MADRID / Otro festival para ampliar la oferta barroca

Madrid. Teatro Fernán Gómez. 1-V-2019. Saskia Salembier, soprano. La Hispaniola. Obras de Selma y Salaverde, B. Strozzi, Storace, Vivaldi, Haendel y Geminiani.
2-V-2019. La Tempestad. Directora y clave: Silvia Márquez. Obras de Pergolesi, Palschau, Palomino y C.P.E. Bach.
3-V-2019. La Ritirata. Director y violonchelo: Josetxu Obregón. Obras de A. Scarlatti, Durante, Porpora, Porretti y Mancini.
Eduardo Torrico
Un nuevo festival ha venido a enriquecer el ya de por sí florido escenario de música antigua que ofrece Madrid. Ha sido producido por el Teatro Fernán Gómez, lo que supone la implicación del Ayuntamiento de la capital. Es una buena noticia, dado que el consistorio que encabeza Manuela Carmena ha sido siempre refractario a lo que considera —y denomina— “expresiones culturales elitistas”. Aún se recuerda la famosa frase de la alcaldesa a los pocos días de llegar al cargo, cuando le preguntaron por los planes que tenía respecto a la música. “Con los músicos ya hemos hablado y está todo claro”, dijo. Se refería a los músicos callejeros. Hasta ahí llegaban sus inquietudes musicales. Y las ha cumplido, porque en estos cuatro años el Ayuntamiento apenas se ha implicado en nada que tuviera que ver con la música clásica. Por tanto, este ciclo Música Antigua Madrid es una noticia tan buena como inesperada.
Del 25 de abril al 5 de mayo se han programado diez conciertos, la mayor parte de ellos protagonizados por grupos españoles emergentes. En formato de cámara, por supuesto, que no está la cosa, económicamente hablando, como para tirar cohetes. El Teatro Fernán Gómez no está pensado para la música, pero su acústica, tratándose de agrupaciones pequeñas como estas, es cálida y envolvente. Repasaremos aquí lo que ha sido la actuación de tres agrupaciones de nombres bien retóricos: La Hispaniola, La Tempestad y La Ritirata.
El día 1 se presentaba en Madrid La Hispaniola, fundada por la violonchelista Mercedes Ruiz y por el contrabajista y violagambista Ventura Rico, dos de los habituales componentes de la Orquesta Barroca de Sevilla. Junto a ellos estaban el siempre eficaz clavecinista Carlos García-Bernalt y el laudista sevillano —ahora afincado en Basilea— Miguel Rincón, uno de los especialistas en cuerda pulsada más demandado por las grandes orquestas historicistas europeas dado su elocuente y vibrante modo de desarrollar el bajo continuo. Venían acompañados por la soprano francesa Saskia Salembier, que no terminó en ningún momento de acoplarse a las obras italianas que se habían incluido en el programa: L’Eraclito amoroso de Barbara Strozzi y dos cantatas haendelianas, Allor ch’io dissi addio y La Lucrezia. Son obras —especialmente, la última— cargadas de una gran intensidad dramática, que Salembier no supo darles. Sin embargo, la cantante brilló en la propina, un maravilloso air de cour de Michel Lambert. Instrumentalmente, la cosa fue mucho mejor. La Hispaniola estuvo plenamente convincente en sendas sonatas para violonchelo de Vivaldi y Geminiani, y García-Bernalt ofreció una muy bella lectura de la famosa Ciaccona de Storace.
Al día siguiente fue el turno para un grupo ya consagrado, la Tempestad. La formación murciana (Víctor Martínez y Marta Mayoral, violines; Antonio Clares, viola; Guillermo Turina violonchelo; Jorge Muñoz, contrabajo, y Silvia Márquez —directora artística— y Alfonso Sebastián, claves) se centró en la música para teclado de la segunda mitad del siglo XVIII: un concierto para dos claves de Pergolesi (o del cualquiera que sea su autor, ya que no está en modo alguno acreditado la paternidad), dos conciertos para clave de Johann Gottfried Wilhelm Palschau y José Palomino y otro concierto para dos claves, este debido al más brillante de los hijos de Bach, Carl Philipp Emanuel. Destacaron en su labor solística Márquez y Sebastián (que se fueron alternando) y La Tempestad no mostró la más mínima fisura en un repertorio inhabitual y plagado de dificultades técnicas.
Casi como punto final al largo puente madrileño de mayo, otra reputada agrupación española, La Ritirata, ofreció un programa que hubo de ser modificado sobre la marcha por la baja a última hora del anunciado Filippo Mineccia. El contratenor italiano, todavía recuperándose de una afección en las cuerdas vocales que le ha tenido parado las últimas semanas, no recibió el alta de su foniatra, lo que obligó a La Ritirata a retirar las dos sonatas de Alessandro Scarlatti que se habían inicialmente incluido, sustituyéndolas por un concierto para clave de Francesco Durante, una sonata para flauta de pico de Francesco Mancini y el soberbio Concierto para violonchelo en Sol mayor de Domingo Porretti, una de las pocas obras que se conservan de este compositor (que fue primer violonchelo de la Capilla Real durante los reinados de Felipe V, Fernando VII y Carlos III y que nació en la localidad de Sora, cerca de Roma, pero que pasó los últimos 49 años de su vida en Madrid, donde falleció). Para completar este programa napolitano, La Ritirata interpretó una sinfonía para violonchelo, violines y bajo continuo de Nicola Porpora y dos conciertos para flauta de pico de Scarlatti padre y del ya mencionado Mancini. Mostraron un óptimo nivel en sus roles protagonistas la flautista Tamar Lalo (enternecedora la siciliana de Leonardo Leo que escogió como bis) como el violonchelista —y director artístico del grupo— Josetxu Obregón [en la foto] y el clavecinista Daniel Oyarzabal. Espléndidos los demás intérpretes: los violinistas Hiro Kurosaki y Pablo Prieto y, muy especialmente, la arpista Sara Águeda, que estrenaba una preciosa (por sonido y por visión) arpa tripe italiana y que tuvo que preparar en apenas un día todo el concierto, debido al inesperado cambio en el cartel del que antes hablaba.