el pueblo, al que pinta inconsciente y descuidado ante la situación política y al que se engaña con el ‘pan y toros’, que no es sino el pan et circenses españolizados. Estos valores de la obra de Picón permiten a Barbieri aportaciones nuevas; no solo dibujar personas aisladas, sino colectividades, un auténtico cuadro histórico al que el canto popular ya no sirve como mero acompañante realista destinado a divertir al público, sino que adquiere tinte dramático y capacidad de expresión. El rigor histórico es lo de menos, “la anécdota teatral nada tiene que ver con la realidad histórica”. Los personajes están distorsionados. Las escenas cortesanas y populares sirven a Barbieri para escribir su música más castiza.
Recordemos que el Teatro de la Zarzuela cerró la temporada anterior, con gran éxito, con la que quizá sea la obra más acabada de Barbieri, El barberillo de Lavapiés. Al escribir el libreto Luis Mariano de Larra parecía fundarse en el gran éxito de Pan y toros. La acción de ambas gira alrededor de una intriga política conspiratoria. Una, en la época del reinado de Carlos III; otra, en el de Carlos IV. Una historia de espías y de intrigas palaciegas y populares.
La partitura de esta zarzuela consta de quince números musicales distribuidos en sus tres actos, con una orquestación e interludios que participan en el drama creando los diversos climas, tanto en las introducciones de los actos como cuando sostienen las partes habladas. Define esta obra el peso de lo coral y de las escenas de masa, dúos, cuarteto y concertantes, en la que solo existe una romanza. Pan y toros es una zarzuela, pero también una ópera cómica en la que permuta las técnicas operísticas italianas con los ritmos de perfil hispano y europeo.
El debut de Juan Echanove en el Teatro de la Zarzuela como director de escena ha sido bienvenido. Expectación había ante el reto de dirigir una obra complicada y de la que difícil salir con desenvoltura. Pues sí, hemos podido contemplar un logrado espectáculo lleno de creatividad e ingenio, trabajado con rigor y gran respeto a la obra, que desde el principio funciona y atrapa. Echanove demuestra su gran experiencia teatral y se ha sabido acompañar por un eficaz equipo. Mueve a la gran masa de actuantes con habilidad y orden, bien acompañadas por las modernas coreografías de Manuela Barrero, precisa escenografía y elegantes figurines de Ana Garay, que transforma el escenario en un coso taurino en el que se desarrollan los dos primeros actos, en una suerte de ‘ruedo ibérico’, como lo denomina Echanove, con guiños a ese Valle Inclán que nos da la visión de “el sentido trágico de la vida española” y el relato de “los amenes de un reinado”. A ello se une las proyecciones de los caprichos goyescos de Álvaro Luna, ya que el espectáculo está volcado para elaborar un discurso en el que la figura de Goya está en el centro desde la contemplación crítica.
Pan y toros es una zarzuela eminentemente coral y concertista. Requiere fundamentalmente un equilibrio vocal, alcanzado. Se comportó bien el coro titular. En buena forma vocal las dos protagonistas femeninas, la soprano Yolanda Auyanet como doña Pepita, y la mezzosoprano Carol García, como la Princesa de Luzán. Ambas, desenvueltas en escena, tuvieron su punto culminante en el difícil dúo del tercer acto, en la mejor tradición belcantista, Quién cogida es in fraganti, aplaudido con entusiasmo. Otro de los logros del compositor es la romanza del escapulario del segundo acto, con el acompañamiento del arpa, cantada por Carol García con gran emoción.
Estupenda la actuación de los tres barítonos: Borja Quiza (Capitán Peñaranda), Gerardo Bullón (Goya) y Carlos Daza (Pepe-Hillo). Exhibieron su canto sólido y capacidad actoral. El resto del elenco cumplió sobradamente y asumió su cometido con excelencia. Hay que la admirable actuación y recitado de Pedro Mari Sánchez. Con criterio y buen oficio, Guillermo García Calvo condujo a la ORCAM con un primer momento confuso y poco acordado entre foso y escena, que se vio corregido pronto. Procuró un buen acompañamiento y atención en la concertación.
Finalmente, los calurosos aplausos no se hicieron esperar. La representación dispensó buen sabor y la sensación de haber asistido a un notable acto de creatividad.
Manuel García Franco
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